Pedro Ortiz Bisso

Era un público ajeno a la ansiedad dominguera; de saco y corbata, zapatos al crédito y ambiente de pub. Un hincha distinto, de telecable, que quería ver al ‘Mellizo’ o al ‘Patrón’, confirmar qué tan rubia es la cabellera de Palermo y, si se podía, gozar con algún tiro libre o un bombazo de su querido ‘Ñol’.

Quería ver lo que ya se cansó de escuchar. Que se vieeeneeee Solaaaano, que lleeeva Cagna, que apura el ‘Melli’, que mete Riquelme.... Y ver también al campeón, a su ‘crema’ post Cantoro, buscando el camino en su primer mano a mano internacional.

Quiso ver, pero no pudo. Mejor dicho, no lo dejaron. Cuarenta y dos mil personas salieron del Nacional con la decepción colgada del pecho. Universitario y Boca Juniors confundieron tropezones con fútbol y tramaron una noche de decepción. Un 0 a 0 para pensar en no llenar un tanque de gasolina nunca más.

Pero no seamos injustos. La culpa no fue monopolio de los 22 de adentro. No hay que olvidar a José Arana, su generosidad para empecinarse en el error, su falta de energía y aquel error monumental que coronó su triste performance. Porque la mano de Rodolfo Arruabarrena -a los 24′- la vieron todos. Y él, cual criollo Mister Magoo, la dejó pasar.

Tampoco la pésima organización, que permitió mucha gente extraña en la cancha y, sobre todo, que varios cientos de hinchas, con su entrada en la mano, se perdieran hasta 10 minutos del partido por la insoportable lentitud del control en las puertas. Todo pareció confabularse para hacer de la del jueves, una verdadera noche de miércoles.

DESBORDADOS

El tic tac ‘crema’ en el mediocampo, que suele funcionar al menos en el fútbol de entrecasa, esta vez anduvo con las agujas aceleradas. La agresividad se desbordó y la intención de hacer un fútbol dinámico, con pressing para el quite y toque en el traslado, se tornó impreciso porque el entusiasmo y los nervios se antepusieron a la cabeza fría.

Y no hubo línea que se salvara. Desde Ibáñez regalando pelotas al rival, pasando por las torpezas de Guadalupe -Giménez lo pasó cuantas veces quiso-, la inocencia de Araujo, las imprecisiones de Ciurlizza, hasta la intrascendencia de Eddy Carazas, quien nunca se enchufó al compromiso.

Boca también apretó, achicó los espacios, apostó por los laterales e hizo rotar al mellizo y a Giménez por el frente de ataque. Tuvo a Riquelme como un elegante, pero extremadamente frío generador de avances, al medio a Cagna y a una defensa que trabajó sin contratiempos por el cúmulo de errores que cometieron los cremas de avanzada.

No mostró nada del otro mundo este equipo ‘xeneize’. Y con cierta justificación. El de anoche fue recién su segundo partido preparatorio desde que lo conduce Bianchi. La apuesta aparente es por un equipo, no por lo individual Por eso Solano lució tan parco, cuidando mucho su lateral en el primer tiempo, sin la claridad y solvencia para el despegue que mostraba con el ‘Bambino’ Veira en el banco.

Cuando la ‘U’ se repletó de sangre joven en el último cuarto, encontró por momentos el toque, con ‘Pachito’, Carrión y el ‘Machito’ Gómez. La pelota al ras rindió algún dividendo en la triangulación, pero arrojó déficit en profundidad. En todo el partido, los merengues sólo hicieron un remate franco al arco -a los 33′ iniciales, con zurdazo mordido de un ganoso Chemito-, lo que revela que San Cantoro es necesario sí o sí.

Boca también hizo poco. Asustó con centros y la tuvo cerca con un tiro de Barros Schelotto, a seis minutos del descanso, previo error de Guadalupe, que lamió el parante con Ibáñez ya vencido.

Muy poco, pues, para tanto alboroto. La amargura estuvo en boca de todos.