Un duelo entre Regatas e Inmaculada del año 2012. (Foto: Archivo GEC)
Un duelo entre Regatas e Inmaculada del año 2012. (Foto: Archivo GEC)
/ ALESSANDRO CURRARINO
Patrick Espejo

El básquet peruano tiene más huecos que la red que acompaña un aro, a la espera de recibir la encestada triunfal. El deporte, que alguna vez fue el segundo más importante del país, lleva ahora años de indiferencia, de intereses que impiden que pueda recuperar los casi 20 años de olvido. Y tal parece que a ninguna autoridad le importa, aunque de los dientes para afuera digan lo contrario.

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Atrás quedaron los coliseos llenos del colegio Champagnat, en Miraflores, o el Zum de la Universidad de Lima, o actuaciones que aún arrancaban titulares de los diarios, como las de los quintetos Flecha, Bilis, Inmaculada, Regatas Lima, San Marcos, la Eofap o Carmelitas. Hoy hablar de básquet en el Perú es un mero recuerdo.

/ DANIEL GUERRERO

Pensar que a mediados de los años noventa llegó a tener dos juntas directivas al mismo tiempo, presididas por una misma persona; una reconocida por las autoridades locales (es decir, por el IPD), pero desconocida por la internacional (es decir, por la FIBA), y la otra directiva con reconocimiento inverso.

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Hoy, 2020, en pleno período de la pandemia, el básquet peruano sigue en su propia meseta: desde hace un año está suspendido a escala internacional, agonizando, sin que nadie encienda el respirador. Y por más duro que sea, hay que recordar que el básquet fue el único deporte peruano que no pudo competir en los Juegos Panamericanos del año pasado. Y sigue sin poder encontrar una salida.

Argentina se llevó el oro en Lima 2019. (Foto: Reuters)
Argentina se llevó el oro en Lima 2019. (Foto: Reuters)
/ SUSANA VERA

La federación ha tenido innumerables comisiones de trabajo, todas enarbolando la bandera de la recuperación, de sacarlo de la crisis. Todas con la intención de devolverle esa brillantez que tuvo hasta el primer quinquenio de los años sesenta, cuando disputó sus terceros Juegos Olímpicos en Tokio 1964, tras haber competido (y ganado varios partidos) en Berlín 1936 y Londres 1948. Incluso en la cita japonesa, Ricardo Duarte fue el máximo encestador del torneo con 212 puntos, en una época en la que aún no existían los triples.

Los hermanos Duarte: Ricardo, Raúl, Luis y Enrique.
Los hermanos Duarte: Ricardo, Raúl, Luis y Enrique.

Los intentos por rescatarlo han sido tan tibios, que cada acción se diluyó como si la cuenta regresiva del reloj nublara las ideas antes de lanzar. Incluso fracasaron iniciativas comerciales, como haber llegado dos o tres temporadas a transmitir los partidos por señal de cable, es cierto, a la medianoche, como invitando al espectador a dormir con un juego atrapado en la lentitud de un deporte que está a años luz de distancia del que se practica en Brasil o Argentina, y a galaxias de distancia de la NBA.

En 110 días de aislamiento, y con mucho tiempo disponible para analizar y buscar alternativas, no le han encontrado una vacuna a la indiferencia. La canasta peruana sigue olvidada. Hoy el Instituto Peruano del Deporte (IPD) de Gustavo San Martín, forjado deportivamente hablando en el básquet, tiene una enorme responsabilidad: sacarlo de cuidados intensivos y que vuelva a respirar. Escuchen el pedido de los amantes del deporte: ¡salven el básquet, por favor!

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