
No existen en el diccionario palabras elegantes o moderadas para calificar a Juan José Santiváñez, ministro del Interior. La frescura de sus acciones y la desfachatez de su defensa, junto con la de todo el Gabinete y la misma presidenta Dina Boluarte, han llegado a niveles estratosféricos.
La sobrecogedora muerte de Paul Flores, cantante del popular grupo Armonía 10, a manos de extorsionadores, ha definido editoriales y posiciones políticas –algunas muy tardías– en contra del tóxico e ineficiente ministro. Pero hay una lista bastante larga de asesinados, víctimas de extorsionadores y crimen organizado, que pueden resultar anónimos para la opinión pública, pero cuyos nombres están en la memoria de cientos de familias destrozadas.
Santiváñez, torpemente, ha intentado graficar una suerte de “western peruano”, en el que quienes matan y mueren son parte de la masa delincuencial, sugiriendo que el 70% de las víctimas tienen antecedentes.
En esta tierra de nadie, las cifras del Sistema Informático Nacional de Defunciones indican que en el 2024 se asesinaron a más de 2.000 personas, y el presente año no pinta mejor. Si hay un récord que el gobierno de Boluarte ha roto, es este. Pero al ministro no parece importarle, pues se encuentra inmerso en una bíblica lucha por vencer a los “caviares”.
Ahora, el primer ministro quiere convencernos de que un nuevo estado de emergencia salvará Lima de la delincuencia. Habría que ser bien ingenuo para creer que, tras incontables declaratorias de emergencia en diferentes distritos y provincias del país, la situación va a mejorar. La ineficiencia del ministro no se soluciona con una publicación en “El Peruano”, pero sí impacta negativamente a nivel internacional. Somos un país de sicarios y extorsionadores. Welcome to Perú.
Lo que el país necesita son soluciones rápidas, inteligentes y técnicas. Interior no es una cartera fácil, pero un liderazgo positivo a la cabeza ya sería un buen primer paso ante la mediocridad en la que nos encontramos. O Santiváñez da un paso al costado, o la presidenta Boluarte le exige su renuncia. Ambos escenarios parecen imposibles. Y es que, para conducir un país aún en la adversidad, se necesita inteligencia, no solo en las unidades policiales, sino en el cerebro de quienes nos gobiernan. Lamentablemente, para esto último, no hay intervención estética, ni cirujano, que ayude a un “lifting” de materia gris.