"Nuestro destino somos nosotros mismos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Nuestro destino somos nosotros mismos". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Hugo Neira

Cuando a Max Weber se le preguntaba para qué servía su ‘Sozialwissenchaft’ (ciencias de la sociedad) su respuesta era “desencantar el mundo”. No lo han entendido. Del derecho y la economía había pasado a la historia y la filosofía. La sociología se ocupa también de la magia como de las religiones. Pero centralmente, de las sociedades. Y evitando oráculos y profetas. Por relación social debe entenderse una conducta plural y ese comportamiento colectivo no siempre es racionalista. En muchos casos lo sustituyen los mitos. O sea, la irracionalidad.

Tenemos uno. Mito, una ilusión, que nos avergüenza declarar. Estamos convencidos de que la América del Sur es una suerte de Estados Unidos fallidos. Es riesgoso decirlo, cada cultura guarda sus grandes mentiras. Voy a utilizar el punto de vista de uno de los pensadores más libres que hemos tenido. No diré de inmediato su nombre. Cuando le preguntaron sobre la independencia, la respuesta fue: “El nacimiento de los Estados Unidos es un hecho histórico de significación opuesta al nacimiento de la América Latina. Los Estados Unidos nacieron con la modernidad. Es decir, la Reforma (protestante), el individualismo, la Enciclopedia, la democracia, el capitalismo. Nosotros nacimos con la Contrarreforma, el Estado absolutista, la teología neotomista, el arte barroco”. “A la excepción de Argentina, Uruguay y Chile, las poblaciones autóctonas fueron siempre importantes”. “En cambio, en los Estados Unidos y en Canadá, los nativos fueron exterminados o marginados”. Sus independencias fueron diferentes. “En los países de América Latina fue la consecuencia de la decadencia de España y la disgregación de su imperio. En el norte, se emanciparon de la metrópoli británica para extenderse hacia el oeste del continente”. El pensador citado es Octavio Paz.

Por si acaso, conocía a pie juntillas a los poetas modernistas de los Estados Unidos. Cuando la guerra civil en México, su familia se había instalado en Los Ángeles, y a los seis años, hizo su kindergarten en inglés. Luego conoció los poetas surrealistas franceses y la España de Ortega y Gasset. Con lo cual se desmorona cierto mito. Lo cosmopolita quita la identidad, es lo contrario. ¿Dónde J.C. Mariátegui se encontró a sí mismo? En su viaje por Italia. ¿Y Vallejo, Scorza, Bryce y Vargas Llosa?

Otro mito que me inquieta. El desdén por la gramática castellana. En muchos textos, noto que no se usan los conectivos. Aquellos como “por una parte, por la otra”. ¡Por lo visto, no hay sino una sola verdad! Y entre tanto, se aprenden otros idiomas, lo cual es saludable, ¿y se ignora lo propio? En fin, me asombra la escritura lineal sin matices, oraciones subordinadas que se siguen unas a otras. No se usan frases cortas. Y sin embargo, a lo Nietzsche, el aforismo, en “Más allá del bien y el mal”. 1886.

Voy a dar un ejemplo de sus ventajas en un escritor sudamericano. Nos explica cómo al poeta Byron le importaba Simón Bolívar, y escribe: “Si Byron no marchó a América, fue porque la inmediata aventura de Grecia le atrajo más de cerca. Pero tal era su entusiasmo por Bolívar, ‘de virtudes políticas’ [...], que a su yate lo llamó Bolívar. En ese yate fue a rescatar las cenizas de Keats, ahogado en las aguas del Mediterráneo italiano”. Frases breves.

Se llama Germán Arciniegas, colombiano. El libro citado es una panorámica de nuestra cultura latinoamericana. ¿No conoce el lector “El continente de siete colores”? Entonces se pierde algo de lo mejor. Octavio Paz, Borges, Arciniegas, deberíamos conocerlos. Nuestro destino somos nosotros mismos. Los Estados Unidos son una singularidad. Nosotros también. No hay un modelo único para las civilizaciones.