Era el 17 de agosto del 2011. Se jugaba en el Camp Nou, ante más de 90 mil espectadores, la final de la Supercopa de España entre el equipo local, Barcelona, que entonces entrenaba Pep Guardiola, contra el Real Madrid, dirigido por José Mourinho. Era un partido con mucha tensión, los ánimos venían revueltos después de otros enfrentamientos en los que ambos habían peleado la victoria hasta el último segundo del partido. En esta oportunidad ganaron los locales con gol de Lionel Messi en el minuto 88. El Barcelona era nuevamente campeón de la Supercopa española, tras ganarle una final al Madrid después de muchos años. Entonces, al final del partido, algunos jugadores se metieron en una trifulca, producto del no saber perder de los blancos. Marcelo, Mesut Özil y David Villa son expulsados en medio de la gresca, pero un hecho llama mucho más la atención: el entrenador del Madrid se dirigió hacia Tito Vilanova, entonces asistente técnico de Pep, y le metió un dedo al ojo, aprovechando su distracción. “¿Tito Vilanova? Que hablen las cámaras o el cuarto árbitro. Yo he sido educado para jugar como un hombre y no caer el primero. No conozco quién es Vilanova”, dijo, cínico, en la conferencia de prensa posterior. A pesar de que ya había sido campeón de la Champions con el Porto y el Inter de Milán y exitoso DT del Chelsea, gran parte del mundo conoció así a José Mourinho.
Entonces, su fama de técnico picón, su no saber perder, sus constantes provocaciones y el hecho de convertir a algunos de sus jugadores en el fiel reflejo de eso –notorios fueron los casos de Pepe o Marcelo, que dejaron numerosos ejemplos de conducta antideportiva con Mourinho a cargo más que en cualquier otro momento de sus carreras-, erigieron al entrenador nacido en Setúbal, Portugal, un 26 de enero de 1963, en el antipático por excelencia de la órbita futbolística. Odiado por unos y amado por otros por esa misma razón, supo construir un personaje mediático que ha ido siempre de la mano con sus éxitos como técnico. De hecho, al llegar al Madrid no solo encontró jugadores capaces de reflejar solo su inconformismo en la derrota, sino también su egolatría: Cristiano Ronaldo era el nuevo buque insignia, tras las marchas de Raúl y Guti. ¿Quién mejor que un goleador portugués para interpretar los designios de su compatriota?
“Por favor, no me llamen arrogante, porque lo que digo es verdad. Además, soy un campeón europeo, no soy alguien más del montón. Creo que soy alguien especial”, le dijo a la prensa en junio del 2004, cuando el Chelsea lo presentaba como su nuevo entrenador. Su falta de modestia llamó la atención de todos, porque era evidente que lo último que le preocupaba era ser políticamente correcto. Entonces, nació el apelativo con el que se le identifica hasta hoy: The Special One.
Más que un técnico
A fines del 2020, Netflix estrenó “The Playbook”, serie que revelaba los secretos y el trabajo de los mejores entrenadores del mundo. Un episodio estaba dedicado a José Mourinho. Al inicio, se le pregunta por los recuerdos de su infancia (“no quiero hablar”), por alguna experiencia infantil que ayudara a formar su filosofía (hizo un gesto negativo con el rostro y dijo “no preguntes eso”) o dónde aprendió las cosas que se volvieron valiosas para él y respondió: “No quiero hablar de otros. Si yo era lo más importante, ¿Por qué debería hablar de otros?”. No perdió tiempo para alimentar la leyenda de su soberbia.
Sin embargo, si es realmente un villano, es uno con muchos matices. Por ejemplo, está su rivalidad con Pep Guardiola. “En esta sala, él es el puto jefe, el puto amo, es el que más sabe del mundo, yo no quiero ni competir ni un instante. Solo le recuerdo que hemos estado juntos 4 años”, le dijo Pep en una conferencia de prensa de abril del 2011, en la que aprovechó para responder a algunas frases picantes de su colega. Mourinho había llevado al límite la tensión fuera del campo en los encuentros entre el Barcelona y el Real Madrid y el catalán decidió que era hora de responderle con firmeza. Estas declaraciones las dio un día antes de un encuentro de Champions que enfrentaría a los dos equipos y que, finalmente, ganaría el Barcelona con goles de Messi. No es difícil imaginar a quién llamaron “Puto amo” los diarios al día siguiente. A pesar de aquella rivalidad, Mourinho ha revelado que tiene comunicación con Pep fuera de las incendiarias conferencias de prensa que protagonizaron en el pasado. “Hay momentos en la vida que no olvidamos”, ha contado el luso el 2021. “No olvido cuando murió mi padre (en 2017), él sabía lo importante que era para mí. Me llamó. Cuando murió su madre, yo también lo llamé. Hay cosas que la gente no ve, que no necesitamos compartir”.
