Un día de 2009, Mustafá, de 6 años, acompañaba a su madre a visitar a su hermana en El Cairo. Pero lo que debería haber sido una escapada de solo un día de su ciudad natal en el norte de Egipto, se convirtió en 7 años de agonía y desesperación.
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De camino a casa de su tía en uno de los barrios más populosos de la capital egipcia, la madre de Mustafá empezó a sentirse mal. Le entregó al niño dinero para que le comprara una botella de agua en un kiosco cercano y se sentó a descansar.
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El relato de lo que sucedió después se basa en lo que varios testigos le contaron al padre de Mustafá, Abdalá, después de que se encontrara con su mujer en el hospital.
Abdalá, un contable jubilado, asegura que recibió una llamada diciéndole que su esposa había perdido el conocimiento. Se puso de inmediato en camino a la clínica, a tres horas en auto, para estar con ella y con su hijo.
Ella estaba allí, pero el pequeño Mustafá no. No había ningún niño con ella cuando la recibieron en el hospital, le dijeron.
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“Fue el comienzo de casi 8 años de sufrimiento”, dice Abdalá.
“Las personas que se llevaron a mi mujer al hospital la habían encontrado inconsciente en una silla en mitad de la calle. Parece que en cuanto Mustafá se fue a por el agua, se desmayó. Entonces la gente se congregó en torno a ella y se la llevaron al hospital, sin darse cuenta de que había un niño con ella”, cuenta.
“Corrí a una comisaría de policía a presentar la denuncia de la desaparición de mi hijo, pero me dijeron que debía hacerlo en mi ciudad. Me apresuré de vuelta allí, pero entonces me dijeron que tenía que esperar 48 horas”.
“Me sentía desamparado”.
En realidad, de acuerdo con la ley, Abdalá debería haber podido presentar la denuncia aquel mismo día en la primera comisaría, donde su hijo había desaparecido.
Para empeorar las cosas, tan pronto como la madre de Mustafá salió del hospital y supo lo que había pasado con su hijo, sufrió un ataque y quedó paralítica.
“Estaba abrumada por un sentimiento de culpa. Murió un año después, recuerda su viudo.
“Ese año lo pasé intentando salvar a mi mujer y a mi hijo”.
“Iba de un hospital a otro para que le dieran tratamiento a ella y de una comisaría a otra tratando de encontrarlo a él”.
Informes policiales quemados
En 2011 Egipto vivió un cambio tormentoso cuando protestas masivas obligaron a renunciar al presidente Hosni Mubarak, que llevaba décadas en el poder. Pero para Abdalá lo que pasó entonces fue un desastre.
Durante las manifestaciones varias comisarías de policía fueron atacadas y acabaron en llamas.
“Los informes policiales se quemaron, incluidos los de mi hijo”, cuenta Abdalá.
Él recuerda eso con resentimiento: “Aquello me perjudicó personalmente”.
En 2011 y 2012 Egipto pasó por un periodo de inestabilidad con olas de protestas que exigían que los cambios post-Mubarak se aceleraran.
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En 2013 hubo manifestaciones contra el nuevo presidente, el islamista Mohamed Morsi, provocando su salida en julio, solo un año después de haber llegado al poder. Entonces los seguidores de Morsi iniciaron protestas que fueron disueltas por la fuerza por la policía en agosto.
De acuerdo con Abdalá, debido a años de turbulencias políticas, hasta 2014 no pudo volver a presentar una nueva denuncia por la desaparición de su hijo ante la policía.
A medida que pasaba el tiempo, empezó a perder la esperanza de encontrar a Mustafá. Entonces sucedió algo inesperado.
“Un día encontré una página de Facebook llamada Niños Desaparecidos”, afirma.
“Me puse en contacto con el administrador y envié una foto de mi hijo para que la publicaran en la página. Tenía muy pocas esperanzas, pero lo hice igualmente”.
Niños Desaparecidos surgió en 2015 para concienciar del problema mediante la publicación de fotos de niños perdidos y sus historias.
Su fundador es el ingeniero de 43 años Rami el-Gebali.
“Cuando empecé mi objetivo no era encontrar a esos niños”, explica.
La primera vez que se localizó a un niño a través de la página fue por azar, pero llevó a Gebali a cambiar su misión, de llamar la atención a intentar activamente encontrar a los críos desaparecidos.
“Pocos meses después de que comenzáramos, se pusieron en contacto conmigo por una de las fotografías, que era de un chico con necesidades especiales. La persona que llamaba aseguraba que el niño de la foto dormía frente al bloque en el que vivía.
“No le creí hasta que me envió una foto del muchacho. Avisé a la madre y confirmó que se trataba de su hijo”.
“Dejé de creer”
Después de que en julio de 2015 se publicara la foto de Mustafá, varios informantes dijeron haberlo visto en diferentes lugares. Cada vez que eso ocurría, Abdalá conducía hasta ese lugar y se pasaba el día entero buscándolo sin éxito.
“Cada vez que la foto se publicaba aparecía gente que decía haberlo visto. Pero dejé de creerles”, dice Abdalá.
