Al cierre de este artículo, aún no había sido sometida a votación la moción de vacancia contra el presidente Pedro Castillo. De manera que no hay certeza sobre el resultado (aunque, si se mantienen las cosas como estaban hasta el domingo, es probable que la oposición no haya alcanzado los 87 votos que necesitaba). Sin embargo, en este espacio no quiero abordar ese asunto, sino un tema que está pasando a un segundo plano como consecuencia de la crispación política.
Hoy es el último día de Zoraida Ávalos como fiscal de la Nación. Luego de estar tres años como máxima autoridad del Ministerio Público, le dejará su puesto de manera provisional a su colega Pablo Sánchez, quien asumirá funciones este miércoles y estará en ese cargo hasta que la JNJ termine su proceso de selección de los nuevos fiscales supremos, posiblemente en el mes de mayo. El domingo recién concluyó la evaluación de conocimientos y han quedado 14 postulantes aptos para que rindan el examen curricular respectivo.
En la fiscalía, al ser una institución jerárquicamente organizada, el cambio de Ávalos por Sánchez supone un giro en cómo se ha ido conduciendo esta entidad. Son públicas las diferencias que han tenido ambos fiscales supremos en casos como, por ejemplo, Los Cuellos Blancos. Cada uno se mostró más cercano a las dos fiscales que estaban en conflicto. Mientras a Ávalos se la veía más próxima a Sandra Castro, Sánchez lo era con Rocío Sánchez; y así con otros fiscales y con otros subsistemas que componen el Ministerio Público.
Pero eso no es todo. Sánchez asumirá el cargo con el círculo más próximo del presidente investigado y con orden de detención: los sobrinos Fray Vásquez y Gian Marco Castillo, quienes, hasta el cierre de este artículo, siguen sin ser ubicados, al igual que el exsecretario de Palacio de Gobierno, Bruno Pacheco. Y con la lobbista Karelim López declarando ante la fiscalía como aspirante a colaboradora eficaz, si es que ya no se sumó otro delator más.
Ya Castillo, a fines de febrero, mostró no tener reparos en arremeter contra la fiscalía y acusarlos de formar un complot en su contra. Así que no sería una sorpresa que pase a una posición más ofensiva. De hecho, el Gobierno ya empezó a mover sus cartas. Una de ellas: ubicar otra vez a Martín Gonzales, alias ‘Conejo’, al frente de la Digimin.
Con un presidente acorralado por denuncias de corrupción, es necesario estar aun más alertas sobre lo que serán capaces de hacer para no perder poder. Y aquí la fiscalía cumple un rol crucial. Será Sánchez el encargado no solo de reorganizar el Ministerio Público, sino de salvaguardar la independencia de los fiscales para que avancen en sus investigaciones sin interferencias políticas que, de hecho, se presentarán.