Pacheco, Chávez y Quevedo en un entrenamiento de la Sub 23. (Foto: Leandro Britto)
Pacheco, Chávez y Quevedo en un entrenamiento de la Sub 23. (Foto: Leandro Britto)
/ Leandro Britto
Ricardo Montoya

Primero preguntaron por Kevin Quevedo. Era él a quien querían inicialmente. 17 goles, talento a raudales y el llamado a la selección justificaban, según los periodistas cariocas, el seguimiento que Fluminense le estaba haciendo. La operación no llegó a concretarse. Y fue Fernando Pacheco, suplente en Cristal hasta hace poco, el que acabó firmando por el ‘Tricolor’.


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El miércoles pasado, ironías del destino, ‘Mbpaché’, como adora que lo llamen, revolucionó con su ingreso el ataque del Fluminense contra el Flamengo, campeón de América. Kevin, por su parte, recaló en el Goiás, un elenco menor del fútbol brasileño.

Esta historia, que recién empieza, ambos son jóvenes, ofrece ya varias lecciones. La primera es una obviedad. El fútbol es una carrera corta y hay que honrarla. Es fácil ser preso de un canto de sirenas cuando se alcanza cierto renombre y se recibe el primer dinero importante. Pacheco fue, junto al golero Renato Solís, uno de los pocos que sobrevivieron a la hecatombe del Preolímpico. Kevin, en cambio, llamado a ser la figura de la Blanquirroja en Colombia, fue desafectado una semana antes del campeonato. Todo por un confuso incidente disciplinario. El profesionalismo importa.

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La segunda enseñanza se vincula con el aprovechar las oportunidades que se presentan. Un Pacheco de buena línea de carrera en selecciones juveniles, pero en un momento profesional discreto, no dudó en, bien asesorado, migrar a un torneo más competitivo en busca de aprendizajes. En las antípodas Quevedo, que recibió muchas más y mejores ofertas, tardó en decidir su destino y luego de una para inexplicable, sin realizar pretemporada, aceptó la oferta del Goiás Esporte Clube. La referencia inmediata de este equipo es que Nilson Loyola no tuvo mayores posibilidades de alternar.

El debut auspicioso de Fernando, lejos de convertirse solo en una ópera prima irrepetible, tiene que ser la llave que le abra un lugar en el titularato del Fluminense. Pacheco está germinando, tiene 20 años, y debe aprender a manejarse bien en espacios reducidos, decidir mejor el final de las jugadas y, sobre todo, sumarle contundencia a sus indiscutibles atributos. El ‘obrigado’ (gracias) de los torcedores, el último miércoles, debe convertirse en un resorte competitivo que lo lleve a un nivel superior. Luego deberá confirmar esa tendencia en el tiempo.

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Kevin, del otro lado, empieza desde cero y eso, contra lo que se cree, puede sumarle. En Brasil va a encontrarse con futbolistas que tienen sus mismos registros técnicos, lo que debería significar un aliciente para optimizar, a través del entrenamiento, sus capacidades atléticas. Quevedo, en buena forma física, tiene un umbral alto de crecimiento. Salir de Lima, si es que toma en serio la profesión que eligió, parece ser una excelente medida. Kevin cumple 23 años la próxima semana. Necesita consolidarse pronto.

En el Perú, la mayoría de promesas no solo se truncan, sino que se deshacen. Pacheco y Quevedo optaron por desplegar sus alas. Si el vuelo llega a ser próspero y el retorno tardío, un flaco, pinta de rockero, va a sonreír en la Videna.

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