
Han pasado 18 años desde que millones de peruanos celebramos la designación de Machu Picchu como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno. Hoy, ese mismo santuario enfrenta la real posibilidad de perder tan preciado título, y la responsabilidad recae sobre quienes han convertido la gestión de nuestro patrimonio más valioso en un espectáculo de negligencia.
La organización New7Wonders ha emitido una severa advertencia: la ciudadela incaica podría ser retirada de la prestigiosa lista por no cumplir con los estándares internacionales de preservación y gestión. Las razones son alarmantes: alta presión turística sin gestión sostenible, incremento desmedido de precios, riesgo al patrimonio histórico, prácticas irregulares en venta de boletos, problemas de transporte terrestre y limitaciones en políticas de conservación.
Las autoridades regionales, municipales y nacionales han sido advertidas durante meses por diversos gremios del sector turismo, pero optaron por la indiferencia. El conflicto por la concesión de la ruta Hiram Bingham, que mantiene 4.000 turistas varados con bloqueos violentos, ejemplifica una gestión desastrosa.
Asimismo, la disputa entre Consettur y San Antonio de Torontoy, adjudicada sin planificación por la Municipalidad de Urubamba, demuestra la ausencia de un plan maestro integral. Mientras las empresas se pelean por control económico, el patrimonio mundial se deteriora y nuestra imagen internacional se desploma.
No es sorpresa para nadie que Machu Picchu sea el principal motivador de viajes internacionales al Perú: de 4,5 millones de visitantes anuales, 1,5 millones vienen específicamente a la ciudadela inca. Perder este título sería devastador para el turismo nacional. La advertencia coincide con preocupaciones de la Unesco, que señala que los niveles de visitantes exceden los aprobados y manifiesta inquietud por desafíos de gobernanza.
Es imperativo que autoridades cusqueñas, el gobierno nacional y la población comprendan la gravedad de esta situación. Exigimos acciones inmediatas: plan maestro integral, coordinación efectiva entre instituciones, control riguroso de capacidad de carga y aforo, y que se ponga por delante el interés nacional a mezquinos intereses particulares.
Tenemos una joya arqueológica única, una maravilla del mundo, pero nuestra incapacidad de gestionarla adecuadamente puede llevarnos a perder este importante reconocimiento que solo ha traído beneficios al país.

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