
“Una vez que tengas hijos, olvídate de dormir”. Sin duda, esta es una frase que, aunque desearíamos no escuchar tan seguido, se ha convertido en una advertencia casi universal, especialmente para los padres primerizos. En un inicio puede sonar a broma, pero basta con pasar la primera noche con un recién nacido en casa para que lo que parecía una exageración se convierta en una realidad que puede durar semanas o incluso meses: despertares constantes, llantos inesperados y paseos interminables en casa con el bebé en brazos hasta la madrugada.
Para muchos padres dormir se vuelve un lujo y el café una necesidad. Además, surgen una serie de preguntas: ¿Por qué no duerme toda la noche? ¿Tendrá frío o hambre? ¿Estoy haciendo algo mal? Para responderlas, es importante entender que el sueño infantil no funciona como el de los adultos, ya que está influenciado por una red compleja de factores.
¿Por qué un bebé se despierta varias veces durante la noche?
Edad
Según explicó Marita Ramos, médico ocupacional de MAPFRE a Hogar y Familia, es completamente normal que un bebé no duerma toda la noche durante sus primeros meses de vida. Esto se debe a que el sueño del bebé es muy distinto al de un adulto, ya que no distingue entre el día y la noche y se despierta por necesidades básicas como el hambre o el cambio de pañal. Lo habitual es que estos despertares se vayan espaciando con el tiempo. Aunque muchos bebés logran dormir varios tramos seguidos hacia los seis meses, otros recién lo hacen cerca del año.
En la misma línea, el doctor Noah Schwartz, pediatra de Cleveland Clinic señaló que, durante los primeros tres meses, los recién nacidos duermen entre 14 y 17 horas al día, pero en períodos muy cortos.
“Esta interrupción del sueño durante la noche es esperable durante los primeros 12 meses de vida, ya que el reloj biológico del bebé aún no está completamente desarrollado. En los primeros meses, los despertares frecuentes —cada dos a cuatro horas para alimentarse— son normales. Entre los tres y seis meses, algunos bebés empiezan a dormir tramos de hasta seis horas seguidas, y a partir de los seis meses muchos ya pueden dormir entre ocho y doce horas. Sin embargo, es importante tener en cuenta que puede haber variaciones y no todos los bebés siguen el mismo ritmo”, aseguró Erick Olivera, pediatra de la Clínica Ricardo Palma.
Etapas de desarrollo
Las etapas del desarrollo influyen directamente en el sueño del bebé, ya que cada nuevo hito puede generar cambios físicos o emocionales que alteran sus patrones de descanso. Como destacó la doctora Melissa Montesinos, subgerente Salud y Bienestar de Pacífico Salud, momentos como la dentición pueden provocar molestias y dolor que interrumpen el sueño del bebé.

Además, el crecimiento acelerado de la masa muscular y ósea puede causar incomodidad. El doctor Schwartz refirió que, a medida que los bebés adquieren nuevas habilidades, como sentarse, gatear o caminar, su cerebro se estimula más, lo cual puede interferir con los patrones de sueño.
Alimentación
La alimentación también juega un papel crucial en el sueño del bebé. Los bebés que se alimentan con leche materna suelen despertarse con más frecuencia durante la noche, ya que esta se digiere más rápido. En cambio, los alimentados con fórmula pueden dormir durante períodos más largos.
“Es importante que los bebés se alimenten adecuadamente antes de acostarse para garantizar que se sientan satisfechos y cómodos durante la noche. Sin embargo, la sobrealimentación debe evitarse, ya que puede causar malestar estomacal y afectar la calidad del sueño”, agregó el pediatra de Cleveland Clinic.
Problemas digestivos
De acuerdo con el doctor Olivera, durante los primeros cuatro o cinco meses de vida, el sistema digestivo del bebé aún está inmaduro, lo que puede provocar molestias fisiológicas como gases, cólicos, reflujo gastroesofágico o incluso estreñimiento. Estas incomodidades pueden interrumpir el sueño del bebé y causar que se despierte durante la noche.
Estas condiciones generan dolor abdominal, lo que provoca que el bebé se despierte con frecuencia y llore durante la noche. Por ello, Montesinos recomendó acudir con un pediatra si los despertares son muy frecuentes o el llanto es intenso, ya que podría tratarse de un problema médico.
