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Músculos, hormonas y vida larga: el ejercicio de fuerza no es solo para ellos
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Músculos, hormonas y vida larga: el ejercicio de fuerza no es solo para ellos

Músculos, hormonas y vida larga: el ejercicio de fuerza no es solo para ellos

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Durante años nos vendieron que el cardio era el camino al “cuerpo ideal” y que levantar pesas era solo para fisicoculturistas, o influencers con tríceps brillantes. No pudieron estar más equivocados: si eres mujer, el ejercicio de fuerza debería ser tu mejor amigo, sobre todo si te interesa tener equilibradas, una vejez activa y un metabolismo que no se duerma a los 40. Y no, no vas a “ponerte gigante” por tocar una mancuerna. Aquí te cuento por qué entrenar con fuerzas no es negociable.

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Para empezar, el músculo no es solo estética: es tejido metabólicamente activo, es un regulador hormonal natural y es una de las mejores herramientas para prevenir el deterioro que viene con la edad. ¡Ajá! Esto va mucho más allá de verse tonificada o “durita”. Estamos hablando de salud real, independencia física y bienestar hormonal para una buena longevidad.

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Juan Carlos Fangacio

En ese sentido, el entrenamiento de fuerza ayuda a mejorar la sensibilidad a la insulina, lo que significa menos picos de glucosa, menos antojos, menos cansancio y más estabilidad emocional. Además, estimula la producción de hormona de crecimiento y testosterona, que (aunque en menor cantidad) también necesitamos las mujeres para mantener energía, deseo sexual, masa muscular y claridad mental.

Ejercitarnos con regularidad mejora la calidad de vida en general, especialmente a medida que envejecemos. (Foto: iStock)
Ejercitarnos con regularidad mejora la calidad de vida en general, especialmente a medida que envejecemos. (Foto: iStock)
/ Antonio_Diaz

Y ya que estamos hablando de hormonas, no podemos dejar de lado la perimenopausia y la menopausia. Cuando los estrógenos empiezan a bajar, entrenar fuerza ayuda a contrarrestar la pérdida natural de masa ósea y muscular, y regula mejor el cortisol (ese jugador silencioso del estrés crónico). Eso quiere decir que —con mayor razón— debemos trabajar para mantener ese tejido metabólicamente activo. Al final, es un beneficio adicional para transitar estos cambios inevitables en la mujer de una manera más estable y, como bonus, sintiéndonos bien.

Ahora, si hablamos de longevidad, aquí no se trata de solo “vivir más”. Aquí nos interesa vivir mejor. ¿De qué sirve vivir hasta los 90 si no puedes subir unas escaleras sin perder el aliento o abrir un frasco sin ayuda? El entrenamiento de fuerza mantiene tu densidad ósea, te protege contra la osteoporosis y mejora tu equilibrio, lo que disminuye el riesgo de caídas y fracturas en la adultez. Y la cosa no termina ahí. También fortalece tu metabolismo, lo que significa que seguirás usando esa energía de forma eficiente, incluso cuando no estés entrenando. Puesto en sencillo: más músculo, más vitalidad, menos achaques.

¿Y cómo impacta en el cerebro? El ejercicio de fuerza también mejora el ánimo. Cuando entrenamos se dispara la liberación de endorfinas (un neurotransmisor que nos hace sentir bien), mejora tu calidad de sueño, ayuda a regular el cortisol y te hace sentir más fuerte, física y emocionalmente.

Entonces, ¿por dónde empiezo? No necesitas empezar con discos de 20 kilos ni volverte atleta olímpica. Puedes comenzar con ejercicios de peso corporal, bandas elásticas, mancuernas livianas y rutinas guiadas. Lo importante es ser constante y progresiva. Idealmente, 2 a 3 sesiones por semana de 30 a 45 minutos son un excelente punto de partida. Y si puedes combinarlo con algo de movilidad, descanso adecuado y una alimentación balanceada, mejor aún.

Recuerda, esto no se trata de vanidad, si no de prevención. Hacer fuerza no es “volverse masculina”, ni “romperse la espalda”, ni “verse más marcada”. Es construir una base sólida para envejecer con dignidad, energía y autonomía. Es cuidar tus hormonas sin necesidad de 10 suplementos. Es sentirte fuerte para cargar las bolsas del súper y llevar una vida llena de vida. //

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