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Carolina Cano: Una vida seria - 1

Por Rosa Chávez Yacila

Carolina Cano, la actriz de telenovelas, series y películas, no quería actuar más. De niña había imaginado que a los 27 años estaría parada sobre un buen par de tacones y trabajaría como empresaria, pero en la realidad se encontraba en medio de un intermitente jolgorio que la hacía sentir irresponsable. Su vida transcurría como una fiesta, donde los invitados eran amigos actores, libretos y cámaras, donde ella iba y venía como quien no desea quedarse para siempre. Llevaba siete años ejerciéndola, pero a Carolina Cano la actuación –el negocio por excelencia de su familia– no le parecía un oficio prometedor. La vida no podía ser solo risas y divertimento. Había llegado la hora de ponerse serios. Carolina Cano decidió partir de la celebración temprano. Varios piensan que el amor a primera vista no existe. Carolina Cano podría decir que se enamoró de la actuación luego de decepcionarse ella. Tres años detrás de las cámaras –en los que se dedicó a la producción– le sirvieron para decidir de una vez por todas que sí quería ser actriz. La fiesta podía continuar.

Porque los flechazos no le ocurren a menudo, Carolina Cano demoró un viaje en auto desde el albergue “Oh my cat!” en El Agustino hasta su casa en Miraflores para aceptar que el pequeño pompón blanquinegro que iba a su lado sí debía ser suyo. Desde entonces es la orgullosa ama de “Alma Lima de Orbegoso Cano”, su perra de siete meses, su hija, uno de los amores de su vida. Por quien ha leído los libros y visto las películas de César Millán, el “encantador de perros”. A ella le perdona la destrucción de cómics de colección y libros preferidos. Almalima es la responsable de convertirla en una persona más sensible y empática. El amor a veces tarda en llegar cuarenta y cinco minutos en auto.

Minutos o meses. Así le ocurrió a Carolina Cano con Joaquín de Orbegoso, el actor que es su novio, con quien ya lleva cuatro años de relación. Un noviazgo que se impone a sus personalidades y hábitos en apariencia incompatibles. Aunque al principio Carolina Cano dudó en decirle que sí, ahora sabe que fue una de las decisiones mejor tomadas de su vida. Una prueba más de que los amores que nacen después del tiempo y  la distancia también pueden ser los más duraderos.

- Vienes de una familia de actores y actrices, por lo que la actuación se dio como algo natural en ti.

Sí pues, es como cuando vienes de la familia de abogados, terminas siendo abogado. Para mí fue: soy de la familia de actores, terminé siendo actriz.

- También hiciste muchos talleres de actuación cuando eras niña…

Mis papás me metían en todos los talleres que había. He hecho taller con Roberto Boyle, con Maritza Gutti, con Miguel Iza, con Joaquín Vargas… ufff desde los 13 o 14 años he hecho talleres.

 

La actriz de 27 años regresa a los escenarios  en el musical

- ¿Eso quiere decir que tus papás querían que fueras actriz?

Nos motivaron a hacer cosas. También bailaba ballet de chibola, entonces podría decir «mis papás querían que sea bailarina». Digamos que haber llevado talleres de todas formas sí ha influido en mi decisión final, pero yo no quería ser actriz. Lo decidí formalmente en el 2011. Yo trabajé como actriz de chibola y luego me desencanté, pensé que no era lo mío. Yo quería estar detrás de cámaras para hacer producción, encargarme de todo y tener proyectos personales. Y lo hice durante tres años, hasta que se dio la oportunidad de volver a actuar y la tomé. Fue con (la telenovela) “Ana Cristina”. Cuando me llamaron para el cásting dije que no quería, pero finalmente fui y todo sucedió muy rápido. Como “sin querer queriendo” terminé actuando de nuevo y volviéndome a enamorar de la carrera.

- Si antes no pensabas actuar profesionalmente, ¿entonces por qué lo hacías?

