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Se cumple un mes del alto el fuego entre Israel y Hamás: ¿qué tan frágil sigue siendo el acuerdo y qué le espera a Gaza?
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Este lunes se cumplió un mes de la entrada en vigor del alto al fuego acordado por Israel y Hamás en Gaza, con la intermediación del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. De momento, no hay demasiada certeza sobre la posibilidad de un proceso de paz definitivo debido a las acusaciones del Gobierno Israelí de incumplimiento de compromisos y posteriores ataques sobre la franja gazatí.
Puntos de discordia
Uno de los puntos principales fue la liberación e intercambio de rehenes y prisioneros, lo que se añadía a la desocupación parcial de Israel de algunas zonas de Gaza y a que se permita el acceso a la ayuda humanitaria.
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El repliegue israelí quedaba marcado por lo que se denominaba como la “línea amarilla”, que era el límite entre las zonas desocupadas y aquellas en las que la fuerza militar del Estado judío mantenía control. Se estima que poco más de la mitad del territorio de Gaza permanece bajo la ocupación de Israel.
En primera instancia Hamás liberó a una veintena de cautivos israelíes y entregó los cuerpos de 12 de los 28 rehenes fallecidos a cambio de la liberación de unos 2.000 presos palestinos y la entrega de 300 cuerpos que todavía no han podido ser identificados.

La milicia islamista ha ido entregando progresivamente parte de los cadáveres restantes, pero no ha logrado cumplir el acuerdo aduciendo que la enorme cantidad de escombros dificultaba encontrarlos. Hasta la fecha todavía no se han entregado los restos de cuatro rehenes israelíes.
Ran Gvili, de 24 años. Policía que falleció combatiendo a Hamás, pese a estar de baja temporal por lesión. Durante el ataque al Festival Nova ayudó a evacuar a los civiles. Su cuerpo fue llevado a Gaza tras su fallecimiento.
Dror Or, de 52 años. Granjero de lácteos que fue asesinado junto a su esposa durante el ataque del 7 de octubre. Sus hijos adolescentes fueron secuestrados, pero se consiguió su liberación en 2023.
Meny Godard, de 73 años. Fue asesinado junto a su esposa durante la Masacre de Be’eri, parte de los ataques de Hamás el 7 de octubre.
Sudthisak Rinthalak. De ascendencia tailandesa y residente en Israel desde 2017, se dedicaba a labores agrícolas. Es uno de los 39 tailandeses fallecidos tras el ataque de Hamás en 2023.
El gobierno encabezado por el primer ministro Benjamin Netanyahu consideró que esto es una maniobra con la que Hamás busca posponer la entrega de armas y acusó al grupo terrorista de nuevas agresiones, las cuales provocaron el fallecimiento de un soldado israelí por lo que emprendió nuevas intervenciones bélicas. Israel también señala que a lo largo de los últimos meses ha interceptado drones con armamento en las frontera de Gaza y el último de estos casos se registró el 10 de noviembre.
Por su parte, la ONU ha señalado que Israel incumple el acuerdo de permitir la entrada de alimentos y otros recursos para la ayuda humanitaria. Según el organismo, se requieren 600 camiones diarios con provisiones para frenar la hambruna en Gaza, pero actualmente se está permitiendo que ingresen menos de la mitad.
Desde el alto al fuego del 10 de octubre las autoridades palestinas reportan que 241 gazatíes han muerto a causa de ataques de Israel, siendo los más violentos los que tuvieron lugar durante los días 19 y 28 de octubre, los cuales dejaron un saldo de 44 y 104, fallecidos, respectivamente. En el mismo periodo se reportó que más de 600 palestinos resultaron heridos.
Futuro incierto
El estado actual de intervención de Israel y Hamás ha llevado a que el cese el fuego alcanzado sea visto como frágil e incluso como directamente quebrado por algunos. En opinión de Marco Carrasco, analista internacional e investigador del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), el margen de estabilidad “es bastante complejo” y tiene una gran cantidad de variables, pero es viable mantener el acuerdo de alto el fuego.
“Este alto el fuego puede permanecer, pero es bastante delicado y se desarrolla básicamente en un marco de una evaluación del día a día”, comenta en diálogo con El Comercio.
“También está el tema del propio control interno que puede tener Hamás dentro de su grupo, como sucedió con el clan palestino de los Dogmush, que recientemente sufrió ejecuciones por parte de Hamás y que de alguna manera dan indicios de que internamente el control que ellos tienen no es del todo estable”, explica el docente de la UNMSM.

