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Vimos “El conjuro 4: últimos ritos″ y esta es nuestra crítica del cierre de la famosa saga de terror
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La cuarta entrega de “El conjuro”, titulada “Últimos ritos”, llega con una misión difícil: cerrar la historia de Ed y Lorraine Warren, una de las parejas más queridas del cine de terror moderno. Y aunque muchos esperaban un festival de sustos que dejara al espectador sin aliento, lo que encontramos es algo diferente, casi inesperado. Sí, hay momentos de tensión, apariciones inquietantes y esas secuencias de terror que ya son marca registrada de la saga. Pero en el fondo, la película es más un homenaje a la fuerza del amor y a lo que significa luchar por quienes amamos, incluso cuando la oscuridad parece más grande que nosotros.
Vimos la película dirigida por Michael Chaves y aquí te contamos qué nos pareció.
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El caso Smurl: un regreso a la raíz
La cinta toma como base el famoso caso real de la familia Smurl, ocurrido en los años ochenta en Pensilvania. Una familia numerosa, llena de vida y afecto, empieza a ser víctima de una serie de fenómenos paranormales que poco a poco desgarran su tranquilidad. Ed y Lorraine llegan a ayudarlos, y lo que parecía un caso más se convierte en una de sus batallas más duras.
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Lo interesante aquí es que, más allá de las entidades demoníacas y los ritos oscuros, la historia se centra en cómo una familia se aferra a su unión como única arma contra lo inexplicable. Y claro, los Warren, con su mezcla de fe y valentía, terminan siendo reflejo de esa misma idea: el amor no es un escudo perfecto, pero sí es un motor capaz de enfrentar lo imposible.

Más que terror: un viaje íntimo
Algo que me sorprendió al verla es que “El conjuro 4" no busca únicamente aterrar. No es la película más escalofriante de la saga (eso probablemente lo siga siendo la primera entrega), pero sí es la más íntima.
Hay secuencias en las que los silencios dicen más que los gritos, donde el peso recae en la mirada de Lorraine (otra vez magistralmente interpretada por Vera Farmiga) o en la vulnerabilidad de Ed (Patrick Wilson mostrando su faceta más humana). Se siente más como un viaje emocional que como un despliegue de horror constante.
Y eso, lejos de ser una debilidad, es lo que la distingue. Porque mientras muchos esperaban “el susto definitivo”, la película prefiere recordarnos que lo que hace especial a esta franquicia nunca fueron solo los demonios, sino la forma en que el amor de esta pareja atravesaba incluso lo sobrenatural.
Judy Warren: la nueva generación
Un detalle clave es el papel que juega Judy, la hija de los Warren, que aquí ya aparece como adulta joven. No es solo un personaje añadido para “cerrar el círculo”, sino que se convierte en pieza esencial de la historia. Ella hereda la sensibilidad de su madre y, con ello, también sus temores.

En muchos momentos, Judy simboliza la continuidad, el recordatorio de que incluso cuando una etapa llega a su fin, lo aprendido y lo amado se transmiten. Su relación con sus padres le da al relato un aire más familiar, reforzando esa idea de que, en este universo, el verdadero poder nunca estuvo en los crucifijos ni en los exorcismos, sino en la fuerza de los lazos humanos.
El amor como arma
Quizás lo más bello de “El conjuro 4″ es cómo le da otro significado al terror. Sí, hay escenas que te harán saltar de la butaca: reflejos inesperados, pasillos que se vuelven trampas de tensión, ruidos que hieren el silencio. Pero lo que permanece cuando acaba la proyección no es el miedo, sino la ternura.
En un par de momentos, la película se detiene para mostrarnos la fragilidad de Ed y Lorraine, cómo han cargado con años de sufrimiento ajeno y cómo, a pesar de todo, su amor mutuo es lo único que los mantiene en pie. Ese amor no elimina al demonio de turno, pero sí les da la fuerza de enfrentarlo sin rendirse.
Es como si el filme quisiera recordarnos que la oscuridad siempre existirá, pero que lo único realmente invencible es la capacidad de amar.
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Un cierre nostálgico
Al tratarse de la última entrega principal de la saga, era lógico esperar guiños al pasado. Y los hay: personajes conocidos que reaparecen, pequeños detalles que conectan con las primeras películas, e incluso escenas que funcionan como una especie de despedida.
Lo curioso es que, en lugar de sentirse como un adiós triste, se vive como una celebración. La película no busca dejarte con un vacío, sino con la sensación de haber acompañado a esta pareja en su viaje y de que, aunque ya no sigamos viendo nuevas aventuras suyas, su legado queda intacto.

¿Es la más terrorífica? No, y no necesita serlo
Quien espere un festival de sobresaltos probablemente salga decepcionado. El guion, en algunos tramos, se siente más pausado, casi contemplativo. No hay giros sorpresivos demasiado complejos ni un villano con gran trasfondo.
Pero esa ausencia de espectacularidad se compensa con un tono más reflexivo. “Últimos ritos” parece más interesada en hablar del valor del amor frente al miedo que en competir con los sustos de entregas pasadas. Y, en mi opinión, eso es un acierto. Porque si algo necesitaba esta saga para cerrar con dignidad, era justamente un recordatorio de lo que siempre la hizo especial.
La dirección y lo técnico
Michael Chaves, que ya había dirigido “El conjuro 3″, “La maldición de la llorona” y “La monja 2″, vuelve a ponerse detrás de la cámara. Su estilo aquí es más sobrio, menos dependiente de los grandes sustos y más enfocado en atmósferas. El uso de sombras, reflejos y sobre todo del sonido, logra construir momentos de verdadero nervio sin necesidad de excesos.

La música también acompaña con inteligencia: no está siempre subrayando la tensión, sino que muchas veces se retira, dejando que el silencio pese. Y en pantalla grande hay escenas que se sienten como cuadros inquietantes, donde lo que no ves es incluso más aterrador que lo que está frente a ti.
En conclusión
“El conjuro 4: últimos ritos” no es solo la clausura de una saga; es un homenaje a la fuerza del amor como herramienta contra el miedo. Puede que no sea la entrega más aterradora ni la más redonda en términos narrativos, pero sí es la más humana.
Cuando terminan los créditos, no te quedas pensando en el demonio ni en los exorcismos, sino en la mirada de Ed y Lorraine, en su complicidad, en su fe mutua. Y ese es quizá el mayor logro de la película: demostrar que, al final del día, lo verdaderamente poderoso no son los fantasmas ni los rituales, sino el amor que somos capaces de sostener incluso cuando todo lo demás se derrumba.
“El conjuro 4: últimos ritos” se estrena en las salas de cine de Perú este jueves 4 de septiembre.
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