La denuncia que realizó ayer la tercera vicepresidenta del Congreso, Patricia Chirinos, en contra del actual presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, no debe ser tomada con tibieza. Tampoco, creemos, debe ser vista como un hecho aislado, pues viene a sumarse a otros que, en poco más de un mes, ya han mostrado a este gobierno como uno situado en las antípodas de la lucha por la equidad de género y por la erradicación de la violencia contra las mujeres.
Según contó la legisladora de Avanza País en RPP, en julio pasado, ella les pidió a sus colegas de Perú Libre Jaime Quito (que se desempeñaba como titular de la Junta Preparatoria encargada de la instalación de los nuevos congresistas) y Bellido que le permitieran establecerse en la oficina que había tenido su padre, Enrique Chirinos Soto. A su solicitud, sin embargo, le habría seguido una grosera respuesta del segundo: “¿Qué te preocupas de eso? Anda cásate”. Y poco después, frente a la réplica de Chirinos (quien le recordó que había sido “soltera, casada, divorciada y viuda…”), Bellido habría añadido: “Entonces solo falta que te violen”.
Por sí sola, la declaración –que Bellido ha negado, pero de la que, según ha dicho la congresista Chirinos, otros legisladores pueden dar fe– es agraviante. Tratándose, además, de un tópico como la violación sexual (que solo entre enero y julio de este año motivó más de 12.000 denuncias en los Centros de Emergencia Mujer del país, según datos del Ministerio de la Mujer), resulta nauseabunda. Y si a eso le añadimos que habría salido de la boca del primer ministro quien, al tiempo que rechazaba las imputaciones, ha llegado a afirmar que todo se trataría de un “plan [para] vacar al presidente”, no hay forma de restarle gravedad al asunto.
Lo peor de todo, no obstante, no es que sus palabras hayan pintado a Bellido como lo que es: un ejemplar del machismo más rancio que se halla anquilosado en nuestro tejido social. Lo peor es que, a sabiendas de ello, el presidente Pedro Castillo lo designó para ser su jefe del Gabinete y 73 congresistas consideraron que había que darle la confianza el pasado viernes. Como sabemos, el ministro Bellido ha dejado un elocuente muestrario de su misoginia y homofobia en sus redes sociales, donde hace menos de tres años escribió: “La mujer es tan destructiva y despiadada a la hora de mezclar sus rencores y egoísmo”.
Pero Bellido, como decíamos, no es un caso único en el Gobierno… ni siquiera en el Consejo de Ministros. El ministro de Transportes y Comunicaciones, Juan Silva, registra una denuncia por agresión física y psicológica contra su expareja, mientras que el del Ambiente, Rubén Ramírez, fue denunciado en el 2019 por agresión psicológica y hostigamiento contra la madre de sus hijos, siete años después de que su propia hermana lo denunciase por agresión física. Este domingo, además, nos enteramos de que el presidente de Essalud nombrado por este gobierno, Mario Carhuapoma, fue denunciado en el 2016 por violencia familiar. La circunstancia de que todos estos funcionarios continúen en sus puestos hasta el día de hoy sin que nadie en el Ejecutivo haya reclamado públicamente por sus renuncias parece anticipar que lo único que recibirá Bellido por sus repulsivas declaraciones será un llamado de atención y nada más.
En esa línea, tampoco sorprende que en un equipo ministerial con 19 integrantes solo aparezcan dos mujeres, o que –como reveló nuestra colega Ana Bazo el último sábado– de los 147 altos funcionarios designados por este gobierno en cargos de confianza, 112 (el 76% del total) han sido varones.
Así, el menosprecio hacia las mujeres (ya sea tolerando a agresores de estas en altos cargos o dejándolas de lado al momento de efectuar nombramientos importantes) parece una constante en este gobierno. Si esta administración realmente quiere lograr cambios importantes en el país, tiene en la lucha contra la violencia machista y la inequidad de género dos importantes problemas por tratar. Después de todo, esa sí sería una verdadera revolución.
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