"El infierno son los otros", por Marco Aurelio Denegri
"El infierno son los otros", por Marco Aurelio Denegri
Marco Aurelio Denegri

La frase “El infierno son los otros” es del célebre filósofo existencialista, Jean-Paul Sartre, y está en una de sus obras de teatro, la que se titula A Puerta Cerrada. En esta obra de 1944, Sartre describe el infierno que vive el hombre contemporáneo por el tormento que le inflige la mirada de sus semejantes, reveladora de la distancia entre lo que él realmente es y lo que quisiera ser. (Cf. Grupo Editorial OCÉANO, Grandes Personajes. Barcelona, Océano Grupo Editorial, S.A., 2000, 727.)

El infierno, según Jean-Paul Sartre, es la mirada ajena, esa mirada pesquisante que me descubre y revela y que me penetra; una mirada invasiva que me incomoda, disgusta y ofende; la mirada del entrometimiento, intrusa e inmiscuidiza, y no sólo infernal, sino infiernizante.

Vicente Fatone, en su Introducción al Existencialismo, dice:

“Quisiéramos ser la mirada que todo lo ve y que no es vista por nadie. Quisiéramos ser como Dios, a quien se concibe precisamente como la mirada que todo lo ve y a la que nadie puede ver. Quisiéramos espiarlo todo como espiábamos cuando niños por el ojo de la cerradura.

“Pero no nos conformamos con eso; queremos ver y que los demás se sientan vistos, para que así se sientan cosas inermes bajo nuestra mirada.

“Cuando cruzo mi mirada con otro, entablo con él un duelo; y si lo obligo a bajar la vista y entregarse como cosa bajo mi mirada, habré conseguido que deje de mirarme y de convertirme en cosa; yo seré su infierno, y no él el mío.” (Vicente Fatone, Introducción al Existencialismo. Tercera edición. Buenos Aires, Editorial Columba, 1957, 32.)

El poder infernal e infiernizante de la mirada ha sido reconocido siempre por todas las culturas y todas ellas desaprueban la mirada directa, fija y sostenida; desaprobación que se explica por la creencia universal y antiquísima en el mal de ojo o fascinación, el influjo maléfico que una persona puede ejercer sobre otra mirándola fijamente y con ánimo adverso. Debe entenderse que el origen mágico de la desaprobación es una explicación cultural del hecho, pero el verdadero origen es natural, es una conducta de fábrica, innata. Entre los gorilas es igual, y así lo asegura quien los conoce mejor que nadie, Dian Fossey. Dice esta notable investigadora lo siguiente: “Para ellos [para los gorilas], al igual que ocurre a menudo en el hombre, la mirada fija y directa significa una amenaza.” (Dian Fossey, Gorilas en la Niebla. Barcelona, Salvat Editores, S.A., 1985, 11.)

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