Al 2026 le han arrancado páginas del calendario y las han pegado en el 2024. Antes, en el 2023, se debe confirmar si esto surtirá efecto. Como bien saben, el 20 de diciembre pasado, el Congreso aprobó con mayoría absoluta de 93 votos, el proyecto de adelanto de elecciones para abril del 2024. Pero –mucho ojo- se requiere una segunda votación, así que el adelanto vale lo que un billete partido en dos. La otra mitad recién la tendríamos, ¿en marzo?, ¿en febrero?.
Antes de responder por la fecha, respondamos una pregunta más acuciante: ¿qué pasa si no votan muchos? Si consigue 87 votos o más, bingo; si tiene entre 66 y 86 votos, la reforma del adelanto podría ir a referéndum; si votan menos de 66, todo se fue al agua y, el escándalo o crisis sería tan grande que pensaríamos en una amputación política: que Boluarte renuncie para que el mismo Congreso, agónico y desde el pozo de su deslegitimación aunque con la Constitución en la mano, convoque elecciones sin dilación. Esto último es futurismo pesimista. Pero el resultado de la segunda votación excede nuestra capacidad de hacer pronósticos. Lo que les puedo contar es qué se está haciendo para asegurar que, al menos, la votación se lleve a cabo.
Ni pa’trás ni pa’lante
El presidente del Congreso, José Williams, tras hablar con su bancada, con otros portavoces y con sus colegas de la mesa directiva, decidió ampliar la actual legislatura que debía acabar el 15 de diciembre hasta el último día de enero del 2023. Pensó en hacerlo hasta febrero, según me cuenta una fuente de su entorno; pero entonces ese era un horizonte muy lejano y quedó en enero. La idea era darse unas semanas de tiempo para discutir las reformas políticas que requieran cambios constitucionales y legislativos. Según el artículo 49 del Reglamento del Congreso, basta una resolución de la presidencia para decretar el alargue.
Mira: Así fue la primera votación del adelanto de elecciones.
La siguiente legislatura, en la que se tiene que confirmar el adelanto y cualquier otra reforma que se vote en las próximas semanas; debiera empezar en marzo tal como dice el reglamento del Congreso (según el Art. 49, empieza el 1 de marzo y acaba el 15 de junio). La sola idea de 130 congresistas en receso en febrero mientras las protestas ponen a Boluarte contra las cuerdas, ¿suena horrible, no? Claro que sí y, por eso, Williams y otros congresistas pensaron que se podría adelantar la legislatura a febrero. (En justicia al Congreso, aclaremos que entre una legislatura y otra, se detienen plenos y sesiones de comisiones, pero no son vacaciones como en otras entidades. Los congresistas suelen seguir despachando y recibiendo gente).
Volvamos al dilema de Williams. El 16 de febrero, cuando la mayoría estábamos en shock por los muertos en Ayacucho, este declaró, según consta en una nota del centro de noticias del Congreso: “Se puede adelantar la segunda votación de la reforma constitucional”. No es tan fácil. El reglamento permite al presidente postergar el fin pero no adelantar la fecha de inicio de la legislatura. Para hacerlo, se requiere enviar a la Comisión de Constitución un proyecto de resolución legislativa, que este haga un dictamen favorable y que se vote (una sola vez, pues no es reforma constitucional) en el pleno. Una fuente cercana a Williams, pero ajena a su equipo, me dijo que este “quiere adelantar la legislatura, que está muy preocupado por la salud del país, que incluso tiene discusiones con miembros de su bancada [Avanza País] que no piensan lo mismo”. Otra fuente, de su equipo, confirmó lo que dijo la otra fuente, pero con un matiz: que otros congresistas le han hecho ver que existe un escollo legal para adelantar la legislatura, y él quiere estar seguro de ello.
¿Cuál es el escollo? Se trata de la sentencia del Tribunal Constitucional del 11 de noviembre del 2021 que declaró inconstitucional la Res. Legislativa 021-2020-2021-CR que partió en dos una legislatura ordinaria, precisamente, para hacer reformas constitucionales. El TC razonó que la Constitución ha dado un tiempo razonable para que se madure y confirme la decisión de cambiarle un detalle; de modo que desdoblar legislaturas y apresurar votaciones no es lo adecuado. Sin embargo, en este caso no se desdoblaría una legislatura, sino que se ampliaría una y se adelantaría otra. En el caso del adelanto de elecciones, si se aprobara en los primeros días de febrero, ya habría pasado un mes y medio desde su primera votación. Y la calle lo demanda. El escollo podría saltarse.
Seguí consultando fuentes congresales y me dijeron otra razón por la que Williams no plantea el adelanto de legislatura. Sucede que algunas bancadas le están pidiendo que amplíe una vez más la actual legislatura argumentando –ya lo adivinaron- que así se da más tiempo al debate de reformas. Literalmente, el presidente del Congreso no sabe si ir para atrás o para adelante. Le consulté por escrito a la primera vicepresidenta, la fujimorista Martha Moyano, y me respondió: “la mesa puede ampliar legislatura, pero lo que no puede hacer es adelantar legislatura, eso no es posible”. Hablé con otra fuente fujimorista que me dijo algo similar, que veía más probable que se amplíe esta legislatura a que se adelante la próxima. El receso acostumbrado de legislatura, eso sí, está descartado porque en estas circunstancias sería un escándalo
He ahí el dilema de Williams y de sus 129 colegas. Si se amplía la legislatura se corre el riesgo de que el debate se entrampe, se apruebe poco o nada y la opinión pública reconfirme el desgano congresal para adelantar las elecciones. Si se anticipa la próxima legislatura con la expresa razón de completar al billete del adelanto de elecciones, quizá el Congreso salve alguna vida y nos ahorre varios destrozos.
