
El primer año de vida de un bebé está lleno de descubrimientos: sus primeras sonrisas, sus primeros pasos y, por supuesto, sus primeras experiencias con la comida. Durante este período, los padres buscan ofrecerles los mejores nutrientes para su desarrollo, pero también se enfrentan a una avalancha de información contradictoria sobre qué alimentos son adecuados y cuáles deberían evitarse. Sin duda, entre las dudas más frecuentes se encuentra la introducción del azúcar.
El azúcar ha formado parte de la alimentación humana durante siglos, y su sabor dulce nos resulta naturalmente placentero. Sin embargo, en los últimos años, la ciencia ha puesto bajo la lupa su impacto en la salud, especialmente en los más pequeños, señalando que su consumo temprano podría estar asociado con el desarrollo de enfermedades tanto a corto como a largo plazo.
En este contexto, según MedlinePlus, se recomienda evitar ofrecer a los bebés alimentos con azúcar añadidos durante la alimentación complementaria con el objetivo de buscar proteger su salud y fomentar hábitos alimenticios saludables desde una edad temprana. Pero entonces, ¿cuándo pueden los bebés empezar a consumir azúcar sin poner en riesgo su bienestar?
¿A qué edad pueden comer azúcar los bebés?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no añadir azúcar a la alimentación de los bebés hasta después de los 2 años de edad. Según explicó Magali Mendiola, endocrinóloga pediatra de la Clínica Internacional a Hogar y Familia, los bebés reciben todo el aporte calórico que necesitan a través de la leche materna o, en algunos casos, de la leche de fórmula. Al iniciar la alimentación complementaria, los nutrientes esenciales provienen de los alimentos naturales preparados en casa, sin necesidad de azúcar añadida.
Edward Gaydos, pediatra de Cleveland Clinic, señaló que, en realidad, los azúcares añadidos no aportan beneficios nutricionales y, por el contrario, pueden desplazar opciones más saludables, afectando su crecimiento y el desarrollo de hábitos alimentarios adecuados. Además, Ángel Samanez, pediatra neonatólogo y director de gestión académica de la Universidad Científica del Sur, advirtió que el consumo temprano de azúcar podría aumentar el riesgo de enfermedades como obesidad y diabetes, ya que el sistema digestivo, metabólico y neurológico de los bebés aún está en formación.

“En realidad, en ninguna etapa de la vida—ni en la infancia, ni en la adolescencia, ni en la adultez—se recomienda añadir más azúcar de la que ya contienen naturalmente los alimentos. Su consumo excesivo puede generar un impacto negativo en la salud a largo plazo”, enfatizó Fernando Quinto, endocrinólogo del Centro Médico Clínica Ricardo Palma, sede Plaza Lima Sur.

¿Por qué se desaconseja el consumo de azúcar desde una edad temprana?
Entre las principales razones por las que se debe evitar su consumo en los primeros años de vida está el hecho de que el exceso de azúcar puede alterar el desarrollo metabólico normal, incrementando así la resistencia a la insulina y la predisposición a enfermedades metabólicas, como la obesidad, la diabetes y el síndrome metabólico.
“Diversos estudios han demostrado que un exceso de calorías en la alimentación del bebé puede provocar obesidad de rebote, una condición en la que los niños desarrollan un peso excesivo en relación con su talla antes de los 5 años. Esta condición está vinculada a un mayor riesgo de enfermedades metabólicas en la adolescencia y la adultez, especialmente cuando ocurre a una edad temprana. Además, aumenta la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares y acelera la maduración ósea en los niños”, agregó la endocrinóloga pediatra.
Asimismo, el consumo temprano puede alterar la composición de la microbiota intestinal del menor, afectando su sistema inmunológico y aumentando la susceptibilidad a diversas enfermedades. Como indicó Melissa Montesinos, sub gerente de gestión de la salud y el programa Niño Sano de Pacifico Salud, algunos estudios han encontrado que una mayor ingesta de azúcar está asociada con una disminución de bacterias beneficiosas en el intestino.
