Por Carlos Cabanillas
Omar Chehade y Elizabeth León habían llegado a la sede del Colegio de Arquitectos del Perú (CAP) junto con sus respectivas portátiles. Se esperaba la llegada de Gonzalo Alegría y Yuri Castro, ambos involucrados en sendas denuncias. George Forsyth, Daniel Urresti y María Elena Soto no aparecieron. Tampoco estuvo López Aliaga, aunque se anunció que lo reemplazaría su jefe de plan de gobierno. Y no alcanzó a llegar el truculento Alegría, quien se quedó enredado en sus versiones. Finalmente solo arribó Castro, con lo que quedó lista la mesa del debate del jueves 22 de setiembre a las 11 a.m., con los animados representantes de tres partidos: Perú Libre, Alianza para el Progreso y Frente de la Esperanza 2021.
La expectativa del pelotón de la segunda fila está justificada. Dos semanas antes de las elecciones municipales del 2018, Jorge Muñoz estaba noveno. En aquella encuesta de Ipsos publicada el 17 de setiembre en este Diario, punteaba Reggiardo, seguido por Belmont, Urresti, Beingolea, Castañeda Pardo, Capuñay, Cornejo y Lay. Y al día siguiente de este debate, la esperanza llegaría en forma de encuesta de Datum publicada en “Gestión”: un 22% aún se debatía entre el blanco y el viciado. Había espacio para crecer. Y las cifras obtenidas en Lima por Forsyth, Urresti y López Aliaga en las presidenciales del 2021 hacían presagiar que el techo podría ser más amplio e iluminado para algún nuevo fenómeno electoral en ciernes.
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Chehade insistió en la necesidad de alcanzar un “equilibrio urbanístico” a través de un plan Marshall que cierre brechas de infraestructura y priorice la Costa Verde. En su plan de gobierno, por cierto, participó el experimentado arquitecto Jorge Ruiz de Somocurcio. El candidato criticó “el desastre” de la ATU, alegando que es el alcalde quien debe rediseñar el transporte urbano. Por ejemplo, formalizando mototaxis, mejorando paraderos y ciclovías, e invirtiendo en transporte público masivo. También prometió la titulación de los vecinos que viven en las zonas altas de la capital, para que así puedan acceder a agua potable. Paralelamente, Chehade anunció la creación de un millón de empleos. Al día siguiente, repetiría sus propuestas en el mercado de productores de Santa Anita. La agenda seguiría con el parque Cánepa en La Victoria, caminatas en Villa María del Triunfo, Magdalena, Comas, San Juan de Miraflores y Villa El Salvador.
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Finalmente, Chehade advirtió que levantaría el inconstitucional enrejado de la Plaza Mayor que afecta a los negocios de la zona. Y dejó un anuncio: el Congreso censuraría al ministro del Interior por ese enrejado. Al día siguiente, sin embargo, no alcanzaron los votos para aprobar la moción de censura. Pero al menos APP votó a favor. Y es que son conocidas las discrepancias entre el candidato y su partido. Existen quejas en su equipo por el poco apoyo en esta “campaña franciscana”. Casi como si el líder no quisiera que Chehade gane, pero sí sus candidatos distritales. Otra duda es sobre su gobernanza, si acaso llegara a la alcaldía. El JNE le excluyó a 24 regidores, y la muñeca necesaria para convencer a la oposición no es poca cosa. Para gobernar se debe tener el voto de 21 regidores de un total de 39. Un escenario extremo es el de María Elena Soto, la única regidora sobreviviente en la lista de Avanza País. Como todos los demás regidores de su lista fueron excluidos –incluyendo al candidato a la alcaldía– ella automáticamente se convirtió en la solitaria aspirante al municipio de Lima. De ganar, sería una alcaldesa sin concejo municipal, pues este sería de la oposición.
La otra mujer es Elizabeth León, quien prometió agua potable para todos, más áreas verdes y poner en valor las cuencas. “Lima crecerá hacia arriba”, explicó, y prometió combatir la informalidad. También anunció nuevos paraderos, mejora de la semaforización y la implementación del diseño geométrico de la intersección para facilitar la circulación vehicular. León tiene una propuesta polémica sobre seguridad ciudadana: empadronar a los extranjeros. No lo mencionó en el debate, pero sí en una entrevista otorgada a este Diario. “Nuestra competencia [en temas de seguridad] está muy limitada”, explicó, desmitificando la idea de que el alcalde es un sheriff.
Y es que la desangelada campaña municipal ha sido protagonizada mayoritariamente por dos tipos de propuestas tan imposibles como absurdas: las de funciones propias del Gobierno Central y las que ya se han implementado. León no es tan elocuente y firme como Chehade, pero tiene experiencia técnica. Es una ingeniera civil con muchos años de experiencia en el sector público y ningún juicio pendiente. Pero eso no es necesariamente una buena señal si lo que se requiere es pisar los callos de las varias argollas mafiosas del Estado. Y le cuesta deslindar de dos personajes que pesan sobre su expectante campaña: Fernando Olivera y Pedro Castillo. No es casual que su candidatura sea constantemente apoyada por los periodistas y tuiteros más afines al gobierno.
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Pero el hombre del lápiz es Yuri Castro, quien no dudó en enfrentarse al moderador del debate al defender el enrejado de la Plaza de Armas. Sus propuestas incluyeron poner en valor la Quinta Heeren, renovar acuerdos con la ATU, implementar una escuela de serenos y contar “con todo el apoyo” del Ministerio del Interior, tanto del actual como de los varios que vendrán. Finalmente, propuso que si tanto molestaba el enrejado de la Plaza de Armas podían retomar la idea del Museo de las Culturas y trasladar el despacho presidencial a un lugar menos visible. No aclaró si sería en Breña.
Castro, por cierto, es uno de los cuatro candidatos a Lima denunciados por algún tipo de violencia sexual o psicológica. Y si ampliamos el espectro, 41 de los 42 distritos tiene más de un candidato con denuncias policiales. Es fácil imaginar lo que sucede en el resto del país. El sanisidrino Víctor Bazán, por ejemplo, ha admitido consumir marihuana y tener armas sin licencia y multas por manejar con alcohol en la sangre. Pero rechaza las acusaciones de maltrato psicológico hechas por su expareja.
La recatafila de acusaciones afines ha llevado la judicialización de la política a otro nivel. Un nivel de subsuelo, evidentemente. A pesar de todo, y entre podridos, congelados e incinerados, se espera que en la última semana sin encuestas públicas despunte algún misterioso ‘dark horse’ que venga atropellando desde atrás. El más favorecido en la carrera por Lima es Urresti, claro, porque todas estas denuncias son moco de pavo al lado de su caso. Pero ya no es un lunar dentro del grupo de querellados. Extrañamente, quien no le ha sacado provecho político al hecho de no tener (aún) denuncias sexuales es ‘Porky’, quien por confesión propia solo ejerce violencia contra su propio cuerpo. Mi cuerpa mis reglas, diría Mayra Couto.
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