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Venezuela a 11 km: ¿Cómo Trinidad y Tobago es ahora un territorio clave para Estados Unidos y su cerco contra Maduro?
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A solo 11 kilómetros de la costa venezolana en el punto geográfico más cercano, Trinidad y Tobago dio un paso que robustece el despliegue naval estadounidense en el Caribe. El gobierno trinitense autorizó a Estados Unidos a utilizar sus aeropuertos para el tránsito de aviones militares, una decisión presentada como cooperación logística, pero que se produce en medio de una creciente tensión regional. El acuerdo, de alcance aún limitado en lo formal, reaviva las alertas en Caracas y abre interrogantes sobre si Washington está elevando la presión más allá de la disuasión para provocar la caída de Nicolás Maduro.
En concreto, el acuerdo anunciado el lunes permite que aeronaves militares estadounidenses utilicen aeropuertos trinitenses para operaciones de tránsito y apoyo logístico, como reabastecimiento y rotación de personal.
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MIRA: ¿Cómo es el poderío militar de Venezuela en comparación con el de Estados Unidos?
Aunque Puerto España insiste en que no se trata de una base permanente ni de una plataforma para acciones ofensivas, la autorización se suma a una serie de movimientos previos de Washington en el país caribeño, que incluyen ejercicios militares conjuntos, presencia naval con la llegada en octubre del USS Gravely, y el refuerzo de capacidades de vigilancia en la zona a través de un radar instalado en un aeropuerto.


En este punto, cabe recordar que la primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar, ha elogiado los ataques estadounidenses a presuntas embarcaciones con droga en el Caribe y Pacífico.

La noche del lunes, el Pentágono anunció tres nuevos ataques contra lanchas sospechosas de transportar droga en el Caribe y el Pacífico, con un saldo de ocho muertos. Desde setiembre, acciones similares ya suman 95 personas fallecidas.
Washington alega que busca neutralizar el tráfico de la droga que sale de Venezuela con destino a Estados Unidos.
Además, señala que detrás del envío de cargamentos de droga hacia Estados Unidos está el llamado Cártel de los Soles, una supuesta mafia que estaría liderada por Nicolás Maduro y su cúpula militar y política.
El martes, la jefa de gabinete de la Casa Blanca, Susie Wile, afirmó que el presidente Donald Trump quiere seguir destruyendo embarcaciones supuestamente cargadas de droga en el Caribe hasta que Maduro “se rinda”.

La última decisión de Trinidad y Tobago no pasó inadvertida en Caracas. El gobierno de Nicolás Maduro reaccionó con duras críticas y calificó el acercamiento entre ese país y Estados Unidos como una amenaza a la estabilidad regional y denunció una escalada militar encubierta cerca de su territorio.
Además, Venezuela denunció que Trinidad y Tobago participó el 10 de diciembre en la incautación por parte de Estados Unidos de un buque petrolero que navegaba con falsa bandera y que transportaba crudo del país sudamericano.
En represalia, la vicepresidenta Ejecutiva y ministra de Hidrocarburos, Delcy Rodríguez, dijo que Venezuela extinguió “de manera inmediata” cualquier “acuerdo, contrato o negociación” para suministrar gas natural a Trinidad y Tobago.
También acusó a la primera ministra Kamla Persad-Bissessar de revelar “una agenda hostil” en contra de Caracas y la señaló por convertir su territorio en “portaaviones estadounidense para agredir a Venezuela”, lo que describió como “vasallaje”.
No siempre Venezuela y Trinidad y Tobago han tenido una mala relación, al contrario, eran socios en el tema de la energía hasta no hace mucho. Por ejemplo, en el 2015 firmaron un acuerdo de cooperación orientado a impulsar proyectos de exportación de gas venezolano hacia Trinidad y Tobago, incluyendo estudios técnicos y compromisos de colaboración en hidrocarburos.
En diciembre del 2023, ambos países suscribieron un acuerdo para desarrollar el Dragon Gas Field, un extenso yacimiento de gas natural ubicado en aguas venezolanas contiguas a la plataforma trinitense. La estatal venezolana PDVSA otorgó una licencia de 30 años a la National Gas Company de Trinidad y Tobago (NGC) para explorar, producir y procesar gas, con la participación como operador de Royal Dutch Shell.
Este proyecto preveía construir infraestructura, incluido un gasoducto submarino y plantas de procesamiento para exportar gas licuado al mercado caribeño e internacional.
Además del Dragon, ambas naciones firmaron en agosto del 2024 un acuerdo para el desarrollo del campo Cocuina–Manakin durante 20 años, destinado a compartir la producción y beneficiarse mutuamente del recurso.
Sin embargo, ante el acercamiento de Trinidad y Tobago a Estados Unidos, desde octubre de este año el gobierno de Maduro ha anunciado la suspensión o ruptura de los acuerdos.
El dilema final de Maduro

