Candidatos a la alcaldía de Lima participaron de evento sobre seguridad ciudadana y criticaron ausencia de Reggiardo y Belmont en debates. (Foto: Alessandro Currarino)
Candidatos a la alcaldía de Lima participaron de evento sobre seguridad ciudadana y criticaron ausencia de Reggiardo y Belmont en debates. (Foto: Alessandro Currarino)
Fernando Vivas

El mejor relato gana. El de Daniel Urresti es espectacular, pero no necesariamente ganador. Es el drama de un hombre acechado por viejos fantasmas de la lucha antisubversiva que se materializarán en una lectura de sentencia que podría acabar con él enmarrocado el jueves. Como si eso fuera poco, hay un pedido de tacha por una condena por difamación que no consignó en su CV. El JNE tiene que decidir –si no lo hizo tras cerrar estas líneas– si lo excluyen o no.

En el relato de Urresti ya no manda lo que haría por Lima si gana, sino lo que pasará con él en las próximas horas. Sus problemas personales están opacando su promesa de orden y mano dura contra el mal. Por supuesto, si lo absuelven, empezará a recuperar lo que estaría perdiendo en estos días, pero no sabemos si eso sería suficiente para ganar. El Poder Judicial tiene modos de juzgar y contar que no se perciben como definitivos. La jueza Miluska Cano, que dictará su sentencia, añade otro toque perverso a esta historia: está investigada por una denuncia de tocamientos a un menor de edad. Ella misma, que tiene buena reputación de jueza, reveló la existencia del caso y sugirió que lo habían promovido los interesados en los casos sensibles que tiene entre manos.

El relato de Jorge Muñoz no es espectacular; es clásico y se arraiga en la tradición electoral limeña: el blanco o ‘colorado’, hábil en su entorno y en su distrito segmentario (Miraflores), quiere prodigarse a la Lima entera. Ahora tenemos una Lima que se quiere contar a sí misma desde sus distritos populosos y sus conos, como San Juan de Lurigancho o Los Olivos; pero no hay un candidato favorito que encarne eso.

Por lo tanto, el miraflorino Muñoz aún puede entusiasmar lampa en mano –de paso que recuerda su símbolo en una cédula sin rostros–, en sus últimos paseos por la nueva Lima. Un relato que, para no hundirse en la tradición clasista, se procuró un término, ‘Limaflores’, que no vendía tanto lo ‘aspiracional’ social, sino una idea de gestión marketera que haga ‘marca’. Al parecer, pese a las críticas inmediatas, la ocurrencia lo puso en el marcador. En estos relatos de blancos en pos de las masas, el humor autoescarnecedor también ayuda: Muñoz tuvo su tete-a-tete con el ‘Gringo’ Karl.

El relato de la burbujita densa y digna (Alberto Beingolea) que le reventó en la cara al ‘Hermanón’ Belmont, nació en pleno debate y no sabemos cuánto podrá progresar. También nació allí el relato del izquierdista Enrique ‘yo soy un vulnerable’ Fernández, pero en las elecciones no ganan los cuentos tiernos sino los dramáticos, los épicos. Urresti tiene el casi imposible reto de convertir su esperpento en una épica. Muñoz tiene que apurar el paso y a la vez pisar más fuerte en sus visitas a la Lima que recién empezó a conocer.