Editorial El Comercio

Días atrás, en un encuentro con sus partidarios, reveló que había llegado a un acuerdo con el partido Juntos por el Perú (JPP), del congresista Roberto Sánchez, para participar en las elecciones del próximo año. Como se recuerda, hace poco Humala había quedado fuera de la carrera electoral, luego de que la Corte Suprema anulara la inscripción del vehículo con el que pretendía llegar al poder. Esto, tras confirmar, en dos instancias, lo que cualquier ciudadano de a pie puede advertir escuchando alguno de sus afiebrados discursos: que el expresidiario tiene un proyecto político reñido con la democracia y los derechos fundamentales, y que el régimen constitucional no puede ser tan tonto de dejar que quien pretende destruirlo avance libremente en este empeño.

Por ello, la decisión de JPP de prestarse al juego de Humala ha levantado una polvareda de críticas, especialmente en el interior de la organización. Según ha contado más de un directivo del partido, la decisión la tomó el presidente, Roberto Sánchez, sin consultarlo con las bases ni someterlo a votación. Una denuncia grave que el parlamentario ha tratado de minimizar argumentando que “en tiempos electorales siempre hay ánimos internos y disputas”.

No es la primera vez que lo decimos aquí, pero nunca deja de sorprender la incoherencia de los líderes de izquierda, a los que les gusta llenarse la boca hablando de democracia y de la importancia de escuchar a las bases, y que, sin embargo, se comportan en sus partidos como tiranos cuyas decisiones se acatan y luego recién se explican (si es que lo hacen). En el caso de Sánchez, además, no solamente les ha dado la espalda a sus partidarios, sino también a los principios de su agrupación, una que se dice respetuosa de la diversidad sexual y que ahora debe tragarse el sapo de ver a su nuevo compañero de campaña expresándose en términos ofensivos contra la población LGTBI.

Más allá de las posibles sanciones a las que podría exponerse JPP (hay quienes sostienen que al cobijar a un enemigo de la democracia ponen en riesgo su propia inscripción), el partido ya ha quedado retratado como uno al que le importan más los votos que pueda arañar que el compromiso con el Estado de derecho. Al final, quizás tenga razón Antauro Humala cuando afirma que el nombre de la entente debería ser “Juntos por Antauro o algo por el estilo”. Eso es precisamente lo que han hecho Roberto Sánchez y los suyos: poner a Antauro por encima del Perú. Y cuanto más rápido lo transparenten, mejor para los votantes.

Editorial de El Comercio

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