BAYLY EN LIMA. El lunes 17 de julio, Jaime Bayly firmará ejemplares en la librería Crisol del óvalo Gutiérrez. El 18 estará en Ibero Larcomar y el 19 el Vallejo - Librería Café. Siempre a las 7 p.m.
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Redacción EC

No es la primera vez queha hablado sobre la pésima relación que tenía con su padre, puesto que en anteriores oportunidades también contó pasajes de su adolescencia al lado de su padre que no le eran para nada gratos. En su columna “Mientas los dioses dormían la siesta”, el periodista volvió a tocar el tema y sacó a relucir el mal trato que recibió de su progenitor.

“Por razones malparidas que escapaban a mi comprensión de niño bobo, mi padre el pistolero amaba a mis hermanas, pero me odiaba con ferocidad, a pesar de que era su hijo mayor y llevaba su nombre, o precisamente por eso. No era un odio esporádico, inconstante: era parejo y, por tanto, predecible”, inició relatando.

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Según comenta, sentía mucho temor cuando su padre iba a su cuarto, ya que intuía que o lo golpearía o lo insultaría sin razón como solía pasar cuando era tan solo un adolescente.

“De espaldas a él, me bajaba los pantalones y me daba correazos en las nalgas desnudas. Era un sujeto tan infeliz que necesitaba compartir su desdicha conmigo. Después se retiraba, más tranquilo”, contó el periodista.

Además, afirmó que gracias a los maltratos que constantemente recibía decidió escaparse a los 13 años, robó las joyas de su madre y se refugió en los hoteles del centro de Lima. Lastimosamente, su padre lo encontró y lo trajo de vuelta a casa. Meses después su madre lo envió a casa de sus abuelos para que descansara por un tiempo. Fue ahí donde conoció el amor familiar, indicó.

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“Gracias a ellos, los abuelos maternos, conocí lo que podríamos llamar la felicidad familiar, es decir que los mayores te miren con afecto y ternura, que celebren tus bromas, que aprecien tu compañía, que te inviten un cigarrito o un whisky con hielo, que te llamen para ver el chavo del ocho o un partido del mundial. Mi abuelo materno fue entonces mi padre y sus sueños por recuperar la hacienda que le robaron los militares fueron también los míos. Desde entonces, aprendí a odiar a los curas y los militares, bestias negras del abuelo”, acotó.

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