Se quedó Dina
No sabemos si Boluarte llegará al 2024, pero sabemos que el 1 de enero se queda en el Perú. Su plan para viajar a Brasil fue un despropósito abortado el miércoles, tras la andanada de críticas al proyecto de ley que planteaba que el presidente del Congreso reemplace al presidente cuando se queda sin vices y se le antoja viajar. Los varios juristas y políticos que criticaron el proyecto, quedaron sorprendidos de que un hombre de derecho como el ministro de Justicia, José Tello, haya formulado una figura que desnaturaliza el equilibrio entre poderes. La relación de Boluarte con la mesa directiva es armoniosa, y la Comisión de Constitución acató rápidamente el pedido para debatirlo; pero, vamos, la idea de prestar a Williams para que despache en Palacio de Gobierno, hace demasiado ruido. El propio Tello –prueba de su responsabilidad, tal como me la subrayó una fuente palaciega- tuvo que salir a comunicar, con cierta reticencia, que se cancelaba el viaje.
Mira: Dina Boluarte abortó su proyecto de viajar a Brasil por un atajo controvertido.
Sin embargo, no fue Tello el autor de la idea del viaje. Ministros y diplomáticos del entorno de Boluarte, pensaban que ella debía aprovechar la presencia de otros presidentes en Brasil –no estaban seguros de quiénes irían pero era fácil presumir que varios- para hacer lo que han llamado ‘diplomacia presidencial’. Suena bonito, pero la ruta escogida fue atroz. Con el frente interno convulso, el escape de año nuevo con la idea de convencer a los presidentes Fernández de Argentina, Petro de Colombia, Arce de Bolivia o al mismísimo AMLO si acude a Brasilia, para que la tratencon consideración; parecería tan frívolo como el aún no conjurado receso congresal de febrero.
Se confirmó la existencia de una maldición brasilera de año nuevo. Un quinquenio atrás, Martín Vizcarra no llegó a departir con Jair Bolsonaro porque, apenas llegado a Braislia, regresó para comandar la protesta contra el fiscal Pedro Chávarry que había depuesto a sus subalternos Rafael Vela y José Domingo Pérez. La calle se agitó en plena noche vieja. Esta vez, en Palacio me hablaron de adelantar un plan B: que Boluarte viaje a alguna región no tan caliente, con las protecciones del caso. En efecto, el viernes partió a la ciudad de Cusco.
Dina sin épica
Que el gabinete Otárola obtenga el voto de investidura, no será gran reto. Varios congresistas han dicho que se lo darán, sin siquiera aplicar el retórico, ‘primero oiremos, luego evaluaremos’. Ahí no está, en el Congreso, el próximo gran reto de Boluarte y de su primer ministro. Está en las protestas de las regiones que ya tienen muertos que enrostrarle. Varios gremios hablaron de una tregua que terminaría el miércoles 4 de enero. En un primer encuentro macroregional del sur ocurrido en Arequipa, dirigentes de diversos gremios han acordado empezar (o reiniciar, para algunos) un paro indefinido y la preparación de una marcha hacia Lima. Puno se adelantó. La región más díscola de los últimos quinquenios termina el año con bloqueos en la carretera que conecta su capital con Bolivia. Muchos ciudadanos toman botes y lanchas para surcar el lago hacia sus destinos. No se puede bloquear al Titicaca.
Cuando indago qué piensa hacer la presidenta para responder política y humanamente a las muertes en las protestas; encuentro vaguedad y silencio en mis fuentes. Por supuesto, en el plan que Otrárola está armando para leer en el Congreso, habrá acentos en destrabe de proyectos e inversión pública en el Sur. Por ejemplo, el jueves estuvo en Palacio el gobernador electo por Arequipa, Rohel Sánchez, oyendo las promesas del destrabe de Majes Siguas II y de la construcción de vías e infraestructura. Pero eso es el largo plazo que excede a este gobierno y al propio gobernador.
No es fácil replicar en el corto plazo a quienes piden la renuncia del gobierno y rechazan sentarse a dialogar con él. Se podrá negociar con gobernadores y algunos alcaldes, pero difícilmente con los frentes de defensa y gremios que enarbolan reclamos maximalistas: ¡renuncia ‘Dina asesina’, ‘cierre de Congreso vendepatria’, adelanto de elecciones al 2023, ‘cárcel para mandos militares y policiales genocidas’, asamblea constituyente!. El Sur quema tanto que los desplazamientos de los ministros son temidos y desaconsejados. Solo llegan a zonas y ciudades donde cuentan con seguridad.
Castillo había convertido su casa en Puña en eje de su narrativa de representante de los excluidos. Guido Bellido, cuando era premier, montó a caballo e irrumpió haciendo promesas en el corredor minero que atraviesa parte de su natal Chumbivilcas. A la presidenta Dina Boluarte ni siquiera han podido llevarla a su natal Chalhuanca en la sierra de Apurímac. Pregunté a mis fuentes, ¿por qué no ha ido aún?, y me confirmaron que la idea está sobre la mesa. Si -al cierre de estas líneas- no ha sucedido aún y no hemos visto reportajes de Dina en tour por sus orígenes será porque la zona está tan caliente que correría peligro. Un solo desplante o botellazo viralizado arruinaría el propósito de la visita. El viaje para hacer ‘diplomacia presidencial’ en Brasil fue una ilusión de la presidenta para escapar a todo esto. En buena hora se canceló. El frente interno la reclama y la rechaza a la vez.