En su viaje a Jordania el Papa Francisco agradeció la tolerancia con los católicos que son minoría en este país musulmán. “La libertad es de hecho un derecho humano fundamental que expresa mi esperanza que será respetada en el Medio Oriente y en el mundo” enfatizó. Tiene razón cuando destaca el tema de la libertad, que junto con varios principios de la democracia, entre ellos la tolerancia, es necesaria para que se respete la pluralidad de credos que hay en el mundo.
En la antigüedad, salvo excepciones, la intolerancia era la regla. Los romanos respetaron las creencias de otros pueblos siempre y cuando no atentaran contra la seguridad del Imperio. Por supuesto este concepto quedaba a la interpretación de las autoridades romanas, porque persiguieron a los judíos y cristianos. Pero los cristianos también fueron intolerantes con otras creencias y con los ateos. Recordemos el linchamiento de la filósofa Hipatia por una muchedumbre enardecida, según muchos historiadores, arengada por Cirilo, luego canonizado porque junto con Metodio introdujeron el cristianismo en Rusia y otros países eslavos. Las cruzadas fueron otro caso de intolerancia, tanto musulmanes como cristianos se trataban de infieles.
En 1572, durante la famosa noche de San Bartolomé, fueron masacrados en Francia 10,000 hugonotes (protestantes) a instancia de los católicos intransigentes de la liga. En este país estallaron ocho guerras de religión. En 1641 los irlandeses cometieron en el Ulster diversas crueldades, asesinatos y torturas contra los “herejes ingleses”. La intolerancia religiosa estuvo presente en Occidente a través de la Santa Inquisición.
A pesar de estas y otras atrocidades las creencias religiosas continúan, incluso muchas de ellas se han consolidado. Se practica el Shintoismo, el budismo, el brahamanismo, cristianismo, islamismo y judaísmo en sus diversas modalidades. Cabe resaltar que estas creencias aparecieron en el Oriente. Por ejemplo el monoteísmo judeo-cristiano-musulmán. Toynbee sostiene que junto al monoteísmo, los pueblos del medio oriente aportaron al mundo el alfabeto y la navegación comercial por el Mediterráneo. Todavía hay politeísmo, por ejemplo los shintoístas creen en ocho millones de dioses. Occidente antes de la introducción del cristianismo fue politeísta.
¿Por qué ahora somos más tolerantes? Se debe a varios posibles factores. Que muchas personas son indiferentes con los credos religiosos. También ha contribuido la separación entre la Iglesia y el Estado. Asimismo, la secularización de la sociedad y el pensamiento occidental. Si ahora se respetan las diversas creencias religiosas, salvo las fanáticas, es porque aceptamos que son inofensivas y no tienen efectos negativos para nosotros y la sociedad. La tolerancia no debe entenderse como un “permitir” o “soportar” porque de ser así estaríamos discriminando o seriamos arrogantes. La tolerancia para que tenga un valor moral debe radicar en el “reconocimiento del otro” y en la dignidad del ser humano, aceptar que el ser humano vale por el hecho de serlo y no por condiciones extrínsecas. Fue precisamente el filósofo alemán Emmanuel Kant que planteó la idea de una religión basada en la razón en donde la tolerancia es entendida como respeto a la dignidad de la persona. Según él, los deberes morales nos inducen a que las personas no puedan ser utilizadas como un medio, porque son un fin en sí mismas. Su concepción religiosa se fundamenta en la razón, más allá de los diferentes credos.
El enunciado de Kant sirve para medir los grados de intolerancia y tolerancia que existen en una cultura. Esta medición no sólo debe ser aplicada en el campo religioso, sino en otros aspectos de nuestras vidas. Así podemos ser tolerantes con las ideas de los demás, aunque no nos gusten, en la medida que los otros sean también tolerantes con nuestras ideas. Pero ¿hasta qué punto debemos ser tolerantes con individuos o grupos nazis y fascistas, los tiranos de todo pelaje, sexistas, racistas, homófobos, imperialistas, colonialistas o fundamentalistas? Desde luego los límites de la tolerancia se sustentan en criterios morales, pero también jurídicos. No podemos ser tolerantes con los intolerantes, sobre todo cuando eliminan, excluyen, ofenden y maltratan a las personas que no creen o piensan como ellos. A estos grupos se les debe aplicar la ley siempre y cuando esta proteja los derechos humanos.
No podemos ser indiferentes cuando se violan los derechos humanos, porque sino seremos cómplices de las atrocidades de los intolerantes. En una democracia todos somos iguales, no caben exclusiones del prójimo y porque somos iguales somos libres. Sin embargo, a pesar de los avances en esta dirección todavía habrá que seguir luchando contra las intolerancias que surgen en nuestras sociedades, sean de carácter religioso o de cualquier índole.