LUIS SILVA NOLE / @Lucho_SilvaRedactor de Sociedad
Una y otra vez repasan los nombres que anteceden a los ataúdes ubicados en la cripta, y una y otra vez les embarga esa sensación de estar conversando con la historia. ¿Miedo? No. Orgullo. A cada nombre leído le siguen ráfagas de ‘flashback’ de lecciones aprendidas en el colegio, que en julio, mes de la patria, cobran más vigor aun.
El sargento primero EP Anthony Cáceres Moreno, de 22 años, y el sargento segundo EP Ítalo Cotrina Villalba, de 19, ambos del cuartel Hoyos Rubio, del Rímac, se sienten honrados. Les tocó la responsabilidad de hacer guardia en el Panteón Nacional de los Próceres en los días previos al aniversario 193 de la independencia nacional. Una experiencia que repiten cada cierto tiempo y que, confiesan, los hace querer más al Perú.
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El Panteón Nacional de los Próceres está en un vértice del Parque Universitario, al lado de la Casona de San Marcos. (Foto: Elva Tocunaga / El Comercio)
Tras escuchar decenas de veces al año los discursos que las guías ofrecen a los visitantes del Santuario Patriótico ubicado en el Parque Universitario, en el Cercado de Lima, estos soldados, representantes de los muchos colegas suyos que desde los años 20 se han turnado la guardia de este espacio ícono de la historia nacional, están convencidos de que el Perú de hoy tuvo su semilla en varios de esos nombres que no se cansan de leer.
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Sargentos EP Ítalo Cotrina Villalba y Anthony Cáceres Moreno junto al sarcófago de Ramón Castilla. Ese es el espacio principal de la cripta del Santuario Patriótico.
Dan por hecho que la nación surgió de los hombres y mujeres cuyos bustos y placas se exhiben en las naves central y transversal, y de los restos que yacen en la cripta, de la que primero fue la capilla del noviciado jesuita de San Antonio Abad y luego parte del Real Convictorio de San Carlos.
APRENDEN HISTORIA
Las imágenes de Bolívar, San Martín, Túpac Amaru II, Necochea, Sucre, Arenales y demás grandes personajes miran de frente a este par de soldados subordinados.“Es un orgullo estar al costado de los cuerpos de los héroes que dieron la vida por el país”, dice ya en la cripta y siempre con gesto marcial el sargento Cáceres, de 22 años, estudiante de Derecho y cajamarquino que lamenta no ser descendiente del Héroe de la Breña.
Ve el ataúd y la placa de Juana de Dios Manrique de Luna y se apura en contar que ella recibía del mártir José Olaya cartas para patriotas enviadas por Sucre desde el Callao.
Anthony e Ítalo se cuadran, gallardos, ante el sarcófago que contiene los restos del Mariscal Ramón Castilla, antes de entrar a un espacio lleno de féretros, entre los que destacan los de Hipólito Unanue, Faustino Sánchez Carrión, José de la Torre Ugarte, Toribio Rodríguez de Mendoza, Bernardo Alcedo y Andrés Rázuri.
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En la parte baja del panteón están los restos de varios próceres y precursores de nuestra independencia nacional.
“Otros tres soldados hacen guardia nocturna. Y otros que estuvieron antes que nosotros dicen que escuchaban voces de mando y cantos militares en la cripta”, señala Anthony.
“También estoy orgulloso. Acá he aprendido algo de historia. Muchos creen que es una iglesia. Todos deben conocer el panteón. Solo cuesta un sol”, invita el huanuqueño Ítalo.