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Pablo Neruda en el Perú: la increíble historia entre la Orden del Sol y “Alturas de Machu Picchu” en 1966 | FOTOS
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En julio de 1966, el aire de Lima se cargó de expectativas: el poeta chileno Pablo Neruda, la voz de un continente, pisaba suelo peruano para ser honrado con la Orden del Sol. No era un reconocimiento cualquiera, pues el vate recibía la máxima distinción del Perú por un canto que trascendía fronteras: “Alturas de Machu Picchu”. Un poema que, con palabras, unió las piedras sagradas del Perú con la voz universal de la poesía. Sin embargo, esta exaltación no estuvo exenta de sombras en su propia patria. En Chile, cuando quiso anunciar el extenso y emotivo poema con un aviso pagado en un diario prestigioso, fue prohibido citar su nombre.
Pablo Neruda, cuyo nombre de nacimiento era Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, nació en Parral, en la región del Maule, Chile, en julio de 1904. Esa zona del sur de su país, una región boscosa, fue su primer paisaje y posible inspiración poética. Tras la temprana muerte de su madre, Rosa Basoalto, y bajo el cuidado de su padre ferroviario y su madrastra en Temuco, comenzó a escribir.
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A los 16 años, se mudó a Santiago, donde en 1921 ganó un premio de poesía en el Festival de Primavera y adoptó el seudónimo de Pablo Neruda. Entre 1923 y 1926, publicó cinco libros, siendo "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" la obra que lo consagró.
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Para el poeta Neruda, la poesía era una forma de respirar y entender el mundo, una forma de conocimiento. Inició una carrera diplomática que lo llevó a Asia, donde la soledad se reflejó en sus versos.
Tras un breve regreso a Santiago de Chile, se trasladó a Buenos Aires y luego a Madrid, donde estableció vínculos con la Generación del 27. La Guerra Civil Española lo impulsó a la militancia, escribiendo contra el fascismo y ayudando a refugiados republicanos, lo que le costó su cargo diplomático.

En 1943, regresó a Chile como poeta, senador y comunista. La persecución política lo llevó al exilio, convirtiéndolo en un ciudadano del mundo y cronista de la esperanza. Recibió varios premios, incluyendo el Premio Stalin en 1953, y fue reconocido por la lealtad de sus lectores. Su poesía evolucionó desde el modernismo juvenil hasta la voz épica de “Canto General” y la sencillez de las “Odas elementales”.
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Neruda siempre buscó la esencia y utilidad del poema, la conexión con el pueblo y la dignidad de lo cotidiano. Falleció en 1973, dos años después de recibir el premio Nobel de Literatura 1971, como el hombre que quiso ser todos los hombres, el poeta que nunca dejó de escribir sobre su infancia. Su vida fue un extenso poema que abarcó desde el sur de Chile hasta el mundo, del amor a la política, y de la soledad a la multitud, haciendo de la palabra su patria y de la poesía su oficio.
Ese fue el notable poeta que visitó Machu Picchu en octubre de 1943, y quedó mudo, hierático y pensativo ante la magnitud de ese lugar especial del mundo que se encuentra en el Perú. Aunque la sección “Alturas de Machu Picchu” fue escrita y publicada en 1944, se incluyó posteriormente como parte de su obra mayor, “Canto General”, la cual fue publicada en 1950.

PABLO NERUDA EN EL PERÚ: LA ORDEN DEL SOL Y EL DOCTORADO HONORIS CAUSA
El 7 de julio de 1966 -eran tiempos del presidente Fernando Belaunde Terry- el poeta Pablo Neruda llegó a Lima para recibir la Orden del Sol del Perú y ser investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Esa mañana del 7 de julio, el Salón Dorado del Ministerio de Relaciones Exteriores se llenó de solemnidad para la entrega al autor de “Residencia en la Tierra” (1933) de la Orden del Sol del Perú en el Grado de Comendador.
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La ceremonia en el suntuoso y republicano Palacio de Torre Tagle fue presidida por el canciller peruano Jorge Vásquez Salas, rindiendo homenaje a quien, con su "Canto a Machupicchu“, le dio dimensión poética y universal a esas inmensas y calladas piedras del Perú.
Tan importante condecoración fue solicitada por la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA), cuyo presidente, el novelista peruano Ciro Alegría, acompañó al gran chileno durante el acto. El ministro, al entregar la distinción, expresó que era un tributo a su talento, arte y belleza como cantor de "nuestra piedra y de nuestra historia“, mientras Matilde Urrutia, esposa de Neruda, presenciaba la ceremonia muy emocionada.

