Antonio Raimondi
Antonio Raimondi
Fernando Belaunde

“Después de más de doce días de esperanzas y de dolorosas dudas, el telégrafo interrumpido durante cuarenta horas desde el fatal acontecimiento como se resistiese él mismo a transmitir la tristísima nueva, en la tarde de ayer 28 nos comunicó el fallecimiento del eminente sabio naturista señor Antonio Raimondi, acaecido el domingo 26 de octubre, en la noche, en el pueblo de San Pedro, provincia de Pacasmayo. El funesto acontecimiento, por la importancia extraordinaria de la persona y por los grandes servicios que de ella esperaba todavia la república, ha asumido las proporciones de una desgracia nacional”. (de El Comercio de Lima, 29 de octubre de 1890).

Cuando se habla de Antonio Raimondi y del Perú, se habla de una historia de amor. Nuestra patria sedujo al naturalista cuando llegó, en busca de nuevos horizontes, a raíz de los reveses en la gesta de la unificación de Italia, en la que fue resuelto combatiente. Llega al Perú, lo recorre palmo a palmo, estudia sus recursos naturales y tiene la habilidad y el mérito de haber sabido compartir sus emociones con un inmenso auditorio que aún, un siglo después de su muerte, se deleita con sus enseñanzas sobre nuestro país.

Discurrió aquí su madurez, desde los 24 años hasta los 64, que tenía al morir. Le tocó presenciar el esclarecido gobierno de Castilla, que puso término a los católicos años que siguieron a la emancipación y liberó al esclavo, anticipándose a Lincoln. Compartió los años dramáticos de la Guerra del Pacífico, durante las gestiones del general Prado, Piérola, García Calderón, Montero e Iglesias. En sus años postreros presenció las dificultades económicas de la postguerra, bajo los gobiernos de Cáceres y Morales Bermúdez.

Tal vez por su condición de extranjero, pudo desarrollar su obra de exploración e investigación a pesar de los grandes cambios políticos que ocurrieron en aquel medio siglo de sus afanes.

Los cuadernos de investigación de Antonio Raimondi fueron declarados patrimonio nacional. (Foto: Nancy Chappell/ El Comercio)
Los cuadernos de investigación de Antonio Raimondi fueron declarados patrimonio nacional. (Foto: Nancy Chappell/ El Comercio)

Valiosos legados

La obra El Perú, en seis voluminosos tomos y el atlas de Raimondi, han contituído, desde su publicación, fundamentales documenttos de consulta. Y, aunque en el orden geográfico, los adelantos modernos la hayan superado notablemente, su cartografía aumenta su importancia histórica a medida que va perdiendo exactitd geográfica. Pero no pretende el ilustre científico reclamar derechos de autor exclusivos en el campo en que le tocó actuar.

Reconoce la obra primigenia del cosmógrafo Juan Ramón Coninkius (mencionado por A. Fuentes como Juan Ramón Koening) que había sucedido a Francisco Ruiz, en 1677, recibiendo el encargo de levantar “el plano del Perú”, fabricando él mismo, casi todos los instrumentos para llenar su comisión. Saltando dos siglos elogia, sin reservas, la obra sobre geografía del Perú de Mateo y Mariano Felipe Paz Soldán, publicada en 1862, por decreto del presidente Castilla. Asigna el gran mérito a este trabajo de “reunión en un solo cuerpo, la mayor parte de los estudios geográficos hechos anteriormente y de ser el primero en su género...”. No escatima a sus autores “la gloria de haber puesto las bases de un gran mapa general de la República”. Podemos concluir que la comparten Europa y América con los aportes de los Paz Soldán y Raimondi quien hidalgamente, desmiente el adagio de que no hay por enemigo que el de tu oficio.

Otras influencias

Anteceden a Raimondi, por los caminos del inca, los monarcas viajeros y los ágiles chasquis. Los recorren, también, los audaces conquiestadores y, más tarde, los virreyes que aprenden de los incas la lección del gobierno trashumante. Toledo lo hizo incansablemente. No se queda atrás el “lazarillo de los ciegos caminantes”. Lo siguen doctos emisarios y exploradores europeos y, en 1743, el ilustre La Condamine. Acuden marinos americanos e ingleses, que exploran nuestros ríos, siguiendo la estela remota de Orellana y Aguirre. Los misioneros se internan en la selva y recogen su misterioso mensaje. Realza el inicio del siglo XIX la presencia de Von Humboldt, secundado por De Rivero. Adelantándose, también al milanés, Valdés y Palacios, precursos del romanticismo peruano, descubre y describe el paisaje de la selva, que deslumbrara a Castelnau y a Marcoy. Empero, Raimondi discute la veracidad de este último, en algunos itinerarios que considera mas fruto de su imaginación uqe de la autenticidad.

En su tiempo, se produce el fructífero peregrinaje de Wiener por el Perú y Bolivia. Y tal vez, su esfuerzo contribuye a inspirar a otro cantor de la amazonía, Carlos Germán Amézaga. En 1883-84 José Benigno Samanez Ocampo realiza su expedición del A purímac al Ucayali. Se siguen las huellas del infatigable viajero italiano hacia el Chanchamayo, iniciándose la larga y esperanzada gesta de la apertura del camino del Pichis, inicialmente una trocha de herradura que, un siglo después, nos toca convertir en carretera hasta Puerto Bermúdez, a orillas de ese río. Acaso influye su tenaz esfuerzo exploratorio en los trabajos del incansable Joaquín Capello, el ingeniero estadista

No dudo que, en su infancia José de la Riva Agüero acariciara, inspirado en su ejemplo, su futuro viaje por los Andes del sur, del Cuzco a Huancayo, cuyo fruto Paisajes Peruanos obra magistral, puede considerarse corolario de El Perú de Raimondi.

En el campo literario destacan las figuras de Ricardo Palma y Manuel Gonzáles Prada, víctima el primero de la injusta malquerencia del segundo, cuyo pesimismo compensa, en cierta manera, el reto estimulante de El Perú. En el orden artístico destacan Ignacio Merino y Francisco Laso, considerado como el primer indigenista. Cayetano Heredia y Daniel A. Carrión, representan el esfuerzo científico, resaltando la figura del mártir de la medicina que muere investigando la verruga, aquel mal andino que afectó al propio Raimondi.

Un fidelisimo retrato del Perú

Aunque son muchos y de distintas motivaciones los precursores, no puede dejarse de exaltar el mérito de Raimondi que recorre el país -más extenso entonces- de uno a otro confín y lo hace, año tras año, realizando un verdadero inventario de los recursos naturales del Perú en que, la pluma y el pincel compiten en la confección de un fidelisimo retrato del Perú. Sin restar méritos literrios a la obra de Gonzáles Prada, que nos deja un inevitable desencanto, pareciera que lo compensa Raimondi al mostrar la tarea y la promesa del Perú.

Compartiendo la misma devoción por el solar nacional y, salvando inmensas distancias, el mismo interés por nuestra geografía, agrigué la esperanza de poder, algún día, aportar algo más a la obra de Raimondi tan ligada a la de sus predecesores, contemporarios y discípulos.



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