El Comercio cumplió esta semana 180 años de vida. En esta larga vida de continuidad y cambio, se pueden distinguir tres etapas diferenciadas: La de los fundadores, de 1839 hasta 1898, en que José Antonio Miró Quesada se convierte en el único propietario; la de los Miró Quesada de la Guerra, hasta 1976, en que el Diario es expropiado; y la etapa contemporánea, que se inicia en 1980, cuando el Diario es devuelto a sus propietarios y evoluciona hasta convertirse en un conglomerado mediático.
Los orígenes de El Comercio se remontan a los albores de la República. Es poco conocido que sus fundadores, el chileno Manuel Amunátegui y el argentino Alejandro Villota, habían luchado en la Guerra de la Independencia en bandos opuestos: Amunátegui en el bando realista y Villota al lado de los libertadores. Luego se hicieron amigos y fundaron el Diario. Inicialmente, fue un diario mercantil –de ahí el nombre– antes que político. Eso lo ayudó a mantener su independencia frente a los caudillos militares de la época. Sin embargo, no era ajeno a causas liberales como la abolición de la esclavitud, de la que fue abanderado desde su fundación.
En 1875, Amunátegui escoge como su sucesor a un joven redactor de origen panameño, José Antonio Miró Quesada. Poco después, estalla la Guerra del Pacífico y el Diario sufre clausura. Luego de la guerra, con la ayuda de Luis Carranza, sobrino de Amunátegui, Miró Quesada relanza el Diario y lo moderniza. Al fallecer Carranza en 1898, Miró Quesada se convierte en el único propietario. El siglo XIX termina con El Comercio como el diario más importante del país.
La segunda etapa de El Comercio se caracteriza por la marcada impronta de los Miró Quesada de la Guerra. Antonio, el hijo mayor de José Antonio, asume la dirección en 1905 y lo dirige hasta su asesinato en 1935; Aurelio y Luis lo codirigen hasta 1950, en que fallece Aurelio; y Luis continúa en la dirección hasta 1974, cuando la dictadura de Juan Velasco expropió la prensa. Otro hermano, Óscar –el popular Racso–, tuvo también roles muy destacados en el Diario, especialmente en la divulgación científica.
El Comercio de los hermanos Miró Quesada de la Guerra fue testigo privilegiado de la gran transformación del Perú: la llegada de los primeros automóviles y aviones en las primeras décadas del siglo XX, la aparición de la radio en 1925 y de la televisión en 1958. Pero también la gran migración del campo a la ciudad, las dos guerras mundiales y el auge de las ideologías que conmocionaron al mundo. El asesinato de Antonio Miró Quesada y su esposa a manos de un fanático aprista en 1935 dejaría una herida profunda en El Comercio que tomaría medio siglo en cerrarse.
El presidente Fernando Belaunde devolvió los diarios el día que asumió el poder en 1980. Empezaba el terrorismo demencial, que cobraría entre sus víctimas a Bárbara D’Achille, destacada periodista de El Comercio. Al Diario le tocó también informar y lidiar contra la hiperinflación y el populismo; el autogolpe de 1992 y sus secuelas; la corrupción de entonces y la de ahora. Pero también anunciar la llegada al Perú de los primeros teléfonos celulares en 1990, las primeras cabinas de Internet en 1994 y los ‘smartphones’ hace una década –que han revolucionado la manera como seguimos hoy las noticias–, así como el crecimiento económico que empezó en los años noventa.
El cambio de milenio fue especialmente fructífero para El Comercio, tanto desde el ámbito periodístico como empresarial. Se enfrentó decididamente a los planes de Alberto Fujimori de continuar en el poder, denunció la fábrica de firmas falsas y jugó un rol central en la divulgación del primer ‘vladivideo’. En el ámbito empresarial, dio un gran salto en la modernización del grupo al crear Canal N en 1999 y los diarios “Trome” en el 2001 y “Perú21” en el 2002. Por esos años empezó también la publicación mensual de encuestas a la opinión pública que hoy continúa.
A lo largo de su vida, El Comercio ha fluctuado entre posiciones liberales y conservadoras, en línea con la orientación de quien ejercía la dirección en cada momento, como sostiene el politólogo José Alejandro Godoy en su libro sobre El Comercio y la política peruana. Sin embargo, se pueden identificar varias líneas que ha procurado impregnar en la mayor parte de su historia: independencia del gobierno; defensa de la libertad y valores cívicos; promoción del desarrollo económico, la ciencia y la cultura; vocación por atender a toda la familia.
El futuro de El Comercio –como el de la prensa en todo el mundo– pasa por enfrentar con éxito el desafío de la digitalización y las redes sociales, pero, sobre todo, el de defender la relevancia de la veracidad en un mundo donde proliferan la desinformación y las ‘fake news’, cosa que a muchos parece no importarle demasiado. La búsqueda constante de la verdad y la formación del pensamiento crítico, para que sus lectores sepan apreciarla, es la gran tarea de los próximos años. Que sean 180 años más, El Comercio.