Los hechos a los que hace referencia Carrasco están relacionados con la difusión de imágenes que mostraban a presuntos miembros de la Radea, unidad de control policial de Hamás, ejecutando a un grupo de detenidos que serían parte del clan familiar Dogmush, uno de los más importantes del norte de Gaza.
Los Dogmush tienen gran influencia en el barrio de Sabra y han sido acusados de ser colaboracionistas con Israel. Lo anterior no impidió que fueran atacados por las fuerzas hebreas y sufrieran la pérdida de numerosos de integrantes de la familia durante los operativos israelíes.
Pese a ello, Hamás considera que grupos como este constituyen un poder paralelo al suyo. Desde dicha perspectiva es que el grupo extremista también emprendió acciones contra el clan Al Astal y la milicia Al Majida, ambos con fuerte presencia en otros sectores de Gaza.
El cese a la actividad militar pactado por Israel y Hamás actualmente se encuentra en su primera fase, pero el acuerdo tenía previstas una segunda y una tercera etapa que están lejos de ser alcanzadas en el actual contexto.
La segunda fase implica el desarme de Hamás y que los extremistas islámicos admitan que una fuerza internacional sea la encargada de gestionar la seguridad en la franja, algo ante lo que ha mostrado poca predisposición hasta el momento. Este segundo punto del proceso de paz también implica la amnistía a integrantes de Hamás y la liberación de algunos presos palestinos de alto perfil e Israel solo está dispuesto a admitir esas condiciones de forma parcial.

La tercera fase prevé la reconstrucción y la gobernanza futura del territorio palestino occidental, siendo todavía más complejo llegar a esta instancia.
Al ser consultado sobre la posibilidad de que Israel o Hamás únicamente busquen ganar tiempo para defender sus propias agendas en el actual escenario, Marco Carrasco señala que había señales de ello en las negociaciones que llevaron a la primera fase del acuerdo, aunque no puede decirse que estos sean signos concluyentes.
“Desde octubre, cuando tuvo lugar la cumbre en Sharm El Sheik (Egipto) ya se encontraban indicios de que las partes principales no manifestaban al cien por ciento la voluntad de deponer las armas. Ahí no estuvieron presentes representantes directos de Israel ni de Hamás, como se habría esperado en este tipo de acuerdos. Son ese tipo circunstancias las que algunos tildan de vacíos operativos”, comenta el especialista.
A juicio del docente universitario, la creación de la “línea amarilla” que divide las zonas de control entre Hamás y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) podría verse de distintas formas.
“Desde el punto en el que se habla de la existencia de esta línea demarcatoria no se habla de un alto al fuego que implica alguna entrega de Gaza, sino que es una suerte de reconocimiento de que se van a compartir espacios de control”, explica.
“Por un lado, hay quien pueda ver que eso puede viabilizar más la tregua, pero al mismo tiempo eso vuelve bastante frágil esta suerte de acuerdo, pues cualquier posible pequeña disputa por desplazamientos o el flujo humanitario y cualquier elemento de limitaciones jurídicas puede llevar que el equilibrio salga de control”, agrega Carrasco.

Tal delimitación por ahora ha sido un punto de desencuentro, pues las fuerzas israelíes han señalado que emprendieron ataques contra gazatíes que cruzaron la línea en su área de ocupación, con incidentes de este tipo registrados entre el 8 y el 10 de noviembre.
Los palestinos argumentan que se trataba de civiles realizando actividades rutinarias como revisar el estado de sus casas, pero desde el lado israelí se indicó que se trataba de terroristas y que la incursión dentro de su área de control suponía una amenaza. Los oficiales hebreos afirman que han advertido reiteradamente a la población sobre el peligro de acercarse a lo que califican como una zona de “combate”.
El área de ocupación israelí se sitúa en aproximadamente un 53% de la Franja de Gaza y la ya famosa “línea amarilla” debe su nombre a los bloques de ese color colocados por las FDI. Israel Katz, ministro de Defensa de Israel, señaló hace tres semanas que “cualquier intento de cruzar la línea será recibido con fuego”.
No obstante, una reciente investigación de BBC acusa a Israel de ocupar más territorio del que establecían los acuerdos y que imágenes satelitales demostraban que los militares israelíes adelantaron varios cientos de metros los marcadores de división.
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