"El mandatario se refugió en más de una oportunidad en la campaña en su ‘palabra de maestro’ (aludiendo, supuestamente, a que sus dichos eran sinceros y claros)".
"El mandatario se refugió en más de una oportunidad en la campaña en su ‘palabra de maestro’ (aludiendo, supuestamente, a que sus dichos eran sinceros y claros)".
/ ANGELA PONCE
Editorial El Comercio

El presidente no ha dicho nada sobre los cuestionamientos que pesan sobre el Gabinete Bellido desde que este se conformó. Sus intenciones de manejarse con la mayor opacidad posible –expresadas en la colocación de cortinas en el vehículo oficial, su renuencia inicial a despachar en Palacio de Gobierno y la selectividad ensayada a la hora de permitir el acceso a los periodistas a algunos eventos oficiales– han sido evidentes y han supuesto una resistencia a encarar las preocupaciones legítimas de la ciudadanía. Y la rendición de cuentas es una de las claves de nuestro sistema democrático.

Pero el hermetismo del inquilino de la Casa de Pizarro se ha hecho más notorio en los últimos días, luego de que se revelasen una serie de declaraciones del ahora excanciller disparando mentiras y teorías conspirativas sobre el origen del terrorismo en nuestro país (dijo que “el terrorismo en el Perú lo inició la Marina” y que Sendero Luminoso ha sido “en gran parte obra de la CIA y de los servicios de inteligencia”). Una circunstancia que supuso la protesta de la y el repudio de buena parte de la opinión pública, pero ni una sola palabra de Pedro Castillo que, como jefe supremo de las Fuerzas Armadas, debería velar por el respeto a la historia, servicio y sacrificio de los uniformados que lucharon contra las huestes de Abimael Guzmán y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.

La situación se hace más grave si se considera que el presidente, desde su cuenta de Twitter, le puso “me gusta” (aunque luego haya retrocedido) a publicaciones que antagonizaban a la Marina y al pronunciamiento que emitió, asegurando que “el comunicado de la Marina es provocador e inaceptable” y que “juega en pared abierta con la derecha para socavar a un ministro”. Acciones que dicen mucho de la posición del Gobierno frente a los disparates de Béjar en medio del silencio presidencial.

Pedro Castillo debe entender que lidera un país democrático donde la rendición de cuentas es una obligación. Designar o remover ministros sin que haya interés por defender la lógica detrás de esas decisiones, esperando que la ciudadanía y el Congreso acepten lo que se le pone enfrente, delata despotismo y, a la vez, poca muñeca política. En fin, el que liquida su capital político es el Gobierno, con mutismos que terminan por apañar conductas inaceptables de los miembros del Gabinete y dando cuenta de un mandatario que no se arrepiente hasta que la situación lo desborda.

La renuncia de Béjar, atinada pues no merecía el cargo, distiende ligeramente la crisis que se ha autoinfligido el Ejecutivo. Pero no disipa las dudas suscitadas por este caso y, en general, por todos los despropósitos que este Gobierno viene emprendiendo. Basta con ver al primer ministro Bellido, que sigue liderando un Gabinete a la altura de sus deméritos personales, mientras está involucrado en investigaciones fiscales por apología del terrorismo, terrorismo y lavado de activos. El Consejo de Ministros en su conjunto es una afrenta al país y tiene que ser cambiado.

Según la última encuesta de El Comercio-Ipsos, el 50% del país asegura que la administración de Castillo le genera preocupación y no es para menos. Ante ello, el presidente se da el lujo de permanecer en silencio, lo que, ante todas las crisis que viene enfrentando el Ejecutivo, supone claudicar a su liderazgo cuando la ciudadanía lo demanda.

El mandatario se refugió en más de una oportunidad en la campaña en su ‘palabra de maestro’ (aludiendo, supuestamente, a que sus dichos eran sinceros y claros). Hoy, más bien, esa ‘palabra de maestro’ parece haberse extraviado cuando, justamente, lo que se necesita del jefe del Estado es claridad y veracidad.