ALFREDO ESPINOZA FLORES (@alfred_espinoza)
El Globo de Oro no signifca nada. Al menos, no para quienes hemos tenido el placer de apreciar "Breaking Bad" en toda su magnitud, de principio a fin, sin perdernos un solo detalle. Los premios caían de maduros. Son la cereza de un trabajo que sorprende, emociona, da risa y cólera, te hace sentir frustado y complacido, boquiabierto y expectante, feliz y angustiado. Una mezcla explosiva de sentimientos. Eso es lo que dejó esta serie a su paso por la televisión. Una huella imposible de borrar y muy difícil de superar. Un programa imperdible por estas razones.
(Si no has visto al serie completa, cuidado con los spoilers)
En la historia de la televisión, ningún personaje ha cambiado tanto como Walter White. Su transformación de profesor inteligente pero venido a menos a criminal despiadado y sin escrúpulos es, simplemente, fascinante. Del maestro de química en calzoncillos en el desierto pasamos al ‘cocinero’ de metanfetamina con su barba estilo candado y su gorra negra, el temido Heisenberg. Una trama inverosímil a priori, pero justificada para mantenerla a lo largo de las temporadas. Mientras se acerca el final, uno como espectador tiene sentimientos encontrados: admirarlo o despreciarlo, comprenderlo o criticarlo, llamarlo genio o miserable, o hacer y pensar todo lo anterior.
Aquí dos diálogos que ejemplifican por qué merece una mención aparte:“I’m not in danger… I am the danger”
“Say my name”
2. Personajes exquisitos
Heisenberg está secundado por otros personajes cuyas características y caracterización los hacen ser determinantes, pintorescos y atractivos en el desarrollo de la historia. Ahí están los magistrales Jesse Pinkman (Aaron Paul); Hank Schrader (Dean Norris); Skyler White (Anna Gunn); Gustavo Fring (Giancarlo Esposito); Saul Goodman (Bob Odenkirk, a que verlo en la próxima "Better Call Saul" será gratificante), y Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks). Cada uno con diálogos y escenas memorables. Y no olvidemos a Tuco, Flynn, Marie y Steven Gomez. Y los gemelos del cartel y el tío de Tuco. Con tan buenos personajes, imposible no andar pegado a la pantalla.
Aquí algunos de los mejores momentos del excelente actor Aaron Paul
3. El suspenso
Alguna vez escuché a un escritor decir que en un buen cuento no sobraba ninguna palabra. Pues en una buena serie no debe sobrar ni un solo capítulo. Y así sucede con la obra de Gilligan. Ver “Breaking Bad” es una adicción. El factor sorpresa está presente en cada capítulo, y cada uno te deja pidiendo más. Siempre queda algún cabo suelto por resolver, siempre hay algún elemento latente que potencialmente puede llevar al desastre. Los flashforwards y las vueltas al pasado juegan roles determinantes. El hecho de que los personajes sean llevados al límite hace que uno sienta que en cualquier momento se quebrarán o enloquecerán. Podríamos mostrar innumerables escenas. Acá les dejamos dos:
La muerte de Gustavo Fring
El encuentro de Walter White con Tuco
4. Música y cinematografía
Escuchar “Breaking Bad” también es un placer en sí mismo. Canciones como “Baby Blue” al final, “Rocket Scientist” de Teddy Bears, “It’s such a good night” de Charlie Steinmann, “Bonfire” de Knife Party, entre otras, fueron perfectas para sus respectivas escenas. Todo ello con un manejo de la fotografía impresionante. El aspecto visual de la serie es tomado muy en serio, tanto para las detalles como cuando se cocina la metanfetamina o la sangre en los asesinatos, como en los 'time lapses'. Hay que prestar mucha atención a los inicios de cada capítulo, como si fuesen pequeños cortos magistrales, y muchas veces solo conceptuales.
De cuándo acá un inicio como este, que podría parecer patético en la cabeza de alguien, puede resultar ser tan grandioso como quedó.
5. Final impecable
Una historia no es redonda si el final no es perfecto. Y este lo fue. La expectativa por el último capítulo hacía temer un desenlace poco satisfactorio como ocurrió con el criticado final de "Dexter", por dar un ejemplo. Pero “Felina” deslumbró hasta a los más escépticos. Walter podía haber escapado, como ya lo había hecho, y no volver nunca; rehacer su vida lejos de su familia, pero enviarles dinero; regresar para vengar a su cuñado Hank y luego borrarse del mapa; cocinar desde la clandestinidad; etc, etc. Pero su muerte fue lo más triste y hermoso para esta serie, un final shakesperiano en el que todos (prácticamente todos) quedaban muertos. Walter White murió en su ley: murió salvando a su familia y eliminando a sus enemigos, murió como Heisenberg. ¡Y qué canción lo acompañó en ese cierre!
Badfinger, "Baby blue"
Y es que, francamente, no había por qué dudar de un equipo que produjo episodios tan perfectos como "To'hajiilee" y “Ozzymandias”, con estas escenas para sacarse el sombrero: