[Foto ilustración: Mind of robot]
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Jerónimo Pimentel

La adaptación cinematográfica del fútbol sufre del mismo problema que la ficción narrativa: al ser ambas representaciones de una representación están condenadas a fracasar o, al menos, a naufragar en las dudosas aguas de la farsa. La teoría es del gran Javier Marías, para quien el fútbol tenía la bella función de ser la recuperación semanal de la infancia; son los deportes individuales los depositarios de la épica humana, como ha demostrado largamente la industria cinematográfica (y si no tienen metáfora, mejor: por ello el boxeo es pródigo en obras maestras). Sin embargo, hay excepciones a la regla, sobre todo en el cine documental, y a manera de preparación para el tour de force mundialista es posible sugerir un menú para disfrutar en casa y con canchita.

1. Escape a la victoria es la referencia más usual en este tipo de listados y con cierta justicia. Está inspirada en “el partido de la muerte” que protagonizó el FC Start (exjugadores del Dynamo de Kiev) contra una selección de la Wehrmacht, pero en la película de Huston el equipo de prisioneros de guerra es multiétnico, lo que permite la oportuna inclusión de Pelé (protagonista de una bella chalaca), Ardiles y Bobby Moore. Mención aparte merece la aparición de Stallone como arquero en unas atajadas tan inverosímiles que deberían avergonzar a Gordon Banks, quien asesoró sin éxito a la estrella de Hollywood. Fuera de ello, la cinta cumple con transmitir un postulado ideológico: la diversidad creativa vence al orden.

2. Esta postura convertida en ideología es la que busca analizar Les Bleus, une autre histoire de France, que se puede ver en Netflix. Ahí se repasa el proceso mediante el cual un equipo francés racialmente variado, por el que nadie apostaba un euro, se alza con la copa del mundo de 1998. David Dietz, Sonia Dauger y Pascal Blanchard buscan el origen de la hazaña convertida en narración política (la Francia “Benetton”, decían algunos) y ven sus consecuencias de largo plazo, pues la selección termina despeñándose en el Mundial siguiente y fracasa al punto de la desmembración y el ridículo público en Sudáfrica 2010. El hilo que cose Gobierno y deporte es siempre interesado y sospechoso, y esta pieza logra revelar las puntadas una a una.

3. Luego de ver Les Bleus vale la pena dedicarle un par de horas a Summer of ’92, también en la misma plataforma, una ficción que muestra cómo un equipo construido con ruinas e invitado a la Eurocopa solo por la desintegración de Yugoslavia logra alzarse con el título, triunfo que no pudo conseguir ni siquiera la legendaria Danish Dynamite de los ochenta. El peso del conflicto recae en el rol del entrenador Richard Møller Nielsen, quien debe convencer a su conjunto de abandonar el preciosismo heredado de los Laudrup y utilizar tácticas más conservadoras pero efectivas. El proceso es en un punto análogo al de Gareca, por lo que el hincha peruano disfrutará del paralelismo.

4. La mejor producción futbolística jamás hecha en cualquier género, sin embargo, es Zidane, un retrato del siglo XXI, de Douglas Gordon y Philippe Parreno. 17 cámaras de alta definición filman exclusivamente al genio francés durante todo un partido (Real Madrid vs. Villarreal), así el 10 no tenga la pelota ni haga, literalmente, nada más que deambular por el campo. El resultado es una obra extraña que evita la mímesis a través de un hiperrealismo hipnótico perfectamente acompañado por la banda sonora de Mogwai; no debería sorprender que la obra más lograda, en estos tiempos, sea un monumento a la idolatría y demande la sobreatención del espectador, quien se ve obligado a buscar en ángulos, cambios de vista y silencios los símbolos que permitan significar este singular contenido.

5. La adoración tiene otros actos. Uno de ellos es Buscando a Eric de Ken Loach, donde se sublima la relación entre el ídolo (Éric Cantona, actuando de sí mismo) y el hincha (un cartero del Manchester industrial en apuros). No es lo mejor del director británico, pero hay ingenio y sensibilidad. La tensión del aficionado está mejor expuesta en Green Street de Lexi Alexander, que trata básicamente de cómo un paisano cualquiera se convierte en hooligan. Los rituales de iniciación, la cultura de la violencia y las consecuencias sociales de ella se exponen impúdicamente a través de la mirada virgen de un norteamericano (Elijah Wood) que se inmiscuye en la barra del West Ham, plagada de neonazis. Les gustó más a los gringos que a los ingleses.

6. Un paso adelante está Becoming Zlatan, documental que expone el recorrido que debe hacer un adolescente talentosísimo pero conflictivo desde el ignoto Malmö FC hasta la Juventus. El trabajo de archivo es impresionante y el filme se anota un buen punto al trazar la personalidad de Ibrahimovic con fineza. Es esa ausencia de meticulosidad lo que impide aplaudir el Maradona de Kusturica, que fracasa justamente por la incapacidad del serbio de reprimir su ego y ponerse a disposición del megalómano argentino. Kusturica se permitió un capricho que solo él puede disfrutar.

7. Más goce y menos pretensiones se encuentra en dos largometrajes familiares: Shaolin Soccer y Un entrenador genial. En ambos el fútbol es una excusa amable para reír. La primera es la respuesta hongkonesa a El chanfle; la segunda, una oportunidad para disfrutar las dotes histriónicas de Will Ferrell, para quien escribe, una debilidad personal.

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