El pollo es una de las carnes más consumidas del mundo, debido a la variedad de platos que se pueden cocinar con esta, ya sea frito, asado, a la brasa, etc. Sin embargo, aún existe una tendencia generalizada a creer que su piel puede ser perjudicial para nuestra salud.
La cantidad de calorías que contiene la piel del pollo es responsable de que más de uno la deje al costado del plato. Guadalupe Blay, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) menciona al diario La Vanguardia que esto debe preocuparnos, aunque dependerá mucho de cómo se cocine o prepare el pollo.
“La forma más recomendable de comerse (la piel del pollo) es asada, ya que la grasa se desprende y queda en el jugo. En cambio, si optamos por hacerla frita deberemos sumarle las calorías del aceite”, explica la médico-nutricionista Beatriz Robles. Cocinarla a la plancha y con poco aceite puede ser una alternativa más saludable, aunque seguramente el resultado no será tan sabroso.
¿La piel del pollo va en una dieta saludable?
Aunque la piel del pollo tenga mucha grasa, la especialista comenta que fijarse solamente en la grasa es un error y se debe valorar el alimento en conjunto. “Todas las grasas que contiene tanto la carne como la piel no son malas, podemos consumirlas sin mayor problema”, aclara Robles.
Además, un informe de la universidad de Harvard asegura que el pollo contiene pocas grasas saturadas y es rico en grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, ambas beneficiosas y recomendables para una buena salud cardiovascular.
“Si como fuente de grasas tenemos que escoger entre un pollo con piel o unos frutos secos, es mejor optar por lo segundo. Pero eso no quiere decir que la piel del pollo sea mala”, defiende la tecnóloga de alimentos.
La piel no es lo único que determina el aporte calórico de la pieza. El tipo de vida que haya tenido el animal durante su cría también debe consultarse a la hora de comprarlo. Los pollos más grasos tienden a moverse poco y se alimentan con piensos. En cambio, si elegimos uno criado en libertad y alimentado con cereales seguramente sea menos calórico.
La piel del pollo no solo se critica por sus calorías, sino también por los microorganismos o bacterias con los que está en contacto. Si no se encuentra con un adecuado cuidado podría tener salmonella, listeria o campylobacter.
La limpieza de la piel del pollo en casa
Antes de que la carne del pollo llegue a los supermercados o mercados, recorre debe recorrer distintos espacios, como los contenedores de transporte, el matadero u otros, lo que suma las posibilidades de que haya riesgo de contaminación de bacterias. Sin embargo, así como hay que tener cuidado con lo que compramos, también debemos tener cuidado al manipularlo en casa.
Lo que recomiendan los expertos es no limpiar la piel antes de cocinarla, ya que hacerlo se puede producir salpicaduras y esparcir los microorganismos por nuestra cocina. Un consejo que nos da Robles es guardarlo en la parte baja de la nevera. De este modo, si el envase suelta algún líquido no contaminará otros alimentos de pisos inferiores.
Hay que cuidar que los utensilios de nuestra cocina no se infesten por error de estas bacterias. “Ponemos el pollo crudo sobre una tabla de cortar, luego manipulamos otros alimentos sobre la misma superficie, usamos utensilios que también entran en contacto con los microorganismos y en un segundo hemos contaminado toda la cocina”, agrega. De aquí que los expertos siempre hagan hincapié en lo importante que es lavarse las manos con frecuencia y limpiar los utensilios cada vez que hayan estado en contacto alimentos.
El único modo de eliminar las bacterias es cocer bien la piel y la carne. En este sentido, que el alimento sea de supermercado o mercado, no influye en el modo de cocinarlo. “No necesariamente porque el animal haya sido criado en un sitio pequeño o de proximidad las condiciones higiénicas van a ser mejores. Es más, a veces las grandes industrias respetan mejor las medidas de higiene y de seguridad, ya que disponen de más recursos”, finaliza la experta.
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