Porque me invitaban a cástings y yo iba, era lo normal. Toda mi vida he ido a cástings, trabajo desde los catorce años. Así me eligieron para (la telenovela) “Besos robados”. Luego entré a hacer una película, “Un día sin sexo”, todo por cásting. Y luego vino (la serie) “Esta sociedad” y la experiencia me encantó. Todo era increíble y maravilloso, pero yo me sentía de vacaciones y ahí empecé a reestructurar mi camino. Era tan divertido, tan paja que yo pensaba «¿La vida es así? ¿tan divertida? No puede ser, tengo que enfocarme». Luego llegó “Esta Sociedad 2”, más divertido aun. Terminó la serie y estuve pensando un tiempo en enfocarme, creía que la actuación era demasiado rara porque a veces tenías chamba y a veces no. Me costó un montón decidir qué quería hacer con mi vida y supe que quería ser productora.

- Cuando vivías en Lince tenías un grupo de amigos que he leído que te decían ‘Bruja’

“Bruja” me dice uno de cariño, de onda… pero todos tenemos chapas: ‘El Gordo’, ‘Dai Dai’, ‘El chiquillo Luigi’, ‘La Chola’, ‘La Chata’… Éramos un grupo increíble. Todo empezó un día que fui a la bodega del ‘Chino’ y Óscar, que es el que me dice ‘Bruja’ me invitó a pasear con su grupo en el parque Novoa. Ese día salí y conocí a todos los del parque y empezó mi vida de barrio, de amigos de barrio maravillosos.

- ¿Se siguen viendo?

Nos vemos muy poco pero, por ejemplo, ahora uno de ellos es mi vecino y salimos juntos a pasear a nuestros perros. En mi vida de amigos de barrio pasaron un montón de cosas: llegué, los conocí, me enamoré, tuve una relación con uno del barrio de cuatro años, luego nos empezamos a mudar, uno se casó, comenzamos a crecer, yo me independicé… pero un silbido bastaba para que estemos todos abajo.

- Me da la impresión de que eras rebelde de adolescente.

Sí. No fui una chica problema, pero no me quedaba conforme con nada. Me decían que no podía ir a una fiesta y yo preguntaba por qué y decía que sí iría. Siempre he discutido absolutamente todo, porque la vida tenía que ser como me daba la gana, porque así es a esa edad. Igual siempre fui muy responsable, aunque era un poco faltosa y achorada con mis papás y en el colegio. Pero eso no me trajo problemas grandes, nunca tuve problemas de conducta ni mis papás me plantearon cambiarme de colegio o castigos terribles. Tenía una ideología de vida de que me da la gana y lo hago, la vida es para disfrutarla.

- Tienes a Alma, una perrita mestiza hermosa ¿desde cuándo?

La adopté cuando ella tenía dos meses, ahora tiene siete u ocho, o sea la tengo hace alrededor de cinco meses.

- ¿Y cómo la conseguiste?

En un albergue. Hacía tiempo ya habíamos decidido adoptar un perrito porque yo nunca había tenido uno. Joaquín (su novio) siempre ha tenido, él es reperruno y de vez en cuando pedía un perro. A mí me parecía imposible tener uno porque vivimos en un departamento chico, los dos entramos con las justas. Pero de pronto me encantó la idea, así que tomamos la decisión y yo empecé a buscar un montón en albergues. Un día vi que una amiga colgó en su Facebook que su enamorado había adoptado a un perro hermoso, le pregunté cómo había hecho y me dio el dato del albergue “Oh my cat!” que tiene muchos gatos en adopción, pero habían caído unos perritos desde Huarochirí. Nos llevaron cuatro perritos y fue horrible tener que escoger. A Alma la adoptamos y estaba al borde, se nos iba, estaba muy débil, tenía muchas bacterias, le saltaban las pulgas.

Tener una mascota es una responsabilidad enorme…

Sí, claro, somos superresponsables. Es un placer atenderla, cuidarla, hasta recoger su caca… es que es como nuestra hija, entonces da mucho gusto.

¿Por qué adoptar en lugar de comprar?

Estamos sobrepoblados de perros. A estos perros si no los adoptas se mueren. De todas maneras, entiendo perfectamente que alguien compre un perro. Por ejemplo, si algún familiar mío, sobre todo adulto, conoce una raza y la quiere porque sabe que se llevarán bien, entiendo que lo compre. Pero es grave la situación en la que vivimos, ves perros en la calle siempre, perros que van a matar porque no tienen con quién quedarse, perros que abandonan… Creo si planeas tener un perro, harías un bien adoptando.

