Renato Cisneros

Tiene cara de papá perfecto. Y un bigote peludo que lo hace idéntico al Gustavo Bueno de 1985, ese que -vestido de milico- amenazaba con mostrar una foto suya calato. , esta especie argentina de poeta/entrenador, ha llegado directamente de las plazas de Madrid para dar lecciones en , si no de fútbol, al menos de lenguaje. Sus críticos más mordaces -movidos quizá por un puñado de envidias- aseguran que don Angel piensa como Menotti, habla como Valdano, pero dirige como Maturana. Es más, afirman que como técnico Cappa es solo un gran asistente.

Yo prefiero darle el beneficio gratuito de la duda. Me ha caído bien. Con sus ojeras de soñador indomable y su palabra clara de profeta bohemio, Cappa parecería ser el tipo ideal para la ‘U’. Eso sí, me genera cierta desconfianza que cite a Benedetti y hable de los valses eruditos de Chabuca -dos lugares comunes de la cultura latinoamericana- buscando apantallar en un país en el que la mayoría de técnicos escucha a Tongo y le daría el Nobel a Bayly.

Salvo esa nimiedad, Cappa -poseedor de un aire mitad humilde mitad arrogante- tiene el carácter de los últimos argentinos que han hecho buenas campañas en la casa crema: la visión de Oswaldo Piazza, el prestigio de Luján Manera. Ojalá que eso le alcance para aplicar entre los merengues de Universitario algunas de las estrategias que usó con los merengues del Real Madrid allá por el 95; claro que ordenar el actual material humano crema implicará un desafío gigante: no es lo mismo dar indicaciones a la dupla Zamorano-Laudrup que al binomio Orejuela-Marquillo.

Qué lo asista la suerte, don Angel. Porque solo los goles podrán confirmar que usted es un teórico y no un charlatán, un filósofo en vez de un fururú farará, y un pensador lúcido antes que un simple chanta.