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Maestros del caos
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“No podemos soportar más”, declaró a la prensa el alcalde de Chicama ante el asesinato de Elena Rojas en una chocolatada navideña organizada por la dinámica y comprometida regidora norteña en el poblado de Sausal. La balacera, en la cual fueron heridos siete niños, forma parte de una ola de violencia incontenible que conmueve a una región que expresa, como ninguna otra, no solo la crueldad que conmociona e indigna al Perú, sino también la paradoja –pienso en el nombre ‘La Libertad’– de una república secuestrada por sindicatos criminales. Administrada, si cabe utilizar este término, por un hombre riquísimo cuya familia nos cuenta, vía sus redes sociales, lo estupendamente bien que lo pasan en la Lima de la frivolidad, el dispendio y la indolencia, la región, sin la cual la mítica batalla de Ayacucho no hubiera sido posible, se desangra ante nuestros ojos.
A estas alturas parece que hemos olvidado ya el asesinato de un juez de paz de Chicama, el de un teniente alcalde en Virú, además del acribillamiento, en el sector La Barranca, de un periodista pacasmayino. De los asesinatos en los socavones mineros y de las detonaciones de edificios en Trujillo por parte de extorsionadores impacientes no hace falta hablar, cuando el último ocurrió esta semana. Lo que sí vale la pena recordar son los 2.000 homicidios, cuyo núcleo principal es la fuerza de trabajo, humilde y luchadora, de un país que se resiste a ser aniquilado por los depredadores de turno.
“La hora de los depredadores: el caos ya no es el arma de los insurgentes sino el sello del poder”, escrita por Giuliano da Empoli, ha sido definida como “un relato crepuscular y luminoso sobre el actual giro político y geoestratégico” por el que está atravesando nuestra doliente humanidad. En ese sentido, el referido libro es “un fresco apasionante de los César Borgia del mundo contemporáneo” para los cuales la política consiste en una mera acción irreflexiva, donde el objetivo fundamental es acceder a un poder omnímodo cargado de privilegios. De lo que se deduce que en este “nuevo orden mundial” la democracia es lo que menos importa. “Enfrentados al rayo y al trueno de Internet, de las redes sociales y de la IA, los líderes políticos se han sometido, con la esperanza de que los salpicara” una suerte de “polvo mágico”, cuyos efectos pueden ser extremadamente dañinos para la convivencia humana. Y es que para lograr una nueva territorialización planetaria es necesario, siguiendo el argumento de Da Empoli, desmantelar la democracia e instaurar, en su lugar, un nuevo modelo en el que prevalezca el caos y el presentismo. Lo interesante de esta coyuntura es que, mientras se va produciendo un proceso inédito en la historia universal, el Perú se encuentra paralizado por una consuetudinaria mediocridad presidencial, la cual fue definida en el contexto de una cultura de guerra cuya contraparte fue la corrupción. En breve, si recorremos la historia republicana del XIX, XX y parte del XXI, nuestro vertiginoso camino ha estado gobernado por un caos político, social y a ratos económico, el cual se ha encargado de modelar mentes y corazones.
“Otro país no hubiera resistido lo que el Perú ha resistido”, nos recuerda Julio Velarde, quien como presidente del BCR entiende mejor que nadie la grandeza de una república que no solo enfrenta estoicamente las consecuencias de una historia forjada a sangre y fuego, además de ambiciones desmedidas y altas dosis de traición, sino que crece y florece en condiciones inimaginables. Es por un desarrollo histórico muy doloroso, al que debe agregársele capacidad de trabajo y una enorme creatividad, que es posible entender los comentarios de José Rodríguez Elizondo. Para el escritor chileno, que vivió en el Perú por muchos años, su país de acogida cuenta con una vieja cultura, comparable a las europeas. Es de esa fuente, milenaria y diversa, de donde proviene el sedimento de un tipo de inteligencia que permite que el Perú se centre y equilibre solo, en medio del caos.
Lo notable es que, a estas alturas, descubramos que contamos con la destreza para transitar por ese caos que tanto le preocupa a Da Empoli. Quizás habrá llegado el momento para analizar al Perú, mediante la llamada “política cuántica” –indeterminada aunque complementaria–. Sobre todo –respecto de algo que pareciera ser nuestra habilidad innata– para reinventarnos y emprender el tránsito hacia lo desconocido.

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