El último sábado 22 de mayo, el Papa Francisco aprobó la beatificación de la religiosa peruana María Agustina Rivas quien dedicó su vida a servir a Dios, ayudar a los más pobres y quien además fue asesinada por Sendero Luminoso en una comunidad de la selva central durante la época más violenta del país.
El pontífice argentino recibió en audiencia al Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y autorizó a dicha Congregación promulgar el martirio de la Sierva de Dios María Agustina, más conocida como ‘Aguchita’.
Esta es la biografía e historia de la mujer de vida cristiana que dedicó su sus años a servir a los más necesitados del país y dejó enseñanzas de amor y fe.
Vocación religiosa
Antonia Luzmila Rivas López nació el 13 de junio de 1920 en Coracora, capital de la provincia de Parinacochas, en el departamento de Ayacucho. Hija de Dámaso Rivas y Modesta López. Fue la mayor de once hermanos: César, Priscila, Carlos, Jorge, Isidora, Alejandrina, Luisa, Rómulo, María Viva y Maximiliano.
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Parte de sus primeros años la pasó en el campo. Ella ayudaba a sus padres en la chacra y cuidaba a sus animales. Antonia disfrutaba mucho el contacto con la naturaleza y eso enriqueció su espíritu de amar la creación. Desde muy pequeña conocía la palabra de Dios y las virtudes cristianas en el seno de su familia. Su madre y la participación que tenía en la parroquia del pueblo jugaron un rol importante para decidir su vocación: ser religiosa.
En 1938 Antonia viajó a Lima visitando a su hermano César, quien se recibió como sacerdote. En esa oportunidad tuvo su primer encuentro con las hermanas del Buen Pastor.
Cuatro años después, en 1942, Antonia Luzmila ingresó a la Congregación Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. En octubre del mismo año ella recibió su hábito e inició su noviciado adoptando el nombre de María Agustina Rivas López. Desde entonces, se le empezó a llamar cariñosamente ‘Aguchita’. Dos años después, su padre falleció.
“Era una hermana muy cercana, de mucha humildad, sencilla, solidaria y sin complicaciones. Su vida era muy orante”, describía la Madre María Pia a Aguchita en una reciente entrevista con el Padre Carlos Rosell del Santuario de la Divina Misericordia.
A los 25 años de edad (1945) Agustina pronunció sus votos queriendo estar siempre al lado de los más pobres y a través de esa alianza hizo su compromiso con Jesucristo. En 1949 realizó su profesión perpetua. Vivió muchos años en Barrios Altos, y tras la muerte de su madre (1952) Agustina quedó al cuidado de sus hermanos.
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En los años de 1970 a 1975 fue enviada a la comunidad de las hermanas contemplativas del Buen Pastor, en Salamanca, para apoyar en el servicio de enfermería. Allí, recuerdan a ‘Aguchita’ como una excelente y abnegada enfermera y de buen corazón.
“Era una gran enfermera muy caritativa, no solo con las religiosas, sino también con las personas a las cuales servimos”, recuerda la Hermana María Pia.
Durante un retiro de 30 días, el padre que las acompañaba le dijo: “Aguchita, tú vives con un pie en el cielo”. Diez años después, Agustina optó por emprender un desafío: viajar a la selva en medio de una emergencia social.
Misión en la selva – Acto de amor
En la década de los 80 en el Perú imperaba un alto nivel de violencia, principalmente, en las zonas del interior del país. En esa época se vivía la lucha contra el terrorismo. Sendero Luminoso (SL) buscaba acabar con el Estado democrático e instaurar un Estado socialista.
En ese contexto, ‘Aguchita’ tomó la decisión de viajar, en 1987, a la selva central para servir a los más necesitados en la zona de emergencia de La Florida, provincia de Chanchamayo, departamento de Junín. Allí, María Agustina se dedicó a la educación de los jóvenes y ayudaba a las mujeres del campo. Les enseñaba a rezar, tejer, hacer el pan y a cuidar de las plantas y animales.
