Había leído artículos sobre los beneficios de la leche materna. Había encontrado también testimonios de mujeres que no dan de lactar porque no les sale leche, porque no tienen tiempo o porque les duele y prefieren no hacerlo. Había oído también sobre la Liga de la Leche y los argumentos por los que sustentan que cualquier mujer puede amamantar a su bebe (salvo rarísimas excepciones).
Lo mismo con el parto. En una ciudad donde la cesárea es tan común, el parto natural se ha ganado apasionadas defensoras. A mí el tema no me quitaba el sueño, suponía que sería natural. ¿Por qué no? Pero me llamó la atención que la gente me preguntara con frecuencia si tendría cesárea. Yo pensaba que se indicaba en caso de haber problemas, pero es verdad que en muchos casos es una preferencia, no una necesidad.
Mi actitud respecto a estos temas fue siempre ‘hacer lo mejor que puedo y no angustiarme por lo que no puedo’. Igual daba por sentado que daría a luz y que amamantaría a mi bebe. Pero de complicarse la cosa, me adaptaría. Sin embargo, a medida que avanzaba mi embarazo comencé a sentir un profundo respeto por la evolución natural de mi bebe. Ya la idea de una cesárea, aunque aún era una posibilidad (por un tema médico), comenzaba a preocuparme. Pero el parto fue felizmente natural y sin problemas. Y salvo por la anestesia epidural (la cual aprecié mucho cuando llegó), di a luz de forma deliciosamente animal, pujando y sudando hasta que mi bebe nació.
Karine Aguirre, la experta que me hizo el acompañamiento prenatal, hace la hermosa diferencia entre parto y nacimiento. Nacimiento es mucho más que el parto. Porque no es solo el uso de la técnica para ayudar a salir al niño del cuerpo de la madre, sino que además implica la toma de conciencia de crear vida y traerla al mundo.
Con respecto a la lactancia, siempre supe que dar pecho es mejor que dar fórmula, por los nutrientes y por el vínculo que se establece entre madre e hijo en tan íntima experiencia. Vínculo que además de ser maravilloso, es emocionalmente saludable y necesario para el bebe. Sin embargo, conozco a bastantes mujeres que han dado de lactar poco o nada, y desarrollaron el vínculo sin la lactancia. E incluso el hijo de una chica que conozco la tuvo aun más difícil. Era alérgico a la leche materna y para colmo, también a la fórmula. Tuvo que tomar leche de soya. Ahora tiene 3 años y está muy bien. Por eso entendí que de una u otra forma, todo puede resultar bien y entonces no me hacía bolas de llegar el caso de no poder dar de lactar.
Pero, para mí está siendo maravilloso poder hacerlo. Y descubrí que a mi bebe le va mucho mejor con la leche materna. Y además –no me lo esperaba–, vivir la experiencia de esa conexión entre las dos, es poderoso. Al inicio no lo pensé mucho, solo se fue dando y fluíamos juntas. Pero sucedió que hubo un momento en que disminuyó mi producción de leche y entonces me sentí mal y me asusté. En ese momento me di cuenta de que era tan importante para mí. No había planeado dar de lactar años de años, pero tampoco tan poquito. En ese momento pedí ayuda y contra lo que hubiera imaginado, busqué una consultora en lactancia.
Fanny Mora ha sido una experta y extraordinaria consejera. Con la empatía y respeto adecuados, y con el conocimiento técnico y respuestas bien informadas, ha sabido orientarme en este proceso. Yo, con prejuicio, había imaginado que la postura de estas expertas era radical y me intimidaba, pero me encontré con una mujer sensible, respetuosa, clara, y dispuesta a entenderme y ayudarme.
En esta loca, agotadora y apasionante experiencia de criar, siendo tan iguales y tan únicas a la vez, me siento agradecida y conmovida. Parto o cesárea, leche materna o fórmula. Mujeres al fin, entregando lo mejor de sí. Además de los prácticos consejos de Karine y Fanny, estos encuentros me han recordado la potencia de la fuerza femenina, de la empatía, del alcance y de la solidaridad, que puede haber al acompañarnos en nuestro emocionante camino de mujeres.