- Hablando de amores ¿cuánto tiempo llevas con tu novio, Joaquín de Orbegoso?

Tres años. Nos conocimos en las grabaciones de “Ana Cristina”, pero no nos enamoramos allí. Katia Condos, que es su hermana, siempre me dijo, desde “Esta Sociedad”, «tienes que conocer a mi hermano, tú tienes que estar con él» y a Joaquín también se lo decía. Cuando nos conocimos, cada uno tenía una relación, pero fracasamos en ellas por separado, primero uno después el otro. Empezamos a acompañarnos y de pronto nos hicimos amigos y sin querer nos enamoramos. Recuerdo que un día pensé que si yo me metía con Joaquín me iba a quedar con él, este chico venía muy en serio. Yo sabía perfectamente que él no quería jugar, que lo que me ofrecía era de verdad y me asusté. Era un compromiso real, él estaba comprometidísimo con darme amor. Por eso es una de las cosas más lindas que me han pasado, comparto mi vida con una persona maravillosa, y hasta ahora tengo lo que soñé tener. Soy bien realista y piso tierra todo el tiempo también y sé que no existe el “para siempre”, pero sí existe el amor y nuestro amor sigue. Y yo sí espero que el amor pueda más que los mil problemas. Sé que vendrán crisis y siempre habrá complicaciones, pero yo espero que nuestro amor lo solucione todo.

Las relaciones se construyen además…

Una relación es las decisiones que tomamos y es algo contextual también. Nos han tocado vivir cosas difíciles, pero al estar juntos los problemas de él son míos y los míos son de él. Yo siento que la vida pone a prueba tu paciencia y respeto. Hemos vivido un montón de situaciones y yo me digo «carajo, nosotros nos tenemos que querer un montón». Y finalmente sí, nos queremos un montón, pase lo que pase.

Inspirada en Alma, Carolina ha leído los libros y visto las películas de César Millán, el

- ¿Son personas parecidas?

Eso es lo raro. Somos muy diferentes. Compartimos mucho el humor, nos reímos mucho. Podemos discutir fuerte y al rato podríamos tranquilamente cagarnos de la risa porque uno de los dos dice un chiste. Nos llevamos bien aunque somos distintos: él es muy solitario yo soy más sociable.

- ¿No tienen problemas por esa diferencia de hábitos sociales?

Cero problemas. Hay respeto de espacios y ritmos. Nos conocemos bastante como para saber que él necesita descansar, su soledad y su tranquilidad y yo necesito salir, desestresarme y ver gente.

- Y tampoco eres de las que sufren porque su novio no la quiere acompañar...

No, disfruto bastante salir sola. Salgo por mi cuenta. Me puedo pasar varios fines de semana saliendo sola y no me pico. No soy de extremos, no es que termine ebria en cualquier esquina, pero soy necia y quiero quedarme hasta el final. No tenemos ese tipo de discusiones, ni problemas de celos, ni esas cosas extrañas de las relaciones. Felizmente no, nuestros problemas van por otro lado, porque tenemos igual, pero los chambeamos, chambeamos un montón.

- Tu papá, el actor Carlos Cano, ha estado delicado de salud, ¿cómo lo enfrentas?

Lo último que les deseas a tus padres es una enfermedad como esa, pero mi papá es poco dramático, es muy realista y todo esto lo ha llevado de una manera admirable. Tiene un empuje y un arranque para seguir chambeando y mantener la buena actitud y el buen humor… es una cachetada a todos los actores y actrices que no quieren hacer función porque, por ejemplo, les duele la barriga. Es alucinante que mi papá pueda vivir con la energía que le pone al trabajo, con la garra que le pone a la vida. La última obra que hizo era increíble porque se paraba en la mesa y tenía movimientos muy ágiles. A él no hay quien lo detenga, eso a mí me enseña muchísimo y lo tengo acá (pone la mano en alto). En todo caso, lo que ha traído esta enfermedad ha sido volver a encontrarnos, es bien diferente estar cerca a tu papá y estar cerca a tu papá en un tema tan delicado. Nos hemos unido y hablamos mucho más seguido y la admiración ha crecido muchísimo. La verdad es que cada día me alucina más, me parece maravilloso lo que nos está enseñando todo esto.

 

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