La Madre ‘Aguchita’ era muy devota de San José, y de esa providencia fue testigo la Hermana Norma de la Congregación el Buen Pastor. “Un día se nos acabó el aceite y la manteca. En la oración de la mañana Aguchita ora con gran sentimiento y pide por esta necesidad por la intersección de San José. Ese día Aguchita se va a la tienda y luego tocan el timbre y preguntan por la madre Agustina, yo dije que había salido; me entregaron una lata de aceite y una caja de manteca. Ahí vi palpablemente como esta mujer [Aguchita] hacía esto”, contó Norma en aquella entrevista.
En 1990 María Agustina viajó a la capital limeña para hacerse un tratamiento médico, sin embargo, meses después decidió regresar a La Florida. “Allá me necesitan”, decía.
Fue la tarde del 27 de setiembre de ese año que un grupo de jóvenes llegó al referido pueblo de Junín. ‘Aguchita’ se encontraba haciendo dulces con unas niñas, salió a comprar limones y una joven la obligó a ir a la plaza. Ante de obedecer el encargo, la religiosa fue a apagar la cocina, lo cual fue interpretado como una desobediencia y la joven le indicó a su jefe que no había obedecido.
Durante la reunión, el cabecilla del grupo terrorista hablaba de SL y leyó una lista de 6 personas que serían ejecutadas. Dentro de esos nombres estaba el de la hermana Luisa de la Congregación del Buen Pastor, pero esta no se encontraba. En su lugar, ‘Aguchita’ fue ejecutada de cinco balazos por una joven de 17 años.
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Apenas un año antes (1989), la Sor ‘Aguchita’ le había escrito a su superiora provincial, la Hermana Delia. En sus notas informaba la presencia de Sendero Luminoso y los actos genocidas que cometían. En una de esos escritos decía: “El señor es demasiado delicado. Un día en la meditación me hizo recuerdo de la ilusión grande que tenía cuando descubrí mi vocación de ser religiosa: era trabajar en el selva; de esto han pasado años y me digo el Señor me ha traído para darme gusto antes de morir y a la vejez , en fin, soy arcilla entre sus manos”.
De acuerdo con la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), este grupo genocida incursionó en diversas comunidades nativas y anexos campesinos realizando “juicios populares” y asesinando autoridades y pobladores.
“La selva central del Perú es el territorio tradicional de los pueblos Asháninka, Yánesha y Nomatsiguenga. Estos pueblos indígenas –principalmente los Asháninkas– fueron muy golpeados por el conflicto armado interno debido al alto número de víctimas directas, situación que ha exacerbado la exclusión y marginación que han sufrido durante siglos”, se lee en el informe de dicha comisión.
Se calcula que de 55 mil Asháninkas, cerca de 10 mil fueron desplazados forzosamente en los valles del Ene, Tambo y Perené. Seis mil personas fallecieron y cerca de 5 mil estuvieron cautivas por el grupo guerrillero Sendero Luminoso. Además, se calcula que durante los años del conflicto desaparecieron entre 30 y 40 comunidades Asháninkas, según al CVR.
María Agustina o Antonia Luzmila, más conocida como ‘Aguchita’, se convirtió en la primera religiosa asesinada por Sendero Luminoso. Ella fue victimada por trabajar con los Asháninkas y servir a los más pobres y desvalidos del interior del país. No obstante, su amor y fe trascendió en la comunidad, por lo que hoy se espera la fecha para la ceremonia de su beatificación.
“Invito a todos a encomendarse a Aguchita, estando en la tierra ella pudo hacer muchas cosas a favor de los más necesitados. Ahora que está junto a Dios podría hacer mucho más por nosotros. Confiemos a Aguchita nuestra salud ahora que estamos en pandemia”, recomendó la Hermana Norma del Buen Pastor.
Dato:
- Para conocer más sobre la vida de la Madre María Agustina Rivas López puede visitar la página web ‘Causa Aguchita’. También puede ingresar al Facebook ‘Causa de Beatificación Aguchita Rivas López’.
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