No es usual ver a los miembros de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC, por sus siglas en inglés) felices y sonrientes, aunque eso probablemente solo se debe a que es inusual verlos.Seguir a @tecnoycienciaEC !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Y es que esta semana hicieron noticia tras aceptar formalmente cuatro nuevos elementos químicos, cuyos números atómicos son 113, 115, 117 y 118 (los únicos que faltaban en una de las filas de la tabla periódica).
“La comunidad química tiene muchas ganas de ver su más preciada tabla con su séptima fila finalmente completa. La IUPAC ya inició el proceso de formalización de los nombres y símbolos de estos elementos”, dijo el profesor Ene Reedijk, presidente de la división de química inorgánica de la IUPAC.
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(Foto: AP)
Pero, ¿te has preguntado de dónde vienen esos nombres que nos teníamos que aprender en la escuela?
Regla
El nombre de nuevos elementos puede ser inspirado por un concepto mitológico, un mineral, un lugar, una propiedad o un científico. Asimismo, tienen que ser únicos y mantener “una consistencia histórica y química”.
“Latinizan el nombre”, explica el químico Andrea Sella, del University College London. “La tradición más reciente ha sido nombrar a los elementos en honor a lugares o personas”, comenta.
Por ejemplo, lugares como aquellos en los que los elementos han sido descubiertos o manufacturados por primera vez.
Una aldea sueca muy distinguida
Y no hay lugar más honrado en este universo químico que una aldea en una pequeña isla en las afueras de Estocolmo. Se trata de Ytterby y ostenta cuatro elementos nombrados en su honor: ytterbium (en español, iterbio), yttrium (itrio), erbium (erbio) y terbium (terbio). Pero ahí no termina su protagonismo.
De no haberse agotado las posibilidades que ofrece su nombre, habría otros tres elementos que probablemente habrían sido bautizados con una variación de este, pues fue en Ytterby donde se originó su descubrimiento. Para ser más precisos, en su modesta mina rica en depósitos de tierras raras.
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El itrio además fue la primera tierra rara aislada con éxito. (Foto: Thinkstock)
Como ya no se podía acortar más el nombre de la aldea, para estos últimos tres elementos los químicos escogieron: holmium (holmio, el nombre latino de Estocolmo), thulium (tulio, el nombre mítico de Escandinavia), y gadolinium (gadolinio, en honor al químico sueco Johan Gadolin).
Hasta el momento, nadie ha nombrado un elemento en honor a sí mismo, pero varios nombres son tributos a científicos importantes. A Albert Einstein le dieron einsteinium (einstenio).
Los nombres también han sido usados para corregir errores del pasado. “Lise Meitner fue la química que realmente descubrió la fisión nuclear, pero nunca fue reconocida por ser mujer y judía”, señala Sella. “Poder darle a un elemento un nombre que nos la recuerde es muy importante para mí”. Ese es el meiterino.
Creativos...
Los científicos a veces dejan volar la imaginación. Los nombres míticos son populares. Prometeo fue nombrado por el personaje de la leyenda griega que robó el fuego de los dioses para dárselo a los humanos. Como castigo lo amarraron a una roca para que un águila se alimentara de su hígado.
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(Foto: Getty)
El nombre fue escogido para reflejar el hecho de que sintetizar nuevos elementos a menudo requiere sacrificio.
Luego está el caso del didimio, que se pensó era un elemento pero resultó ser una mezcla de dos. A estos se les puso praseodimio y neodimio.
“La razón por la que estos dos me gustan es que se llaman ”el gemelo verde“ y ”el nuevo gemelo“, dice Sella. ”Didimio viene de la palabra griega para gemelo, pero de hecho, también significa testículos“.
Y románticos
Darle un nombre a un elemento no es solo cuestión de funcionalidad. “Hay mucho romance en esto: los nombres siempre son importantes”, asegura Sella.
El proceso de nombramiento no es rápido. Los científicos que descubren los elementos lo inician haciendo una propuesta. Sin embargo, le corresponde a la IUPAC aprobarla.
Una división especial de este grupo, con sede en Estados Unidos, tiene que aceptar la propuesta.
Luego hay un período de revisión pública que dura cinco meses antes de que el concejo de IUPAC le otorgue la aprobación final. Una vez listo, el nombre es anunciado en la revista científica “Pure and Applied Chemistry”.