¡Auxilio: las oficinas matan!, por Liuba Kogan
¡Auxilio: las oficinas matan!, por Liuba Kogan
Redacción EC

Muchos de nosotros pasamos “sin querer queriendo” muchas horas al día en nuestras . Si aquellas son realmente viejas, es probable que tengan ventanas pequeñas y, por lo tanto, tengamos poca luz y se ocupe el espacio de modo bizarro: baños convertidos en escritorios o cafeterías, por decir lo menos. Si bien es probable que la tugurización de los empleados se realice en espacios inauditos, es muy probable que las oficinas se encuentren totalmente personalizadas; es decir, se exprese la personalidad de sus habitantes: almanaques de toda laya, imágenes religiosas, muñequitos de peluches, tarjetitas del de hace dos años, tacitas de todos los colores y diseños. Aunque se trate de espacios extraños, son de algún modo alegres y familiares.

Es cierto que existen oficinas viejas con grandes ventanales y espacios grandiosos, pero dichas oficinas se encuentran en vías de extinción, pues el argumento para derrumbarlas es que no resulta rentable tener tan poca gente trabajando en un espacio tan amplio: “Imaginen el edificio que podríamos construir allí”.

La tendencia mundial en los países en crecimiento económico es, pues, deshacerse de las oficinas tipo tugurio (son lugares “retro” que pueden cambiar de uso o función) y de las oficinas tipo jardín, para construir grandes edificios icónicos; es decir, espectaculares y hermosos por fuera, pero muy poco amigables para las personas que van a pasar por los menos ocho horas al día en ellos. Se los hace muy aburridos por sus colores neutros, mobiliario idéntico y diseño previsible para ahorrar costos, y para permitir alquilar las oficinas sin mayor problema a cualquier compañía, porque todas tienden a seguir el mismo patrón uniforme.

Los especialistas en neurociencias se han preocupado por analizar cómo afectan estas oficinas neutras en su decoración (aunque espectaculares en su exterior) a los trabajadores. ¿Se sentirán felices y trabajarán más por estar acompañados por sus colegas al compartir oficinas sin paredes? ¿Se distraerán menos por no contar con adornos personales en sus escritorios? ¿Los colores neutros los mantendrán relajados durante la jornada laboral y aumentarán su ?

Todo lo contrario, los estudios realizados por neurocientíficos han demostrado que no poder personalizar el propio espacio de trabajo –es decir, expresarse uno mismo– hace sentir desapego del lugar de trabajo; que las conversaciones, ruidos mínimos o susurros tienden a desconcentrar hasta al sujeto más concentrado e interesado en su labor; que los techos excesivamente bajos generan sensaciones de opresión y desasosiego o que los murales con imágenes de foresta, mares o delfines no sustituyen en absoluto las ventanas y el aire puro. En resumen, encuentran que la productividad disminuye en estas modernas y aburridas oficinas. Hasta los ratones a los que se les cambian los recipientes de comida, de lugar y de color se hacen “más inteligentes” que los que comen en el mismo sitio y de la misma vasija. 

Cuando veo esas oficinas, la verdad, me provoca salir corriendo hacia algún parque donde todo nos sorprende como cuando niños.