La exposición temprana al azúcar también puede aumentar el riesgo de caries dental en los niños, incluso antes de la erupción de los dientes. Las bacterias en la boca pueden metabolizar los azúcares presentes en los alimentos y bebidas, produciendo ácidos que pueden dañar las encías y los futuros dientes en desarrollo. Por esta razón, el pediatra de Cleveland Clinic destacó la importancia de limitar el consumo de azúcares añadidos y mantener una buena higiene oral desde una edad temprana para prevenir problemas dentales.
“Los alimentos con azúcares añadidos, especialmente los procesados, estimulan la liberación de dopamina, un neurotransmisor asociado al placer y la recompensa. Al igual que ocurre con el juego u otras adicciones, este efecto puede generar en los niños una tendencia a buscar constantemente esa sensación placentera a través de la comida. Si un niño se acostumbra desde pequeño a los sabores dulces, en el futuro le resultará difícil disfrutar otros sabores más neutros, como el agua. Esta dependencia puede volverse un hábito difícil de romper en la adultez. Por ello, algunos expertos sugieren que la restricción del azúcar no solo debe aplicarse hasta los dos años, como indica el consenso actual, sino extenderse por más tiempo para ayudar al cerebro a regular su sistema de recompensas sin depender de los azúcares añadidos”, sostuvo el doctor Quinto.
A parte de estos riesgos generales asociados con el consumo de azúcar en la infancia, existen condiciones médicas específicas que requieren una atención más rigurosa en la ingesta de azúcar en infantes. Por ejemplo, como mencionó Edward Gaydos, en casos de predisposición genética a la diabetes o enfermedades metabólicas, es clave limitar los azúcares añadidos para prevenir complicaciones. Además, los bebés con obesidad o trastornos metabólicos deben seguir pautas dietéticas estrictas bajo supervisión médica.

¿Existen diferencias en el impacto del azúcar refinado y los azúcares naturales presentes en frutas o miel en los bebés?
Según la doctora Montesinos, los azúcares refinados y los azúcares naturales, como los presentes en las frutas, tienen impactos significativamente diferentes. Los azúcares de las frutas enteras vienen acompañados de fibra, vitaminas y minerales, lo que ralentiza su absorción y los hace más saludables en comparación con los azúcares añadidos.
En cuanto a la miel o la panela, aunque son menos procesadas, siguen siendo azúcares libres que pueden afectar la salud metabólica y dental del bebé. Además, como precisó el experto de la Universidad Científica del Sur, la miel no debe darse en menores de un año por el riesgo de botulismo infantil.
Por otro lado, en relación a los edulcorantes artificiales, Gaydos recalcó que, si bien pueden reducir la ingesta calórica, su seguridad y efectos a largo plazo en los niños aún no se comprenden completamente. Por consiguiente, es aconsejable limitar tanto los azúcares añadidos como estos productos en la dieta infantil y enfocarse en una alimentación equilibrada basada en alimentos naturales y mínimamente procesados.
“La preferencia innata por el sabor dulce en los bebés puede moldearse desde temprana edad, y el uso de edulcorantes podría influir en sus futuras elecciones alimentarias. Básicamente, estos pueden alterar la percepción del dulzor y afectar el desarrollo metabólico. Por ello, es mejor que se acostumbren a los sabores naturales de los alimentos”, aseguró la médico de Pacífico Salud.
¿Cuál es la cantidad de azúcar permitida en niños mayores de dos años?
Los expertos coinciden en que lo ideal es evitar el azúcar añadido en menores de 2 años. A partir de esta edad, como refirió Ángel Samanez, la OMS recomienda que el consumo de azúcar no supere el 10% de las calorías diarias, lo que equivale a un máximo de 6 cucharaditas al día. Sin embargo, lo mejor es mantener un consumo mínimo y controlado para prevenir problemas de salud a largo plazo.
Es fundamental que los padres evitan cometer ciertos errores al introducir el azúcar en la alimentación de sus hijos, como endulzar los biberones o papillas, ofrecer jugos en lugar de frutas enteras y confiar plenamente en productos procesados etiquetados como “saludables”, como yogures saborizados o cereales comerciales, los cuales muchas veces contienen azúcares ocultos.
