Caster Semenya ganó en Alemania el campeonato mundial de los 800 metros planos, luego de lo cual saltó a la fama, no solo como atleta, sino como mujer nacida con una biología diferente. (Foto: EFE)
Caster Semenya ganó en Alemania el campeonato mundial de los 800 metros planos, luego de lo cual saltó a la fama, no solo como atleta, sino como mujer nacida con una biología diferente. (Foto: EFE)
Elmer Huerta

La semana pasada, el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS, por sus siglas en francés, y el mismo que falló en contra de Paolo Guerrero) rechazó la apelación que había presentado la atleta sudafricana Caster Semenya para que se le permita seguir compitiendo. Si quiere hacerlo, dice el TAS, Semenya debe tomar medicamentos para disminuir la testosterona que produce su cuerpo de manera natural.

En el 2009, a los 18 años, Caster Semenya ganó en Alemania el campeonato mundial de los 800 metros planos, luego de lo cual saltó a la fama, no solo como atleta, sino como mujer nacida con una biología diferente.




—Inspecciones oculares y pruebas genéticas—

En las Olimpiadas de Berlín de 1936, las atletas Stella Walsh de Polonia y Helen Stephens de EE. UU. fueron duras rivales en la prueba de los 100 metros planos. La vencedora, Stephens, fue acusada por Walsh de ser hombre, por lo que los jueces alemanes examinaron sus genitales y sentenciaron que era mujer. Irónicamente, cuarenta años más tarde, la acusadora Walsh fue asesinada y su autopsia reveló que tenía genitales ambiguos, es decir era mujer intersexo. Lo mismo sucedió en 1938 cuando la atleta de salto alto Dora Ratjen fue acusada de ser hombre. Muchos años después, se reveló que también era intersexo. Debido a esas controversias, a mediados de los años40, las autoridades olímpicas empezaron a exigir “certificados de feminidad” a las atletas, los cuales eran expedidos por sus federaciones de atletismo.

El problema se agravó en los años 50, cuando Rusia empezó a participar en los juegos olímpicos, arrasando todas las medallas femeninas. Al sospecharse que eran hombres, en 1966, las autoridades olímpicas decidieron no confiar en los exámenes hechos por las federaciones de los países, e implementaron los “desfiles al desnudo” de las atletas, para examinarles sus genitales, en que incluso se les pedía que se acostaran con las rodillas dobladas para exámenes más detallados de la vulva.

Debido a múltiples protestas, a fines de los años 60, el Comité Olímpico Internacional y la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés) empezaron a solicitar pruebas de cromosomas en las atletas. La atleta polaca
Ewa Klobukowska fue la primera en ser rechazada porque se comprobó que, además de cromosomas XX, era XXY. La naturaleza empezaba a demostrar que la sexualidad de los seres humanos no es binaria XX(mujer) o XY(hombre), sino que existen tonos de gris.

El examen genético causó grave daño emocional, cuando atletas que habían sido criadas como mujeres y se sentían mujeres, eran notificadas que su prueba genética revelaba que no eran “tan mujeres” como pensaban. Ese fue el caso de la atleta española María José Martínez Patiño, quien, a pesar de tener cuerpo y genitales femeninos, tenía cromosomas XY (de varón) y testículos internos, pero por una mutación genética sus tejidos eran insensibles a la testosterona. Argumentando que el exceso de testosterona que producía no le daba ventaja deportiva, Martínez fue la primera atleta en protestar contra las pruebas genéticas en 1985. En 1988, la IAAF le permitió competir, pero ya era muy tarde, su carrera estaba arruinada. Debido a la presión de organizaciones médicas y atletas, a mediados de los noventa, la IAAF prohibió las pruebas genéticas.

—El caso de Dutee Chand—

Dutee Chand, una de las mejores atletas hindúes de todos los tiempos, tenía 18 años cuando ganó la medalla de oro en los juegos juveniles asiáticos del 2014. Debido a su apariencia, Chand fue sometida –sin que ella supiera para qué– a exámenes de ultrasonido de la pelvis y de sangre para medir su testosterona, la cual salió elevada. Sus resultados fueron filtrados a la prensa y, de un día a otro, fue acusada de ser hombre, y las autoridades deportivas dictaminaron que solo podría competir si tomaba medicinas para bajar el nivel de testosterona.En julio del 2015, Chand ganó el juicio que le hizo a la IAAF y pudo competir otra vez. Sus abogados presentaron datos del COI, que demostraron que –al igual que en el caso de la española Martínez Patiño– siete de ocho atletas femeninas con niveles altos de testosterona examinadas antes de las Olimpiadas de Atlanta en 1996 tenían mutaciones que hacían que sus tejidos fueran insensibles a la testosterona, por lo que esa condición no mejoraba su rendimiento físico.

—Corolario—

Al parecer, la reciente decisión contra Caster Semenya se basa en estudios que indican que un exceso de testosterona en la mujer le aumenta en un 4,4% la masa muscular, entre un 12% y un 26% la fuerza y un 7,8% la hemoglobina, estudios que han sido considerados defectuosos por investigadores de la Universidad de Colorado.

El hecho es que la historia demuestra que las atletas que no se ciñen al estereotipo de la mujer tipo han sido abiertamente discriminadas por las autoridades deportivas. ¿A alguien se le ha ocurrido por ejemplo hacerle pruebas genéticas o niveles de testosterona al nadador Michael Phelps, para explicar su extraordinaria envergadura y sus enormes brazos? ¿Si a él se lo glorifica, considerándolo un superhombre, por qué Caster Semenya, Dutee Chand y otras atletas no pueden ser consideradas supermujeres, si nacieron así y no están engañando a nadie? ¿Por qué se las castiga por ser diferentes cuando la biología demuestra que los seres humanos no nacemos solo hombres (XY) o mujeres (XX)?

Al respecto, Caster Semenya sentenció en un tuit la semana pasada: “Ellos se ríen de mí porque soy diferente, pero yo me río de ellos porque son todos iguales”.

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