Las variables para determinar la aprobación de Martín Vizcarra han cambiado. Si bien es un presidente cuyo respaldo ciudadano se define por su manejo de las crisis, según el politólogo Omar Awapara, antes de la pandemia esta cifra dependía de su relación con el Congreso y ahora se explica solo por su gestión en el gobierno. El coronavirus parece haberle dado la llave para escapar de esa dependencia.
“Antes había una distancia entre la aprobación presidencial y la del Ejecutivo. Ahora se está acortando, parece haber un contagio entre ambos. Es una tendencia de frente unido en torno al líder. La gente parece estar atenta casi solo a lo que hace el gobierno. El Congreso ya no tiene mucho protagonismo en la cifra. Es un tema de gestión”, sostiene Awapara.
Según la última encuesta de El Comercio-Ipsos, el presidente hoy tiene una aprobación de 83% –solo cinco puntos menos que el mes pasado–; y su gobierno, 68%. En el momento más alto de las tensiones con el Congreso, Vizcarra sumó 79%; y el Ejecutivo, 43%. Si bien se trata de sondeos con metodologías distintas, la diferencia entre las cifras es relevante, confirma el politólogo.
Manejo de la escasez
La explicación a este fenómeno es comparativa: lo que ocurre frente a lo que podría ocurrir. Según Awapara, director de la carrera de Ciencias Políticas de la UPC, la gente todavía percibe que el gobierno maneja la escasez de recursos de forma satisfactoria, pese a la evidencia de que el sistema de salud empieza a colapsar. En otras palabras: la alta aprobación implicaría un fuerte nivel de consciencia de las limitaciones que se enfrentan en el control de la pandemia.
“En una mirada comparada: podríamos estar peor. Hay países que lo están. No somos un país de primer mundo, no tenemos los equipos de salud o los recursos para enfrentar esta crisis. Pero dentro de todo, somos conscientes de lo que tenemos. Se había llegado a hablar hasta de saqueos, pero no ha ocurrido. No se ve todavía un desborde social ni sanitario de esa magnitud”, explica.
Esto es cierto más allá de la situación crítica que viven distintos hospitales del país. Como ha reportado El Comercio, las áreas para pacientes con COVID-19 y el mortuorio del Hospital de Ate se han desbordado, mientras que los ventiladores operativos y las camas de cuidados intensivos escasean. Algo similar pasa en otros centros de salud: el Hospital de Canto Grande, el Guillermo Almenara, el de la Policía o el de Áncash han colapsado, como lo ha mostrado este Diario.
Aún así, el presidente habría logrado ubicarse como el llamado a batallar contra décadas de desidia en el manejo de la salud pública. “Vizcarra no está prometiendo nada que no va a poder cumplir. Está siendo sincero. Eso lo ves en la mezcla de los sentimientos que genera su mensaje diario: la gente lo ve con preocupación y con esperanza. No necesariamente lo ve para recibir buenas noticias”, dice Awapara.
Según el sondeo, los informes diarios de Vizcarra generan preocupación en un 48% de los peruanos, y esperanza en un 47%. El resto de sentimientos que genera son igual de opuestos. Por eso, el politólogo aclara que el manejo de la escasez no es una percepción escrita en piedra. “Esto puede cambiar rápidamente si siguen aumentando los casos o las muertes de forma descontrolada”, dice.
Nos desaprobamos
La contraparte a este fenómeno está en la desaprobación de los peruanos hacia su propio comportamiento. Mientras que el 79% apoya la respuesta del gobierno ante la crisis, la misma cantidad de peruanos desaprueba la actitud de la ciudadanía. Durante los 35 días que lleva la cuarentena, en noticieros y redes sociales se han acumulado imágenes de personas violando el estado de emergencia. Y Vizcarra ha resaltado día a día la cifra de detenidos por hacerlo.
De todos los evaluados en la encuesta –Fuerzas Armadas (90%), Policía (86%), personal médico (85%), personal de limpieza (86%), y el propio Ejecutivo– la autoevaluación de los peruanos es la que anota el porcentaje más bajo. Solo el 19% aprueba a “la población en general", incluso por debajo de las cifras del Congreso y los ministros.
“Llama la atención esta diferencia. Hemos estado acostumbrados a no ver al Estado durante mucho tiempo y ahora es visible su presencia en las calles y en la economía. No es que añoremos tener a los militares en las calles, pero se ve que están. En cambio, la percepción hacia el comportamiento ciudadano es crítica porque no se le ve haciéndose cargo”, dice Awapara.
Como ha informado Vizcarra, el Perú está todavía en la primera etapa de control de la pandemia. Le queda todavía –por lo menos, en palabras del presidente– un año por delante. Por ahora, el gobierno ha logrado mantener a la ciudadanía agrupada en torno a su estrategia de manejo de la crisis. Resta ver si esto es sostenible en el largo plazo.
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