El periodista y analista internacional Carlos Novoa señala a El Comercio que el acercamiento entre Estados Unidos y Trinidad y Tobago es un reflejo de las estrategias de presión maximalistas que la administración de Trump ha aplicado en América Latina.
Según Novoa, mientras Washington presenta su relación con Trinidad y Tobago como un simple “apoyo logístico”, lo cierto es que ha desplegado una presencia militar cada vez más visible en el Caribe, lo que refuerza el mensaje de dominación regional.
“Trump está copando todo el Caribe”, afirma Novoa, quien destaca que la administración estadounidense ha adoptado una postura autoritario-confrontacional con respecto a Venezuela. A través de su política en la región, Washington está imponiendo orden y autoridad desde su perspectiva, lo que incluye amenazas directas e indirectas al gobierno de Maduro.
En este sentido, afirma Novoa, Trinidad y Tobago, aunque es un país pequeño, se convierte en un punto estratégico clave debido a su proximidad con Venezuela, su histórica relación con el gigante norteamericano y su ubicación en una zona de alto tránsito marítimo.
Novoa subraya que, pese a los intereses energéticos compartidos, la relación entre Venezuela y Trinidad y Tobago ha sido tensa, con acuerdos energéticos suspendidos por la presión internacional y el impacto de las sanciones a Caracas.
El analista remarca que Trinidad y Tobago, al igual que muchos otros países de América Latina, se ve obligado a ceder ante las presiones de Estados Unidos por realismo político y por sus propios intereses económicos y estratégicos. “No se van a pelear con Estados Unidos”, explica.
En cuanto al destino de Maduro, Novoa sostiene que Estados Unidos seguirá presionando hasta el límite, buscando ahorcar políticamente y económicamente al régimen venezolano. Dice que a pesar de las tensiones internas y la migración masiva que ha afectado a Venezuela, el apoyo a Maduro sigue siendo fuerte sectores populares que se benefician de las prebendas del Estado.
“Maduro tiene dos opciones: quedarse hasta el final y ser derrocado, o salir cuando la presión se vuelva insostenible, con el apoyo de un país dispuesto a darle asilo”, concluye Novoa.
Las alianzas de EE.UU. alrededor de Venezuela

Para el especialista en defensa e inteligencia Andrés Gómez de la Torre, el acercamiento entre Trinidad y Tobago y Estados Unidos no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia más amplia de Washington para consolidar un sistema de alianzas diplomáticas y militares en el Caribe, que incluye a países como República Dominicana, Guyana, Panamá y Surinam. Se trata, señala, de una arquitectura regional de cooperación en seguridad que busca rodear el espacio geopolítico venezolano.
Según Gómez de la Torre, los acuerdos específicos con Trinidad y Tobago están centrados en el apoyo logístico a las fuerzas estadounidenses, un componente clave dentro de este despliegue. Por su cercanía inmediata a las costas venezolanas, el país caribeño adquiere un valor estratégico singular, al punto de poder funcionar como una suerte de “portaaviones intermedio” para eventuales operaciones aéreas, incluidas aquellas que involucren drones y sistemas de vigilancia avanzada, dice el analista.
Gómez de la Torre subraya que esta aproximación responde también a una diplomacia estadounidense que, desde 2024, viene afinando vínculos de defensa mutua y seguridad cooperativa con Estados periféricos a Venezuela. En ese sentido, Trinidad y Tobago aparece como un socio especialmente atractivo, no solo por su ubicación geográfica, sino también por la sintonía política de su actual gobierno con Washington, lo que facilita y acelera este tipo de entendimientos.
El analista recuerda además que las fuerzas de defensa trinitenses ya han realizado ejercicios conjuntos con tropas estadounidenses y que Puerto España ha autorizado la instalación de un radar TPS-80, que es un sistema avanzado de control del espacio aéreo. A ello se suma —advierte— un componente geopolítico adicional: el alineamiento implícito de Trinidad y Tobago con Guyana en la disputa territorial con Venezuela por el Esequibo, lo que refuerza la percepción de un bloque regional que se posiciona frente a Caracas.
“Estamos ante una geopolítica profusa y multidimensional”, concluye Gómez de la Torre, “en la que no solo se redefine la relación bilateral entre Estados Unidos y Trinidad y Tobago, sino también el equilibrio de poder en el Caribe, con varios Estados alineándose con Washington en un escenario regional marcado por tensiones crecientes y reposicionamientos estratégicos frente a Venezuela".










