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“Todo artista suena más internacional cuando hace música más nacional”
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Era 1999 y La Habana hervía de jóvenes con ganas de rimar lo que vivían, aunque sin los reflectores ni la maquinaria que sostenía al hip hop en Estados Unidos. En Cuba el beat no bastaba: había que mezclarlo con la cadencia del son, la rumba y la tradición afrocubana para que sonara propio. Así nació Orishas, una banda que pronto cruzó el Atlántico y conquistó Europa, mucho antes de que la etiqueta “música urbana” existiera como categoría de mercado.
“Nunca supimos que esto se convertiría en un movimiento de música urbana que iría evolucionando y sería el precedente para futuros músicos”, recuerda Roldán González. “Entre los inspirados está Bad Bunny, que suenan a Puerto Rico. Ahí está nuestro legado. Provocamos que los artistas sientan la necesidad de representar los sonidos de su país y que entendieran que todo artista suena más internacional cuando hace más música nacional”, agrega Yotuel Romero.

El debut A lo cubano (1999) fue una declaración de principios: letras directas sobre identidad, migración y vida cotidiana en la isla, montadas sobre un rap que no renegaba de la clave ni de la tumbadora. Canciones como “537 C.U.B.A.” o “Represent” se volvieron himnos que aún hoy marcan la memoria colectiva de sus seguidores.
“Cada concierto se basa en una investigación previa de los gustos de ese país con respecto a nosotros —explica Roldán—. Vemos cuáles canciones tuvieron éxito ahí, las más escuchadas, las que se pidieron en otros conciertos y otros gustos de ese público en específico”.

De la pausa al reencuentro
En 2009 la historia se detuvo. Tras una década de giras, discos y premios, Orishas anunció su separación. Cada integrante tomó su propio rumbo, probando suerte en proyectos personales. Pero las canciones no se fueron con ellos: siguieron sonando en radios, en playlists y en la memoria de quienes habían crecido con ese cruce entre rap y raíces afrocubanas. Con el tiempo, la pausa empezó a sentirse más como un paréntesis que como un final.
Hoy, el regreso de la agrupación no se limita a un repaso nostálgico. Al contrario, es una nueva etapa que incluye grabaciones inéditas y la preparación de un nuevo disco con artistas invitados, manteniendo su estilo original. “Música de reguetón hay muchísimo, con todo el respeto que se merecen; pero Orishas solo hay uno”, afirma Roldán.

Esa certeza también pesa como responsabilidad. “Asumimos nuestro papel de ser influencia de muchos artistas, de haber conseguido este sonido y ser representantes de nuestro país, no podemos dejar caer la bandera. A estas alturas de la vida Orishas no puede hacer canciones de mierda”, dice Roldán. “Tampoco se queda en lo musical, sino moral. Tenemos que hablar de nuestro pueblo, de contar sus penurias, miedos, fracasos, sueños y ganas de ser más de lo que son”, agrega Yotuel.
Su regreso al Perú también significa para ellos un acto de reconocimiento. “Es una forma de agradecer el recibimiento peruano a migrantes cubanos que fueron acogidos aquí como si fuera su hogar”. Este flujo migratorio —aunque no masivo— se magnifica en términos simbólicos, pues para la agrupación no se trata de números, sino de historias que aparecen dentro de sus canciones.

En ese cruce entre memoria y presente, Orishas vuelve a los escenarios con la misma mezcla que los hizo únicos: rap, son y relato social. “Y si nos ofrecen dinero para cambiar, ni por 10 millones lo haremos porque somos los Orishas y eso significa algo”, concluye González.
- Lugar: Anfiteatro del Parque de la Exposición
- Fecha: 3 de octubre
- Hora: 9:00 p. m.
- Entradas disponibles en Teleticket. Suscriptores de Club El Comercio cuentan con 25 % de descuento.











