
En el Perú, existe un grupo de seguidores entusiastas de Donald Trump. Muchos de ellos se identifican como personas de derecha y han considerado a Trump como el candidato afín al libre mercado frente a figuras como Kamala Harris. En su momento, el expresidente prometió reducir los impuestos corporativos y recortar el gasto público. No obstante, Trump nunca ocultó su inclinación por el proteccionismo, especialmente su convicción de que el aumento de aranceles podía corregir las supuestas “injusticias” en las transacciones comerciales globales de Estados Unidos. Esta creencia, claramente intervencionista, fue minimizada por algunos de sus seguidores, quienes la consideraron un aspecto secundario.
Los acontecimientos recientes evidencian que tanto Trump como su equipo apuestan decididamente por una política arancelaria global agresiva, y no temen escalar hacia una posible guerra comercial con China. Surge entonces una pregunta crucial: ¿por qué ciertos simpatizantes de Trump, que a la vez se definen como defensores del libre mercado, continúan apoyándolo o racionalizando su postura proteccionista?
La psicología política ofrece al menos tres explicaciones sobre cómo el comportamiento puede influir en las actitudes de una persona. Aunque tradicionalmente se entiende que la conducta es la expresión externa de una actitud –compuesta también por elementos cognitivos y afectivos–, existen casos en los que la propia conducta altera dichas actitudes.
Una primera explicación es la teoría de la disonancia cognitiva. Cuando una persona sostiene creencias o actitudes contradictorias, experimenta un estado de tensión psicológica. Para reducir este malestar, suele ajustarse la actitud a fin de mantener coherencia con un comportamiento previamente realizado. Por ejemplo, si alguien publicó mensajes de apoyo a Trump o utilizó una gorra con el eslogan “Make America great again”, ya ha manifestado públicamente una conducta favorable. Posteriormente, podría resultarle más difícil explicar esa conducta si sostiene principios liberales en lo económico. En ese contexto, es probable que ajuste sus actitudes para alinearlas con su conducta pasada, justificando así las políticas de Trump incluso si contradicen el libre mercado.
Una segunda explicación proviene de la teoría de la autopercepción de Daryl Bem. Esta sostiene que las personas infieren sus actitudes a partir de la observación de su propio comportamiento. Así, por ejemplo, un individuo que tenía una postura moderada frente a Trump, pero que asistió a eventos donde se apoyaba su candidatura, compró mercancía asociada o defendió su discurso ‘antiwoke’, podría concluir que su simpatía por el expresidente es mayor de lo que creía. A partir de ahí, empezaría a construir argumentos que respalden su posición, incluso frente a medidas tan poco liberales como los aumentos arancelarios.
La tercera alternativa es la teoría de la autopresentación. Según esta, las personas no modifican sus actitudes por incomodidad interna, sino que actúan estratégicamente para mantener una imagen coherente ante los demás. La presión del entorno social juega un papel clave: si el grupo cercano es abiertamente pro-Trump, alguien con convicciones liberales podría preferir evitar conflictos o ser percibido como contradictorio. En consecuencia, adoptará posturas públicas que respalden a Trump, incluso si estas contradicen sus principios.
En contraste, si una persona que se considera liberal decide dejar de apoyar a Trump debido a su política arancelaria, esto indicaría que el componente cognitivo de su actitud (es decir, su valoración racional de principios económicos) ha prevalecido sobre el componente afectivo. Esa coherencia interna, aunque poco común en la arena política actual, merece ser reconocida.