El presidente del Consejo de Ministros, Pedro Cateriano, ha completado la que parece ser una exitosa ronda de conversaciones. Ha conseguido dialogar con los líderes de la oposición con quienes, hasta hace un par de semanas, no se hubiera juntado ni en la peor de sus pesadillas.
A la cabeza del gabinete ministerial, sin embargo, todavía le falta una reunión. No se trata de algún político olvidado ni algún líder que por discreto haya pasado desapercibido. La cita que le falta es con su propio jefe, el presidente Ollanta Humala y, por qué no, con la jefa del partido de gobierno, Nadine Heredia.
Así como con los demás ha podido acordar consensos mínimos en pos de la tranquilidad que se necesita para estabilizar la economía y recuperar la paz social, es preciso que ahora convenza al propio presidente de la República y a la presidenta del Partido Nacionalista de que su comportamiento tiene mucho que ver con esa meta: para alcanzarla o para boicotearla.
Después de cuatro años de confrontaciones muchas veces innecesarias y de señales contradictorias respecto a temas esenciales en los que dio marcha atrás con demasiada facilidad, el Gobierno necesita a gritos la reconstrucción de la confianza. No solo la que Cateriano y su gabinete necesitan del Congreso de la República, sino la cotidiana, la que crea los espacios para la inversión y el desarrollo, y cuya ausencia los frena o los espanta.
Está muy bien que Cateriano, y también los líderes de la oposición, estén demostrando que son capaces de morderse la lengua por motivos superiores, pero eso no es suficiente. Lo será solo hasta que el Gabinete consiga el voto que necesita del Congreso, pero a partir de entonces será preciso un trabajo metódico para que la confianza sea más que ese voto parlamentario.
¿El Gobierno realmente quiere recuperar la confianza? Deberá trabajar intensamente, día a día, hilando fino sus gestos y palabras, haciendo del sí, sí, y del no, no.
Sin confianza no funciona ni siquiera una relación entre dos. En la base de toda relación, entre personas, con las empresas, con las instituciones, poder creer en el otro sin tener que auscultar cada cosa es lo que permite seguir adelante. Dudar, desconfiar la resquebraja, la hace débil y vulnerable. Una pareja que sospecha del otro, seguramente tiene los días contados. Una marca que pierde la confianza de sus clientes debe tomar acciones concretas para corregir lo que está funcionando mal y hacer una campaña para comunicarlo.
La confianza, además, es una característica fundamental del líder, tiene que ver con valores que inspiran y permiten funcionar de manera eficaz una organización. El político que cree que son el poder y la jerarquía los que facilitan ese funcionamiento, se engaña.
Al gobierno de Ollanta Humala le quedan 15 meses. Tiene varias opciones. Pueden ser 15 meses que los peruanos recordarán como el fin de un gobierno que, por factores internos y externos, errores propios o ajenos, según le acomode a críticos y defensores, adormeció la ilusión del crecimiento sostenido. Pero pueden ser también 15 meses en los que, a pesar del frenazo y las debilidades evidentes, el Gobierno supo reaccionar y sentar las bases para una transición en positivo. La confianza y el liderazgo que el presidente Humala sea capaz de inspirar serán decisivas.