Esta semana se cumplen tres años de las elecciones del 2016. Dentro de dos años estaremos eligiendo al presidente del bicentenario. Como la campaña empieza el 2020, mucho de lo que veamos en los próximos 12 meses tendrá que ver con el desarrollo de las precandidaturas presidenciales y parlamentarias para el 2021.
Como es habitual en el Perú, se empezará a hablar de los ‘outsiders’. En el 2003 escribí un artículo que se llamaba “La amenaza fantasma”. En él decía algo que sigue vigente: “Los ‘outsiders’ tienen el atractivo de la novedad y la coraza de la irresponsabilidad [...]. Aunque su lenguaje puede ser incendiario, ofrecen al mismo tiempo ejercer un liderazgo autoritario para acabar con los privilegios y liquidar la corrupción. La segunda vuelta electoral puede ser un buen cerrojo para un ‘outsider’ extremista, porque la población es más moderada que radical, pero no para un aventurero astuto que sepa adaptar su lenguaje a cada etapa del proceso electoral”. El ‘outsider’ de entonces, Ollanta Humala, quedó segundo en el 2006 y ganó las elecciones del 2011, cuando moderó su discurso.
No siempre gana un ‘outsider’. En abril del 2014, en los tiempos en que se hablaba de “la reelección conyugal” escribí un artículo titulado “El outsider del 2016”, en el que sostenía que “Keiko Fujimori tendría asegurado su pase a la segunda vuelta […]. Más difícil es prever quién será su contendor. En las encuestas más recientes, el segundo lugar lo ocupa PPK […] el espacio desde donde podría surgir el candidato sorpresa es la izquierda moderada”. Ese candidato pudo ser Julio Guzmán, quien quedó fuera de carrera cuando ocupaba el segundo lugar en febrero del 2016. Finalmente, PPK superó ajustadamente a Verónika Mendoza en la primera vuelta y derrotó “por un pelín” a Fujimori en la segunda.
A diferencia de hace 5 años, hoy es muy difícil anticipar quiénes serían los candidatos con más opción para el 2021. Como corresponde a esta etapa en la que todavía no hay candidaturas, la encuesta mensual de El Comercio-Ipsos pregunta por personalidades con las que más simpatiza políticamente. El resultado es una gran dispersión: ninguna supera el 15% y más del 30% dice que por ninguna. Hasta hace un par de meses, el primer lugar lo ocupaba Fujimori (11%). El mes pasado apareció de pronto George Forsyth con 13%, directamente al primer lugar. Luego, quedaron Fujimori (9%), Guzmán (8%), Jorge Muñoz (7%) y Mendoza (5%). Dada la repentina aparición de Forsyth en el escenario, es difícil saber si se sostendrá.
Aunque es prematuro vislumbrar candidatos atractivos, sí es posible identificar tres grandes corrientes políticas en busca de candidatos. En un extremo, un sector conservador, partidario de la “mano dura” y contrario a lo que ellos denominan la “ideología de género”. En el otro extremo, un sector de izquierda radical, con tintes etnocéntricos. Es decir, que reclama no solo contra el “modelo económico” sino también contra la globalización y la inmigración venezolana. Al medio, un amplio sector moderado, con variantes progresistas y liberales, pero también populistas.
La novedad sería que el primer sector, que apoyó en el 2016 a Fujimori, estaría ahora a la búsqueda de un candidato propio. Si no encuentra un buen candidato, el sector menos politizado de ese electorado podría migrar hacia un caudillo de extrema izquierda, siempre que tenga un perfil autoritario y suscriba posiciones conservadoras en términos de género. Lo primero es común y lo segundo no es infrecuente.
Lo que no sería novedad es que haya demasiadas candidaturas. Para reducir su proliferación ayudaría mucho que se aprueben las elecciones internas obligatorias, simultáneas y abiertas que propuso la comisión Tuesta. Si ello ocurriese, la participación del electorado a las votaciones convocadas por cada partido sería un indicador de su apoyo popular. Los partidos que no alcancen una participación mínima quedarían fuera de carrera. Partidos organizados como FP, Apra, APP, AP y el FA deberían apoyar esta reforma, si confían en su capacidad de movilización.
No sabemos quiénes serán los candidatos, pero sí está bastante claro que todos los manchados por el escándalo Odebrecht no tienen opción de triunfo. Tampoco la tendrían si fuesen candidatos –que no creo que lo sean– el presidente Martín Vizcarra o Salvador del Solar. Como he comentado anteriormente, su desgaste es inevitable en un Estado disfuncional como el peruano. Lo que sí están a tiempo de decidir es si optan por sobrellevar los próximos meses eludiendo los conflictos o si se atreven a tomar medidas más audaces que despierten el entusiasmo de un sector de la población. En cualquier caso, serán duramente criticados, pero si optan por el segundo camino podrían dejar algunas huellas que les permitan regresar a la política con más fuerza en el futuro.
*El autor es presidente ejecutivo de Ipsos Perú.