“Entonces, en mayo de 2016, recibí una llamada de la mujer del fundador de la página diciéndome que había encontrado a Mustafá. Estaba exultante”.
Un empleado de un hogar de acogida se había puesto en contacto con Niños Desaparecidos y les había pedido que enviaran a alguien a ver si entre los menores en sus instalaciones había alguno de los que ellos mostraban en las fotografías.
“Tratamos de comprobar todos los detalles posibles para verificar su identidad antes de avisar a su padre”, recuerda Gebali.
Al principio Abadalá era escéptico.
“Aunque me habían asegurado que habían confirmado su identidad, no podía creerlo”.
“Les pedí que me enviaran una imagen del chico, pero su aspecto había cambiado”.
Sin embargo, Abdalá se había guardado un secreto al que recurrir para confirmar definitivamente la identidad de su hijo si algún día llegaba a encontrarlo. Mustafá sufrió un accidente de auto cuando tenía 4 años y la operación subsiguiente le dejó una marca sobre su rodilla izquierda.
Así que Abdalá les pidió a los administradores de las página que le enviaran una foto de las piernas del niño desnudas.
“Cuando vi la marca no podía creerlo”.
Siete años después de haberlo visto por última vez, Abdalá fue a recuperarlo de aquel hogar infantil en Giza.
Después de reunirse con su hijo, Abdalá intentó recomponer lo que había sucedido aquel día fatídico de 2009.
Resultó que, cuando el chico volvió con la botella de agua y no vio a su madre por ningún lado, comenzó a llorar.
“Alguien que pasaba por allí lo encontró y se lo llevó a la comisaría”, asegura Abdalá.
“Allí Mustafá solo dijo su primer nombre. Estaba tan aterrorizado que no podía hablar”.
La comisaría está a apenas 2 kilómetros de donde Mustafá se separó de su madre.
De allí lo enviaron al hogar de acogida.
“No creo que lo hubiera encontrado sin la ayuda de Niños Desaparecidos”, concluye Abdalá.
‘Un proceso complicado’
Rami el-Gebali describe su trabajo como “un proceso muy complicado”.
Después de que se encontrara al primer niño, Gebali comenzó a investigar y descubrió que los secuestros de menores suelen ser por cinco grandes motivos: adopción, mendicidad, comercio sexual, tráfico de órganos o extorsión.
Pensó que, mientras que era difícil para la gente corriente ayudar a encontrar a los niños secuestrados por explotación sexual, tráfico de órganos o para pedir un rescate, sí podrían intentarlo con aquellos secuestrados por bandas dedicadas a la mendicidad o para entregarlos irregularmente en adopción.
Así que la página lanzó una campaña en 2015 con el lema “No al uso de los niños como mendigos”.
“Le pedimos a la gente que tomara fotos de los niños mendigando en las calles y las subieran a la página. Recopilamos decenas de miles de niños de todas las edades”, recuerda Gebali.
Entonces empezaron a cotejar las imágenes recibidas con las de los niños que figuraban en la página para ver si había coincidencias. Era tal el volumen que la página empezó a utilizar herramientas de reconocimiento facial a finales de 2017.
Aunque la campaña solo permitió que tres niños fueran encontrados, gracias a ella la página tiene ahora “la mayor base de datos de fotografías de niños desaparecidos de Egipto”, señala Gebali.
En la página trabajan ya trece personas y cuenta con más de 1.700.000 seguidores. También tiene una amplia red de abogados, terapeutas y educadores para ayudar a las personas desaparecidas y a sus familias en el proceso del reencuentro y de volver a convivir.
También presume de un impresionante índice de éxito y sus responsables dicen que hasta la fecha han encontrado a más de 2.500 personas de todas las edades desaparecidas de entre los más de 7.000 casos que les han reportado.
Pero, por más que muchos aparezcan, muchos más desaparecen. Según el diario de propiedad estatal Al-Akhbar, la policía recibió 2.264 denuncias de desapariciones infantiles entre 2018 y 2019.
Aunque Gebali cree que estas cifras bajarán este año debido a la pandemia.
“Hemos notado una caída de alrededor de un 30% respecto al mismo periodo del año pasado”.
Ahora, a Rumanía
En 2018 Facebook seleccionó a Niños Desaparecidos como una de las 115 iniciativas con más impacto de la plataforma.
Con una ayuda de US$50.000 del gigante de las redes sociales, la página pudo construir su propio sitio web con herramientas de reconocimiento facial.
Aprovechando su éxito en Egipto, la página ha lanzado una similar en Rumanía, según Gebali, un país similar a Egipto en número de niños desaparecidos.
“Nuestro objetivo es tener una base de datos global de personas desaparecidas en todo el mundo”, indica Gebali. “De esa manera, estaremos en condiciones de unir los puntos y enfrentar el tráfico de personas, de órganos, etc.”.
“Nuestro lema es que ninguna familia debería sufrir el dolor de vivir sin un ser querido”.
Los nombres reales de Mustafá y Abdalá han sido alterados para proteger su identidad.
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