Stephen Colbert conduce "The Late Show" desde el 2015, trabajo que heredó de David Letterman, leyenda de la TV.
Stephen Colbert conduce "The Late Show" desde el 2015, trabajo que heredó de David Letterman, leyenda de la TV.
/ MICHAEL TRAN

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Stephen Colbert, el enemigo cómico número uno de Donald Trump: así se vive su programa desde el set de Manhattan
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Stephen Colbert, el enemigo cómico número uno de Donald Trump: así se vive su programa desde el set de Manhattan

Stephen Colbert, el enemigo cómico número uno de Donald Trump: así se vive su programa desde el set de Manhattan

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Desde la esquina de la séptima avenida y la calle 53 el bullicio de Times Square se escucha como un ronroneo. El olor a marihuana se ha diluido, los cazadores de selfies escasean y han desaparecido los Mickey Mouse de dunlopillo. Una cola de cabecitas mayormente rubias serpentea la cuadra hasta el ingreso del Ed Sullivan Theater, un estudio de televisión encapsulado en un edificio de ladrillos, que lleva el nombre de uno de los grandes fabricantes de estrellas norteamericanos. Un Augusto Ferrando de saco y corbata.

Son las 2:45 p.m. del primer lunes de agosto y en poco menos de 3 horas empezará la grabación del “The Late Show con Stephen Colbert”. Unos jovencitos uniformados verifican si quienes hacen la fila tienen sus boletos electrónicos. El proceso lo he iniciado unos veinte días atrás. A través de una página web -1.iota.com- se debe aplicar a un ticket y esperar un correo indicando si estás dentro de los afortunados. Las 400 butacas del auditorio amplían las posibilidades frente a las poco más de 250 que tiene el set de la NBC donde, a la misma hora y a unas cuadras de allí, se graba el Tonight Show con Jimmy Fallon.

Estar en el programa de Colbert tiene un aura especial. Nacido en una familia católica, es el más ácido de los conductores de talk shows nocturnos. Sus dardos no solo van dirigidos a los políticos de su país: hace un año se refirió a Dina Boluarte por dejar de lado sus deberes para someterse a una cirugía estética “aparentemente para aumentar su popularidad”. La comparó con “Madame web”, uno de los más sonoros fracasos cinematográficos que se recuerde.

El querido Trump

Pero su blanco favorito es el presidente Trump. A mediados de julio, CBS, la cadena que transmite su programa, anunció su cancelación aduciendo dificultades financieras. Lo que levantó las alarmas fue que hiciera pública la noticia después de llegar a un acuerdo extrajudicial con Trump por US$16 millones, luego de supuestamente favorecer a Kamala Harris en uno de sus programas. Colbert había calificado el trato como “un gran soborno”. Por esos días, además, su empresa madre, Paramount, estaba en proceso de fusionarse con Skydance Media y requería el visto bueno gubernamental. Las sospechas de censura arreciaron. “Amo absolutamente que hayan despedido a Colbert”, escribió Trump en su red social. Para acentuar las dudas añadió que Fallon y Jimmy Kimmel pronto se quedarán sin trabajo. Históricamente, los programas nocturnos han sido considerados como pilares del entretenimiento, pero también de la libertad de expresión. Por razones contractuales, el programa de Colbert recién dejará de emitirse en mayo del próximo año. Y el comediante ya ha adelantado que no desaprovechará cada minuto que le quede en el aire.

Después de ingresar al teatro y repetirnos hasta el cansancio de que estaba prohibido grabar (varios asistentes fueron colocados de espaldas al escenario, vigilando que nadie manipule su celular), avisaron que solo hay una oportunidad para ir al baño. Los asistentes, muchos en sus cuarentas y cincuentas, marchan con rapidez rumbo a los servicios. Después aparece el comediante Paul Mecurio para calentar el ambiente. Los “Fuck Trump” abundan en sus chistes, mientras el público responde con aplausos y gritos. Muchos han viajado hasta Manhattan solo para estar en el programa. Unos treinta minutos más tarde, aparece Colbert.

El traje azul a medida esconde una pequeña panza sexagenaria. Si alguien lo viera en la calle pensaría que es un tipo común, quizás un maestro de escuela camino a una biblioteca pública. Antiguo estudiante de filosofía, Colbert no abandona la sonrisa cuando se dirige a sus fans. Lo acompaña una banda, “The Late Show Band”, integrada por siete músicos y es imposible no recordar la versión Temu de nuestro más popular ‘late show’, el “¿Qué hay de nuevo?” que condujera Jaime Bayly en 1991, en un set minúsculo y sin público, acompañado por el desaparecido ‘Maestro’ Manuel Cam.

El programa mantiene la estructura tradicional de los espacios de este tipo. Al inicio incluye un video en el que se burla del anuncio de Trump de gastar US$200 millones en un salón de baile de la Casa Blanca (ocasión que permite recordar su amistad con Jeffrey Epstein y ‘’Diddy’ Combs) y sigue con un monólogo en que critica con acidez las noticias del día, sin olvidar a su engreído: sí, el omnipresente Donald Trump.

Los entrevistados de esa noche son Julia Garner, quien ha ido a promocionar “La noche de la desaparición” (“Weapons”), uno de los éxitos de la temporada veraniega de cine, y el ex secretario del Trabajo, Robert Reich. Garner es rubia y menudita como se la ve en pantalla y parece estar genuinamente impresionada por los aplausos que la reciben. En un momento de la charla, muestra un video que le ha enviado su coestrella Josh Brolin, el que le pide a Colbert en tono amenazante “ser bueno” con ella. La charla con Reich es menos ligera. Ha ido a presentar “Coming up short”, una suerte de testimonio de vida que resume así: Trump “es básicamente la consecuencia de no haber tomado atención sobre lo que debimos tomar atención”.

En los cortes, Colbert repasa las preguntas con una asistente. Antes de despedirse, presenta un video que ha hecho con unos niños que difundirá otro día. Quiere saber cuál es la reacción de la gente. Se despide y hay que desalojar la sala. Los controles se relajan y varios aprovechamos para tomarnos rápidamente una foto. Esa noche, a las 11:35 en punto, se lanza el programa. Es momento de reír otra vez.

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