Eva Smith tuvo muchos rostros y muchos nombres, pero ninguno de ellos fue suyo. Trató de agenciárselas como pudo, pero siempre se estampó contra paredes que se le aparecían en forma de hombres lujuriosos listos para volverla su amante, o señoras conservadoras dispuestas a darle la espalda por ser pobre y estar embarazada. O peor aún, por ser bella.
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