“Señores de las FARC, señores del ELN, quiero decirles que aquí en el Perú tenemos un presidente con los pantalones bien puestos y con decisiones firmes”, dijo Laura Bozzo, quizá imaginando que esa advertencia tendría algún eco remoto en las columnas terroristas que se desplazaban por la selva. Después se supo –los detalles asoman desde la página 80 del expediente 031-2002 de la Corte Superior de Justicia– que esos programas especiales, como el de la violencia en Colombia y uno dedicado a la captura de ‘Feliciano’, eran previamente coordinados entre Vladimiro Montesinos y José Francisco Crousillat. Al guion dictado por el asesor presidencial solo había que agregarle histrionismo y decibeles, facultades que Bozzo desplegaba de lunes a viernes a la hora del almuerzo.
Cada vez que la guerra en Colombia cruzó la frontera hacia el Perú hubo consecuencias políticas notables, como la enorme farsa que organizó Vladimiro Montesinos para evadir las investigaciones por el desvío de armas hacia los campamentos de las FARC. El 21 de agosto del 2000, en el ocaso del régimen, un enjuto Alberto Fujimori convocó a una conferencia de prensa para denunciar que el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) había hallado evidencias del desvío de 10 mil fusiles del Ejército Peruano a la selva de Colombia. Pero la CIA había realizado su propia investigación, que apuntaba a que el gestor de ese desvío era Montesinos. Comparado con este escándalo, el ‘speech’ de Laura Bozzo era una anécdota folclórica.
–“¿Quedó claro, amigo?”—
El siguiente episodio que vincula a las FARC con el Perú ocurrió en el 2002 sobre la orilla colombiana del río Putumayo, en la frontera de Loreto. “Las FARC no harán ningún problema en esta frontera. Al contrario, seguirán apoyando a muchos que se mueren por falta de medicina y hambre, ya sean peruanos, brasileños o colombianos. ¿Quedó claro, amigo?”, le dijo ‘Tiberio’, jefe de este grupo en la zona, a los periodistas de El Comercio Javier Ascue y Lino Chipana, que recorrieron durante varios días este territorio para, gracias a diversos contactos, encontrarlo y entrevistarlo.
Pero ‘Tiberio’ mintió. En el 2007, la Fuerza Pública colombiana analizó las laptops incautadas a varios jefes de las FARC y encontró varios mensajes remitidos por estos a ‘Artemio’ (ex cabecilla senderista en el Alto Huallaga) y ‘José’ (que encabeza hasta el momento a las columnas terroristas del Vraem). Estos contactos, en los que se coordinaban visitas al Perú para entrenamientos militares, habían comenzado en el 2006. Ese mismo año, Montesinos fue sentenciado a 20 años de prisión por el desvío de armas: paradojas del calendario.
En otra exitosa escalada militar, las Fuerzas Armadas colombianas abatieron a ‘Mono Jojoy’ en el 2010 y a ‘Alfonso Cano’ en el 2011; ambos cabecillas de las FARC guardaban en sus laptops diversos documentos, algunos de los cuales mencionaban contactos aun más precisos con la facción terrorista de ‘José’ en el Vraem. En más de 50 correos analizados, se hablaba de la venta de armas de senderistas a terroristas de las FARC (pagaban hasta US$9 mil por un fusil), el planeamiento de atentados conjuntos y la búsqueda de financiamientos.
En el 2010 –cuando este enlace ya era más o menos frecuente–, Lino Chipana regresó a la selva y recorrió otra vez el río Putumayo. En la localidad de Santa Rosa del Estrecho, buscó a los contactos que en el 2002 lo habían llevado hasta el escondite de ‘Tiberio’ (que fue abatido en el 2004). Unos habían huido, a otros los habían asesinado. Las huellas en la frontera habían sido borradas.
–La puerta entreabierta–
En estos últimos días, en los que el Gobierno de Colombia y las FARC confirmaron el fin de una larga guerra, una pregunta recorre silenciosa los territorios de las fronteras de ese país: ¿Qué harán aquellos que no quieran soltar las armas? En Caballococha, Santa Rosa del Estrecho y otras localidades del lado peruano, la presencia de colombianos en el circuito del narcotráfico no es reciente, aunque hay indicios de que cada vez son más, y más activos. A fines del 2015, en una entrevista con El Comercio, el director de Política contra las Drogas de Colombia, Javier Flores, reconoció que el control en esta zona es “ineficiente”.
En realidad, esta frontera siempre ha sido vulnerada. Una cosa es lo que Laura Bozzo leía en un ‘teleprompter’, pero otra cosa es lo que se dice y escucha en las aguas turbias del río Putumayo.