“Un error común y peligroso, es el usar el azúcar como recompensa en los niños, ya que con el tiempo esto puede generar una relación emocional con los dulces, aumentando el riesgo de desarrollar hábitos poco saludables en el futuro”, afirmó el endocrinólogo de la Clínica Ricardo Palma.

¿Cómo identificar y evitar el azúcar en productos comerciales?
De acuerdo con Magali Mendiola, es fundamental que los padres revisen cuidadosamente las etiquetas de los productos, verificando que indiquen “sin azúcares añadidos” o “sin edulcorantes añadidos”. Además, es importante tener en cuenta que, los ingredientes se enumeran en orden descendente según la cantidad. Por lo tanto, si el azúcar o sus sinónimos (jarabe de maíz, sacarosa, fructosa, etc.) aparecen entre los primeros ingredientes, el producto contiene una cantidad significativa de azúcar añadida, detalló el doctor Gaydos.
“En el caso de los productos con concentrados de frutas o jarabes, aunque pueden parecer opciones más naturales, esencialmente aportan azúcares adicionales. Por ello, estos ingredientes pueden tener efectos similares al azúcar refinado en el organismo, razón por la cual, es crucial que los padres sean conscientes de su presencia y moderen su consumo en la dieta de sus hijos”.
¿Cómo fomentar una alimentación sin azúcar añadido en los niños?
Para establecer hábitos alimenticios saludables y reducir el consumo de azúcares añadidos, el pediatra recomendó las siguientes estrategias:
- Preparación de comidas en casa: Cocinar en casa permite un mayor control sobre los ingredientes y la cantidad de azúcar en los alimentos. Involucrar a los niños en la planificación y preparación de las comidas puede aumentar su interés en alimentos saludables.
- Ofrecer alternativas saludables: En lugar de productos procesados con alto contenido de azúcar, se recomienda ofrecer frutas frescas, vegetales y snacks naturales. Las frutas proporcionan dulzura natural junto con nutrientes esenciales y fibra.
“Frutas, como plátanos, manzanas o peras, pueden hacerse puré y utilizarse para endulzar preparaciones como cereales o yogures naturales. También se puede añadir canela, vainilla o nuez moscada a las comidas para realzar el sabor sin necesidad de azúcar. En cuanto a las verduras, la calabaza tiene un sabor dulce natural que puede incorporarse en purés o diversas recetas. Asimismo, compotas caseras o snacks de frutas deshidratadas son opciones saludables y sabrosas para los niños”, sugirió el experto.
- Educación sobre nutrición: Enseñar a los niños sobre los beneficios de una alimentación saludable y los efectos negativos del exceso de azúcar puede motivarlos a tomar decisiones alimenticias más conscientes.
Si un niño ha estado expuesto a un consumo excesivo de azúcar, es posible reorientar sus preferencias alimenticias hacia opciones más saludables mediante las siguientes acciones:
- Introducción gradual de alimentos saludables: Incorporar lentamente frutas, vegetales y otros alimentos sin azúcar añadido en las comidas diarias puede ayudar al niño a adaptarse a nuevos sabores y texturas.
- Modelar hábitos saludables: Los niños aprenden observando a sus padres. Consumir alimentos saludables en familia puede incentivar al niño a seguir el ejemplo.
- Crear un entorno alimenticio positivo: Evitar el uso de alimentos azucarados como recompensas o consuelos y, en su lugar, celebrar el consumo de opciones saludables puede reforzar comportamientos alimenticios positivos.
- Ser paciente y consistente: Es normal que los niños rechacen nuevos alimentos inicialmente. Ofrecer repetidamente opciones saludables sin presionar puede, con el tiempo, conducir a una mayor aceptación.
“Es importante fomentar una alimentación saludable desde la infancia, ya que los hábitos adquiridos en esta etapa pueden influir en la salud a largo plazo. A medida que los niños crecen, cambiar sus preferencias alimentarias puede ser un desafío, por lo que es recomendable guiarlos desde pequeños hacia opciones más equilibradas. Como los niños dependen de los adultos para su alimentación, los padres juegan un papel clave en este proceso. Con información y pequeños cambios en el día a día, es posible promover una relación sana con la comida y cuidar su bienestar futuro”, concluyó Fernando Quinto.
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