Luces y sombras de la era Obama [ANÁLISIS]
Luces y sombras de la era Obama [ANÁLISIS]
Gisella López Lenci

“Les pido que se aferren a esa fe escrita en nuestros documentos fundacionales. A esa idea susurrada por esclavos y abolicionistas. A ese espíritu cantado por inmigrantes y aquellos que marcharon por la justicia. A ese credo de cada americano cuya historia aún no está escrita. Sí se pudo. Sí, lo hicimos”.

En su último discurso como presidente de Estados Unidos, parafraseó aquellas palabras que pronunció a inicios del 2008 cuando aún era precandidato y casi nadie imaginaba a un afroamericano sentado en la Oficina Oval. Sí, se puede, dijo en aquel célebre discurso en New Hampshire, que luego se convirtió en su eslogan de campaña. Casi nueve años después, ¿sí se pudo?

Obama llegó a la Casa Blanca haciendo historia, y se convirtió en un soplo de aire fresco para miles de estadounidenses hastiados de la guerra y desilusionados de los políticos y las cúpulas. El gobierno de George W. Bush quedaba atrás y empezaba la era de este abogado, hijo de un keniata y una estadounidense de Kansas, criado entre Indonesia y Hawái y graduado de Columbia y Harvard.

Ahora, cuando queda menos de una semana para que deje el cargo, el presidente quiere dejar sentado cuál es su legado, el cual quiere proteger a toda costa ante la llegada de Donald Trump, un impensado candidato que ha prometido revertir todo lo hecho en los últimos ocho años. El martes pasado, en aquel discurso de despedida en Chicago hizo un recuento de la recuperación económica, los logros de su sistema de salud, la muerte de Osama Bin Laden y el casi desmantelamiento de Al Qaeda, el giro de la política exterior y la lucha contra el calentamiento global.

Sin embargo, como en todo período de la historia, hay luces y sombras. Según una encuesta de AP y el Centro NORC de Asuntos Políticos, Obama se va con un 57% de opinión favorable, pero dos de cada tres estadounidenses afirman que no cumplió sus promesas. Otro sondeo, el de la prestigiosa Quinnipiac University, le da un 55% de popularidad, mientras que su sucesor llega solo al 37%.

Y esta es una de las paradojas. ¿Cómo el presidente que hablaba de cambio y esperanza, con un carisma arrollador y una oratoria envidiable, terminó generando tanto rechazo en su gestión que permitió la llegada de un antisistema como Trump? “La elección de Donald Trump ha sido el peor rechazo a una gestión que uno se puede imaginar. Nadie lo vio venir. Creo que Obama y mucha gente en su partido están desconcertados por ese rechazo. Por eso ahora quiere aprovechar cada oportunidad que se presenta para insistir en que los últimos ocho años no fueron tan malos”, comenta Gleaves Whitney, director del Centro de Estudios Presidenciales de la Grand Valley State University.

En efecto, las cifras indican que los ocho años de la administración Obama no fueron tan catastróficos, pero tampoco espectaculares. De hecho, heredó una de las peores crisis económicas generada por la burbuja inmobiliaria que dejó a miles sin empleo, sin casa y múltiples empresas quebradas, lo que debió paliar con una inyección millonaria de dinero público. En febrero del 2009, la tasa de desempleo saltó a 7,6% y se perdieron más de 700 mil puestos de trabajo, mientras que en diciembre del 2016 el desempleo llegó al 4,7% y se añadieron 156 mil empleos.

Frustración

Se trata de altas expectativas frustradas. Quizá se esperaba demasiado de él, que lo que consiguió fue insuficiente. Por ejemplo, con el primer mandatario afroamericano, el discurso racista y discriminador ha elevado peligrosamente el tono. Las movilizaciones contra los abusos policiales hacia la población negra marcaron el mandato de un presidente que no quería ser un factor de división racial, pero que terminó arrastrado por los dos bandos.