Siestas
En definitiva, los despertares nocturnos pueden estar directamente relacionados con un manejo inadecuado de las siestas durante el día. Según el especialista de la Clínica Ricardo Palma, es común que los padres no perciban que el origen de los despertares nocturnos puede estar en siestas muy largas o demasiado tardías, interfiriendo así con el inicio del sueño nocturno y su continuidad.
“Es importante que las siestas de la tarde no se extiendan más allá de las 4:00 p.m. ni duren más de una hora. Asimismo, si las siestas son demasiado cortas o el bebé no duerme lo suficiente durante el día, podría estar más irritable o fatigado por la noche, lo que también contribuye a que se despierte con mayor frecuencia. Es fundamental que los padres logren establecer una rutina de sueño clara para favorecer el desarrollo del ritmo circadiano y puedan disfrutar de un sueño nocturno reparador.”.
Vínculos emocionales
Los vínculos emocionales juegan un papel clave en el sueño del bebé, especialmente a partir de los 6 a 8 meses, pues como indicó Marita Ramos, a esa edad los bebés comienzan a experimentar ansiedad por separación, lo que los lleva a despertarse buscando a sus cuidadores.

Básicamente, como explicó Noah Schwartz, al formarse vínculos emocionales más fuertes, el bebé puede temer estar solo y necesitar consuelo durante la noche. Sin duda, el apego y la necesidad de sentirse protegido puede influir directamente en el descanso, ya que cuando los padres y cuidadores están cerca o visibles, el bebé se relaja fácilmente y logra dormir mejor. De lo contrario, al no verlos, puede sentirse ansioso, llorar intensamente y tener despertares frecuentes, añadió Olivera.
Entorno
Ruidos ambientales frecuentes, como el tráfico, timbres o conversaciones dentro del hogar, pueden despertar al bebé fácilmente. Por ello, para minimizar este impacto, el pediatra recomendó el uso de ruido blanco para crear un ambiente sonoro constante y tranquilo, bloqueando sonidos inesperados que podrían alterarlo.
La luz durante la noche también puede interferir, ya que impide que el cuerpo del bebé produzca adecuadamente la melatonina. Por eso, es importante crear un ambiente oscuro usando cortinas opacas o mantener una luz tenue si es necesario tener algún tipo de iluminación.
Asimismo, el exceso de objetos en la cuna, como peluches, almohadas o mantas pueden convertirse en obstáculos durante la noche. Estos elementos pueden incomodar al bebé mientras se mueve y hacer que se despierte. Lo recomendable es que el espacio donde duerme sea seguro, despejado y con un colchón firme.
“Temperaturas muy altas o el sobreabrigo también generan molestias que interrumpen el sueño. El bebé puede sudar y sentirse incómodo. Para evitarlo, se debe mantener una temperatura ambiente entre 20 y 22 grados centígrados y vestir al bebé con ropa ligera y cómoda, adecuada al clima”, sostuvo la médico ocupacional.
¿Qué estrategias ayudan a que el bebé duerma más horas seguidas por la noche?
Para que un bebé logre dormir más horas seguidas durante la noche, es fundamental establecer rutinas de sueño consistentes desde los primeros meses de vida. Según Noah Schawartz, estas rutinas deben incluir actividades relajantes como un baño tibio, música suave o la lectura de un cuento antes de acostarse, ya que ayudan a regular el reloj biológico del bebé y a mejorar la calidad del sueño.
“Una rutina estable brinda seguridad al bebé y favorece un sueño más profundo y continuo, al alinearse con la producción natural de melatonina. Por ello, es fundamental crear un ambiente tranquilo, con luces tenues y sin ruido, y usar recursos como masajes suaves o sonidos de arrullo. También se debe evitar estímulos como juegos ruidosos o pantallas al menos una hora antes de dormir, al igual que es clave prestar atención a la digestión: si el bebé ya consume alimentos sólidos, se sugiere dejar pasar al menos una hora entre la cena y el momento de acostarse”, enfatizó el doctor Olivera.
Igualmente, los métodos de entrenamiento del sueño pueden ser útiles en algunos casos. Por ejemplo, el método de llanto controlado o el desapego progresivo ayudan a que el bebé aprenda a calmarse y dormirse por sí mismo. Sin embargo, tanto Schawartz como Olivera subrayaron que no todos los métodos funcionan igual para todos los niños, por lo que es importante adaptar las estrategias a las necesidades de cada bebé y contar, de ser posible, con la orientación de un pediatra.