Además de esta rivalidad histórica y la llamativa relación entre los técnicos, inolvidable es, también, el abrazo que se dio con el defensa y símbolo neroazurri Marco Materazzi en la calle, después de ganar la Champions League con el Inter de Milán, el 2010. “Pocos pueden decir que son mis amigos, pero soy muy amigo de mis amigos”, le ha confesado a Hristo Stoichkov. La ex estrella búlgara está entre los pocos que pueden contarse cercanos a Mourinho. Se conocen desde cuando este era asistente de Louis Van Gaal en el Barcelona, donde jugaba Stoichkov, en los años 90. “Cuando yo no era nadie me trataste con mucho cariño y tú eras uno de los mejores jugadores del mundo”, le dice Mou en el Especial por los 30 años de la Premier League que puede verse en Star +. Otro que tenía su indudable admiración era Diego Armando Maradona. “Maradona y Diego. A Maradona lo conoce el mundo. El mundo nunca lo va a olvidar. Me aseguro de que mi hijo sepa mucho sobre él, aunque haya nacido después de que Maradona jugara. Y sé que mi hijo, cuando sea padre, no dejará que sus hijos lo olviden (…) Y luego está Diego, el hombre, y a él lo extraño. Siento mucho no haber pasado más tiempo con él. (…) En mis derrotas más grandes siempre me llamaba. En mis victorias, nunca. Extrañaré a Diego. Estoy muy triste, pero tengo una sonrisa por el tiempo que pasé con él”, declaró Mourinho, casi aguantándose las lágrimas, tras la muerte del Pelusa.
“¿Qué le ha dado y le quitado el fútbol a José Mourinho?”, le preguntaron en una entrevista. “Me ha quitado las cosas básicas de la vida –respondió el entrenador-. Quieres comer un helado tranquilo con tus hijos y tu mujer, no puedes. Quieres ir de vacaciones buscando un lugar tranquilo, no puedes ir. Quieres ir a hacer cosas básicas de la vida, y no puedes. Te ha quitado toda la privacidad que tenías en tu vida. Y al final, quien pierde con esto son los míos, más que yo, pierden los míos”. Y agregó: “El fútbol es una parte importante de mi vida, mi vida son los que están en casa. Pero el fútbol me ha quitado más”. A veces, el personaje mediático se devora al hombre.
Mou, José Mou
“¿Un gran villano para James Bond? José Mourinho. No hay nada mejor que eso, ¿verdad?”, declaró el cineasta Sam Mendes, responsable de las últimas dos entregas del 007, en una entrevista para The Guardian. Tras la espectacularidad de Skyfall (2012) o Spectre (2015), en las que tuvo como villanos a Javier Bardem o Christopher Waltz, Mendes reveló su interés por contar con el hoy técnico de la Roma para ocupar el lugar de villano si él dirigiera una tercera película de Bond. Una opción que describe lo que significa José Mourinho en cuanto a impacto mediático, así fuera broma. Si él quisiera –y, quizás, incluso, sin tomar clases de actuación- podría pasar a la historia de la franquicia, al lado de otros ilustres malvados, como Stavro Blofeld, Goldfinger o Scaramanga. “The Special One” suena como un nombre preciso para ello, después de todo.
Hace poco, rechazó encargare de la selección de su país para quedarse en Italia. “Quiero dar las gracias al presidente de la federación portuguesa: me dijo que yo no era la primera opción, sino la única, y que haría todo lo posible por traerme a casa y eso me llenó de orgullo, pero me negué porque soy feliz aquí, en Roma”.
Para bien y para mal, con sus momentos malos y buenos, Mourinho ha conseguido un apostolado mundial a su nombre –una cifra superior a 3 millones de personas lo sigue en Instagram, más que a muchos futbolistas- y el “mourinhismo” es, incluso, considerado un estilo, una propuesta de juego para no pocos en el planeta. No sorprende, viniendo del hombre que dijo “Siempre he sentido que el fútbol es una religión, no un deporte”.
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