Una buena imagen para entender la aparición de los adolescentes en la cultura es “La novicia rebelde”. Basta con recordar a los hijos de la familia Von Trapp: hasta mediados de los 60, el canon apuntaba a que los niños entre 5 y 16 años saludaran a las visitas de la casa y rápidamente se ocultaran en sus cuartos. Eran invisibles para los adultos.
“Y en la vida real algunos niños pasaban a cumplir labores adultas muy pronto, empleos heredados del padre. La adolescencia es un fenómeno que tiene que ver con ciertos momentos de la historia, de la ciudad”, anota Jorge Castro, director de “Despertar de primavera”, que ya se monta en el teatro La Plaza. La irrupción de modas -como los Beatles- dieron forma a lo que hoy se conoce como adolescencia y, justamente, por eso es curioso que los mismos problemas que se plantearon en dicha obra de 1891 sigan vigentes. El nombre cambió, pero la actitud es la misma: ¿es eterno eso de desestimar a los menores?
Castro, quien además es psicoterapeuta de orientación psicoanalítica, entiende que, en la creación del dramaturgo alemán Frank Wedekind, los protagonistas son los adolescentes y su la lucha entre el deseo y el deber, y las consecuencias de que ese conflicto sea muy agudo o con represiones muy severas. No se trata, sin embargo, de satanizar a los padres y sus formas de criar. “Lo que sí se muestra es el miedo a hablar de ciertas cosas, a decir la verdad. Existe la idea equivocada de que mejor no hay que hablar de algunos temas porque se les van a meter ideas en la cabeza, y que esas ideas los van a llevar a hacer cosas para las que no están preparados, como si los impulsos sexuales fuesen a crearse por hablar de la sexualidad. Surgen solos, sin permiso, y es mejor mantener un diálogo que acompañe y guíe”.
Para potenciar el texto, cuenta el director, la directora artística de La Plaza planteó que los personajes (que tienen 14, 15 años) sean interpretados no por actores de su edad, pero sí cercanos. A ello, Castro propuso que ellos mismos -cuyas edades oscilan entre los 16 y 22- den vida también a los adultos. “Toda la obra está contada desde convenciones que no ocultan sus mecanismos, la idea no es que ellos escondan que también dan vida a adolescentes, sino que sean el punto de vista de la narración”. Son parte del proyecto: Christian Calderón, Fabián Calle, Adriana Campos Salazar, Valeria Lazo, Fausto Molina, Mariagracia Mora, Merly Morello y Gustavo P. Billinghurst.
El peso de las expectativas
“Despertar de primavera” da cuenta, en palabras de Castro, de las “expectativas del ego del padre puestas sobre el hijo y su peso”, que se suelen expresar en frases que reniegan por el desequilibrio entre su sacrificio en el trabajo para sostener a sus hijos y que estos no pueden aprobar las materias del colegio. Porque a los adolescentes que se ven en escena “los presiona el despertar de la sexualidad en un mundo represivo al respecto, así como la exigencia de cumplir con los deberes y si no doy la talla me mato”.
El asunto es que los adultos, quienes seguramente padecieron de peores situaciones, no conocen otras formas. “Creen que lo mejor para sus hijos es adiestrarlos para que sepan lo que tienen que saber, para que caminen de la forma en la que tienen que caminar. Al preocuparse tanto por eso no dejan espacio a estimular la capacidad de cada quien para pensar”. Pero es paradójico: “Cuando los deseos están más reprimidos, estos suelen encontrar salidas en las vetas más peculiares. Mientras más opciones aparecen en el mundo para andar en él, más preguntas uno se hace”.
Lugar: Teatro La Plaza
Horarios: de jueves a martes, 8:00 p.m.; domingos, 7:00 p.m.
Duración: 105 minutos
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