A menos de dos semanas de terminar el 2024 y con el tic tac del incumplimiento de la regla del déficit fiscal por segundo año consecutivo sonando cada vez más fuerte, el ministro de Economía y Finanzas, José Arista, ha decidido patear el tablero.
Lejos del discurso que mantuvo todo el año, insistiendo en que el déficit –la diferencia entre los ingresos y los gastos del Estado Peruano– iba a bajar al 2% que se había marcado a inicios del 2024 o al 2,8% que fijó en julio el propio Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), Arista ahora está proponiendo cambiar las reglas fiscales para, según dijo en una conferencia, “que estas se orienten a buscar recursos para cerrar la brecha de infraestructura”.
¿Qué es lo que ha querido decir? No queda muy claro, pero en una entrevista con “Semana económica” el fin de semana afirmó que la regla estaba “mal hecha” porque “debería decir que los aumentos para tal o cual sector no deben ser más de equis por ciento o de un aumento similar al del PBI”.
Como debería saber el ministro Arista, las reglas macrofiscales vigentes ya establecen no solo topes al déficit y a la deuda pública como porcentaje del PBI, sino también al aumento del gasto no financiero y del gasto corriente determinados por cuánto ha crecido la economía peruana en 20 años.
Y estas reglas, que el ministro no se ha preocupado en cumplir y que ahora, casi terminando el partido, propone alegremente cambiar, son las que han permitido que el país construya las fortalezas macroeconómicas que nos han asegurado la confianza de las agencias calificadoras de riesgo y de los inversionistas, incluso en medio del constante zafarrancho político del país.
Pintar, falsamente, a las reglas macrofiscales como un obstáculo para el crecimiento o para la inversión, o como ineficaces porque el MEF no encuentra cómo usarlas en sus negociaciones presupuestales con el Congreso, suena tan absurdo como culpar al tamaño del arco de la diferencia de goles en el marcador.
Llama la atención que lo haga, además, cuando el Instituto Peruano de Economía (IPE) pronostica que lo más probable es que tampoco se cumplan los topes del déficit en el 2025 y el 2026, sumando cuatro años consecutivos de incumplimiento.
Lo que deberíamos exigirle a Arista es que, en lugar de buscar cambiar las reglas porque ha sido incapaz de cumplirlas, acepte que el principal obstáculo para el crecimiento económico y para la sostenibilidad fiscal es su presencia en el MEF.