Pero la jornada de homenajes no terminó allí. Ese mismo día, horas después, Neruda fue distinguido como Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Ingeniería. Este título fue otorgado por acuerdo del Consejo Universitario, a propuesta de la Facultad de Arquitectura.
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En el acto académico, el vicerrector Germán de la Fuente y el decano Luis Miró Quesada Garland destacaron la "arquitectura poética" del chileno, que devolvió a la ciudadela de Machu Picchu su voz milenaria. El homenaje culminó con la lectura del afamado poema, cerrando un día en que Perú honró no solo a un poeta, sino a una obra que hizo de una parte del mundo andino una epopeya viva.
El laureado poeta chileno Pablo Neruda continuaría su visita en Arequipa, al sur del país, donde ofrecería un recital en el Teatro Municipal, ampliando puentes entre la poesía y la historia compartida de los dos pueblos, el suyo y el peruano.

PABLO NERUDA Y CÓMO AFRONTÓ EN SU PAÍS ESCRIBIR “ALTURAS DE MACHU PICCHU”
Antes de escuchar el poema de la propia voz de Neruda, citamos un par de notas sobre el poema dedicado a Machu Picchu que el poeta chileno escribió en su libro “Confieso que he vivido”, publicado póstumamente un año después de su muerte, en 1974.
“Cuando se publicó por primera vez mi poema ‘Alturas de Macchu Picchu’, tampoco se atrevió nadie a mencionarlo en Chile. A las oficinas del periódico chileno más voluminoso, El Mercurio, un diario que se publica hace casi siglo y medio, llegó el editor del poema. Llevaba un aviso pagado que anunciaba la aparición del libro. Se lo aceptaron bajo la condición de que suprimiera mi nombre.
—Pero si Neruda es el autor —protestaba Neira.
—No importa —le respondieron.

‘Alturas de Macchu Picchu’ tuvo que aparecer como de autor anónimo en el anuncio. ¿De qué le servían ciento cincuenta años de vida a ese periódico? En tanto tiempo no aprendió a respetar la verdad, ni los hechos, ni la poesía.
A veces las pasiones negativas contra mí no obedecen simplemente a un enconado reflejo de la lucha de clases, sino a otras causas. Con más de cuarenta años de trabajo, honrado con varios premios literarios, editados mis libros en los idiomas más sorprendentes, no pasa un día sin que reciba algún golpecito o golpeteo de la envidia circundante”.

Pablo Neruda continuó: “Me detuve en el Perú y subí hasta las ruinas de Macchu Picchu. Ascendimos a caballo. Por entonces no había carretera. Desde lo alto vi las antiguas construcciones de piedra rodeadas por las altísimas cumbres de los Andes verdes. Desde la ciudadela carcomida y roída por el paso de los siglos se despeñaban torrentes. Masas de neblina blanca se levantaban desde el río Wilcamayo.
Me sentí infinitamente pequeño en el centro de aquel ombligo de piedra; ombligo de un mundo deshabitado, orgulloso y eminente, al que de algún modo yo pertenecía. Sentí que mis propias manos habían trabajado allí en alguna etapa lejana, cavando surcos, alisando peñascos.

Me sentí chileno, peruano, americano. Había encontrado en aquellas alturas difíciles, entre aquellas ruinas gloriosas y dispersas, una profesión de fe para la continuación de mi canto.
Allí nació mí poema ‘Alturas de Macchu Picchu’”.