Tampoco pudo conseguir una ley que reglamentara el uso de las armas, pese a los continuos tiroteos masivos; ni cerrar la base naval de Guantánamo, tal como lo prometió; o lograr que se aprobara la reforma migratoria. Todo enmarcado en un impresionante obstruccionismo republicano en el Congreso que hizo todo lo posible por poner trabas a cualquiera de sus iniciativas, el cual creció al mismo tiempo que se fortalecía el movimiento ultraderechista del Tea Party, ahora derivado en la ‘alt-right’.

“Es uno de los remordimientos sobre mi presidencia, que el rencor y la sospecha entre los partidos han empeorado”, dijo hace un año en su último discurso ante el Congreso. 
El escándalo de las filtraciones de Wikileaks, el espionaje ejercido desde la NSA, así como las deportaciones masivas también caracterizaron estos últimos ocho años. Y en política exterior se le critica no haber sabido lidiar con la Primavera Árabe, haber condicionado los factores que facilitaron la formación del Estado Islámico y dejar que la guerra en Siria se convirtiera en un baño de sangre. Eso además de permitir que Rusia tomara la iniciativa y le plantara cara.

Sin embargo, consiguió un histórico acuerdo nuclear con Irán, normalizó las relaciones con Cuba e inició un estratégico acercamiento hacia China y las economías del sureste asiático. Pero todo podría irse por el risco si su sucesor cumple con dar marcha atrás en lo avanzado con tal de “devolverle la grandeza al país”, como tanto dijo en la pasada campaña. 

Estados Unidos reemplazará las maneras diplomáticas de un presidente hipercarismático por las formas rudas de un millonario. Muchos ya lo extrañan, pero solo el paso de los años sabrá poner en su real dimensión cuál ha sido el legado de Barack Hussein Obama.

ENTREVISTA

ROMÁN D. ORTIZ
Experto en estudios estratégicos e internacionales

“Uno de sus defectos fue su inclinación hacia la inacción”

- ¿Después de estos ocho años, Obama deja más cosas negativas que positivas?

En política exterior, sin duda. Muchas de las crisis que se están afrontando hoy, y algunas de las que han afectado más directamente a Estados Unidos, tienen que ver con los malos manejos en política exterior. Te pongo un par de ejemplos. Primero, el crecimiento de la agresividad rusa, incluida la interferencia en las elecciones presidenciales, es una consecuencia de que durante años Obama se negó a considerar que la estrategia de Moscú en Europa y en Medio Oriente no eran relevantes para la seguridad de EE.UU. Pero ahora ha descubierto, un poco tarde, que los rusos se sienten en condiciones de interferir en un proceso interno tan sensible como es un proceso electoral, que sí afectó el destino del país. El segundo ejemplo es el crecimiento del Estado Islámico y la crisis tan profunda en Siria e Iraq. La decisión del presidente de retirar de manera anticipada a las tropas y la de dejar en el gobierno de Bagdad al chiita Nuri al Maliki crearon las condiciones que supuso el estallido y la expansión del Estado Islámico. 

- ¿Qué rescata de sus dos mandatos?

Es importante que haya mantenido el compromiso con la Alianza Atlántica [la OTAN], que le da más proyección a la estabilidad de EE.UU. a nivel global. También creo que ha tenido sentido prestar más atención hacia la región Asia-Pacífico, pues es una zona donde se está produciendo una gran expansión de China y donde era necesario empezar una estrategia de contención. 

- ¿Cuáles fueron sus defectos?

Primero, su inclinación natural hacia la inacción, la idea de que la mejor forma de hacer era no hacer nada, y que eso traería menos costos. Lo otro es la falta de estrategia, pues durante ocho años la administración Obama no tuvo un diseño claro de política exterior.

- ¿Pero su estrategia no era más apostar por la diplomacia, antes que la confrontación?

Lo que pasa es que hablar solamente no es suficiente. La diplomacia hay que apuntalarla con recursos económicos y militares. El resto no dejan de ser buenas palabras, pero poca efectividad. Me parece que el problema de la administración Obama es que cuando ha tenido que poner recursos detrás de sus palabras ha fallado, y ha fallado casi por un problema filosófico. Creo que a Obama le parecía que la carga de liderazgo sobre Estados Unidos era demasiado grande. Pero lo cierto es que Estados Unidos, como decía Bill Clinton, es el país indispensable.

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