El colecho también puede ser beneficioso durante los primeros meses de vida del bebé por el componente emocional y la comodidad que ofrece. Muchos padres sienten que dormir junto a su hijo fortalece el vínculo afectivo, ayuda al bebé a sentirse más seguro y facilita la lactancia nocturna. Además, para algunos, también mejora su propio descanso al tener al bebé cerca y no preocuparse por si algo le ocurre en otra habitación.
Sin embargo, este tipo de práctica no está libre de riesgos. De acuerdo con el experto de la Clínica Ricardo Palma, uno de los principales es la posibilidad de asfixia accidental, por ejemplo, si un adulto se mueve durante la noche o si una sábana cubre el rostro del bebé. “Por eso, la Academia Americana de Pediatría recomienda el colecho solo hasta los seis meses y, preferiblemente, con el bebé en una cuna o moisés al lado de la cama, no en la misma cama. Además, a medida que el bebé crece, sus movimientos pueden interrumpir el sueño de los padres, especialmente si son sensibles a cualquier ruido o movimiento”.
¿Cuándo puede ser un problema de sueño?
Según la doctora Melissa Montesinos, se debe consultar a un pediatra si el insomnio o los despertares frecuentes afectan el desarrollo del bebé o la salud mental de los padres. Por esta razón, es importante que los padres estén atentos a síntomas como dolor evidente durante el sueño o problemas respiratorios, ya que estos pueden sugerir una afección médica. Otras señales relevantes incluyen fiebre o infección, reflujo, vómitos frecuentes, dificultad para alimentarse, pérdida de peso o cambios en el patrón de sueño o comportamiento.
“Los problemas de sueño que persisten a lo largo del tiempo, especialmente cuando no mejoran a pesar de realizar cambios en la rutina o el ambiente del bebé, podrían ser señal de una afección médica subyacente, como la apnea del sueño, que requiere evaluación y tratamiento profesional. Además, los trastornos del sueño pueden afectar el desarrollo del bebé si interfieren con su crecimiento, su capacidad para adquirir nuevas habilidades o su bienestar general. En el caso de los padres, la falta prolongada de descanso puede generar agotamiento extremo, dificultar la toma de decisiones y contribuir al estrés e incluso a trastornos como la depresión posparto. Por ello, cuando los problemas de sueño se prolongan durante varios meses, es fundamental abordarlos para proteger la salud tanto del bebé como de los padres”, expresó el pediatra de Cleveland Clinic.
¿Cómo se puede equilibrar las necesidades del bebé con el bienestar del resto de la familia?
De acuerdo con los especialistas es importante considerar lo siguiente:
- Turnarse en el cuidado nocturno: Alternar los turnos durante la noche permite que ambos padres puedan descansar mejor y reducir el agotamiento físico y mental.
- Aprovechar los momentos para descansar: Tomar siestas cortas durante el día, cuando sea posible, ayuda a reponer energías. También se recomienda practicar técnicas de relajación para aliviar el estrés acumulado.
- Establecer una rutina de sueño consistente: Una rutina predecible favorece un mejor descanso tanto para el bebé como para los adultos, y puede reducir los despertares nocturnos.
- Crear un ambiente tranquilo para dormir: Un entorno adecuado —con poca luz, sin ruidos fuertes y una temperatura confortable— facilita el sueño del bebé.
- Compartir responsabilidades: Dividir las tareas del cuidado del bebé con la pareja u otros cuidadores evita la sobrecarga de un solo miembro de la familia.
- Fomentar la comunicación familiar: Hablar abiertamente sobre las necesidades, emociones y límites de cada integrante de la familia ayuda a gestionar mejor las tensiones y ajustar expectativas.
- Ser flexibles y pacientes: Reconocer que los patrones de sueño del bebé cambian con el tiempo permite adaptarse mejor a las nuevas dinámicas sin frustrarse.
- Buscar apoyo externo cuando sea necesario: Contar con la orientación de un pediatra o especialista en sueño infantil puede ser clave para identificar problemas subyacentes o recibir estrategias específicas.
- Priorizar el autocuidado: Reservar momentos para uno mismo, aunque sean breves, es esencial para mantener la energía, la salud mental y la resiliencia.
- Establecer prioridades familiares realistas: No todo se puede hacer al mismo tiempo; definir lo más importante en cada etapa ayuda a organizar mejor el día a día.
- Celebrar los pequeños logros: Reconocer y valorar los avances —por pequeños que sean— fortalece el vínculo con el bebé y aporta motivación durante los momentos de cansancio o dificultad.










